Por Gabriel Chocrón
Hace poco tiempo se cumplieron cinco años desde la “Desconexión de Gaza”. Este plan, ejecutado por Ariel Sharon, fue la retirada unilateral de todos los habitantes judíos que se encontraban en la Franja de Gaza. Esta retirada tuvo la finalidad de dar una muestra de compromiso por la paz, de poder ver un gesto parecido del lado palestino. Además de esto, la cuestión demográfica y de seguridad a la que se enfrentaba Israel con estos judíos viviendo ahí fue también señalada como argumento para la retirada unilateral.
Después de cinco años, echar la vista atrás para ver hacia adelante es imprescindible. Debemos ahora ver las consecuencias de esta acción y saber corregir los errores para cualquier decisión futura.
Los hechos nos demuestran que la “Desconexión de Gaza” no ha tenido absolutamente ninguna consecuencia positiva para el Estado de Israel, sus habitantes, los judíos alrededor del mundo o el plan de paz. Miles de familias judías fueron evacuadas de sus casas, quedaron sin trabajo, con la promesa de ser reubicados y reinstaurados, cosa que hasta hoy en día sigue sin cumplirse. Podríamos pensar que ese es el precio para pagar por tener la paz, pero igual no se ha conseguido nada. Más bien hemos sufrido un ataque incesante de cohetes, que luego se intentaron detener con una guerra legítima y de defensa pero que trajo como consecuencia una ola de manifestaciones “antisionistas”, entre las cuales podemos contar que los judíos de Venezuela nos quedáramos sin Embajada de Israel. También podemos contar la subida al poder en Gaza del movimiento terrorista Hamás, el bloqueo marítimo a Gaza que tantas críticas ha traído (que es consecuencia necesaria de lo anterior), hechos como la “Flotilla de la libertad” o, tal vez el caso más doloroso de todos, el secuestro del soldado Guilad Shalit.
Pues sí, nosotros hemos abierto la puerta para que muchos otros nos hicieran daño. No pretendo eximir de culpa a los culpables, pero sí tomar responsabilidad propia de lo que hicimos, pues, de no hacerlo, podíamos haber evitado todo esto.
La única forma de darle sentido a la totalmente inútil “Desconexión de Gaza” es aprender de ella, extrapolar su ejemplo a cualquier decisión futura.
Creo que el problema central de la colectividad judía de hoy en día es la desvinculación del pasado, tanto personal como grupal. Por ejemplo, nos olvidamos de que nuestro derecho a la tierra de Israel corresponde a nuestro pasado histórico y nuestra conexión inseparable al lugar y no sólo a una resolución de la ONU que reconoció esto. Lo que significa que nuestro establecimiento en la tierra de Israel no se ve condicionado por la aprobación o desaprobación de la ONU en pasado, presente o futuro, y cuando nos olvidamos de esto, comenzamos a actuar según lo que ellos piensan y lo que ellos ordenan y terminamos por perder nuestra conexión real con la tierra de Israel.
La historia de la “Desconexión de Gaza” es algo que no se puede repetir. Debemos aprender a recordar, mantener vivo y consciente cada aprendizaje. Ahora ya sabemos que no podemos hacer más concesiones, sabemos que la paz no provendrá de sacar a judíos de sus casas o tratar de sonreír al mundo cuando ellos pisotean nuestros derechos. Las consecuencias de estas tres cosas son sólo más problemas y menos seguridad. Ya quisimos mostrar al mundo que realmente estamos dispuestos a trabajar por la paz y ellos ya nos mostraron que realmente la paz es lo que menos les importa. Y con esto no digo que debemos renunciar a la paz, sino saber llegar a ella. Debemos entender que tenemos un pasado innegable, una conexión espiritual y un Dios que nos puso aquí con una misión.
Nuestro pasado nos conecta con Judea y Samaria. Allí, en Hebrón, están enterrados nuestros patriarcas, portadores eternos de la promesa divina que señala que esta tierra es nuestra. A ellos Dios prometió entregar la tierra y por ellos hoy nosotros podemos habitar en Israel. Justamente en los territorios que hoy quieren entregar muchos líderes israelíes, se encuentra nuestra más arraigada raíz en este lugar. Hebrón es el bastión principal, junto a Jerusalén, que nos dan el derecho a tener el Estado de Israel. Si nos desconectamos de nuestro pasado en Judea y Samaria, nos desconectamos de todo tipo de base que nos conecte con la tierra, y al perder la conexión, de seguro perderemos el Estado tarde o temprano.
Hay que saber evaluar y pesar las palabras y acciones de nuestros líderes. Aquellos muchos que piden la retirada de los asentamientos y señalan a sus hermanos judíos como enemigos, están negando nuestro derecho a tener un Estado. Sin darse cuenta (eso espero), ellos mismos están haciendo el trabajo que corresponde a los que niegan el derecho de Israel a existir.
Debemos hoy recordar que hace cinco años miles de judíos fueron evacuados de sus hogares como “obstáculos de la paz” cuando estas personas son las únicas que saben y nos recuerdan por qué estamos aquí. Su camino es el que asegura que los judíos podamos seguir viviendo como pueblo libre en nuestra tierra. Si no queremos que el sueño sionista se convierta sólo en una anécdota del tiempo, la historia de Gaza no se puede repetir.
Fuente: Nuevo Mundo Israelita