Por Rajel Hendler
Entre las múltiples definiciones de Historia leemos una que dice: La Historia es una crónica de migraciones… ella abarca desde luego todas las disciplinas y todos los aspectos de la historia del hombre y de los pueblos.
En la mayoría de los casos, las migraciones, éxodos y exilios, son la consecuencia de leyes inhumanas, de regímenes totalitarios, de discriminaciones raciales y religiosas. Por ello la definición arriba citada, enunciada por el historiador Franz Oppenheimer, agrega: ….y especialmente en el caso de la historia judía.
Recordé las palabras de Paul Hazard sobre literatura infantil: “Los libros infantiles mantienen vivo el sentido de nacionalidad; pero también mantienen el sentimiento de humanidad”.
Describen con amor el suelo nativo, pero también describen tierras lejanas, donde viven hermanos desconocidos. Cada país da y cada país recibe; se establece el intercambio y así acontece que, en nuestros primeros años, en nuestros más sensibles años, nace “la República Universal de los niños”.
De igual manera podemos afirmar que los hombres de letras, los grandes filósofos, investigadores y científicos, los excelsos maestros que en el mundo son y han sido, constituyen “la República Universal del saber y del pensamiento humano”.
Volviendo a Oppenheimer y a la historia judía, nuestra historia. Triste y doloroso juego que impulsa el desplazamiento de valores culturales.
La larga noche de Europa que todos padecimos, provocó el éxodo de sus más esclarecidos cerebros. Y es así como científicos y sabios de la talla de un Einstein, que nacieron y estudiaron en Alemania, o un Sabin, hijo de inmigrantes judíos de Lituania, se consagraron y triunfaron en Estados Unidos.
Es así como el supremo arte literario y la exquisita sensibilidad de Stephan Zweig, el enamorado de su Viena y ferviente ciudadano del mundo, se convierte en el suicida de Petrópolis.
Es también, por impulso de absurdos regímenes políticos, como una pléyade de juristas y hombres de letras, exilados junto a su República Española como Don Angel Osorio y Gallardo (con cuya familia, hijos y nietos tuvimos nosotros, la familia Hendler, estrecha vinculación), Jímenez de Azúa y otros ilustres republicanos, honraron los claustros argentinos.
También la dolorosa vía crucis de los refugiados, por la que los Premios Nobel Nelly Sacks y Iosef Agnón, oriundos de Alemania y Polonia, respectivamente, vieron florecer sus musas en Suecia e Israel. Estos son sólo algunos ejemplos.
Parece una contradicción, pero es una realidad indiscutible: el oscurantismo de la Europa de 1939 determinó que luminosos pensamientos del mundo como el Prof. Rodolfo Mondolfo, por ejemplo, se vincularon a la cultura argentina, al calor de cuya tradición de libertad, pudo continuar su obra y su relación con la cultura judeo-argentina.
¿Por qué lo recalcamos especialmente?
Su obra “La comprensión del sujeto humano en la Cultura Antigua”, publicado en 1955, recibió en 1957 el Premio Alberto Gerchunoff, instituido por el Instituto Judío Argentino de Cultura e Información de Buenos Aires, cuyo director era entonces Eugenio Hendler. Entre los fundamentos del Premio se decía: “…con el objeto de honrar la memoria del gran escritor judeo-argentino y a la vez señalar la consideración de la opinión pública a obras que contribuyan a restablecer el equilibrio que el mundo va perdiendo, aclarar conceptos y señalar una meta elevada al devenir argentino”.
La Biblia y el Quijote fueron las musas de Alberto Gerchunoff. “El argentino nacido en Europa”,´´ como él mismo se apodaba. Fue la perfecta simbiosis de patria, estirpe y humanidad, la que se manifiesta en su obra literaria y en su militancia cotidiana.
Por lo tanto, la obra premiada del Prof. Mondolfo, “La comprensión del sujeto humano en la Cultura Antigua”, cuyo título ya es una tesis, que encuadra en los objetivos del Premio Gerchunoff, que “busca en el escritor el mensaje del hombre para el hombre en la larga cadena de la historia”.
Es por extraña y trágica paradoja, que la Universidad argentina se ha enriquecido con uno de los más altos exponentes de la filosofía universal, justamente a raíz de uno de los más negros regímenes, negación de todos los valores nobles e inmanentes en la personalidad del Prof. Rodolfo Mondolfo.
El gran maestro tuvo que tomar el camino del destierro, se vio obligado a abandonar su Italia natal por la eclosión del nazi-fascismo y su secuencia directa al antisemitismo. Las sentidas palabras de agradecimiento del profesor, confirman lo antedicho: “Considero que el otorgamiento de este premio es como un reconocimiento a la honestidad y continuidad de mi trabajo, siempre inspirado en el amor y la búsqueda de la verdad y la revisión de prejuicios tradicionales”.
Me permito cerrar esta reflexiones con una nota personal. El Premio Alberto Gerchunoff otorgado en 1957 fue un tema que se trató y comentó mucho en nuestra casa; sus bases, su motivación, su nombre, su jurado…. y hoy, a 53 años de su adjudicación, hace muy bien recordar y revivir su historia.
Fuente: Aurora Digital