Por Rebeca Perli
"¡Oh, si viniera de Sión la salvación de Israel! Cuando Dios hiciere volver de la cautividad a su pueblo, se alegrará Jacob y se regocijará Israel".
El texto de arriba corresponde al Versículo 53.6 del Libro de Salmos contenido en la Biblia y su autoría pertenece a David, rey de Israel hace más de 3.000 años, prueba irrefutable de que Israel existió como nación desde ese entonces y de que el pueblo judío ha sobrevivido a su Diáspora para regresar 2.000 años después. Así, pues, aunque el término "sionismo" ha sido acuñado hace relativamente poco tiempo, la idea que encierra es tan antigua como el monte que le dio su nombre, el cual está ubicado en las adyacencias de Jerusalén.
Es entonces hora de que quienes consideran que el sionismo es un movimiento creado para que los judíos arrebaten tierras que no les pertenecen, reconozcan su grave error, así como la legalidad del resurgimiento del Estado de Israel y el hecho de que sionismo sí es sinónimo de judaísmo, puesto que no es otra cosa que el movimiento de liberación nacional y la identificación del pueblo judío con su patria ancestral en un vínculo que no termina en el aspecto político sino que representa también un fuerte lazo espiritual entre el pueblo judío, donde quiera que se encuentre, y la tierra de Sión, en una amalgama de ideas que incluye el aspecto cultural y el religioso.
Quienes imputan al sionismo ansias de dominar al mundo no hacen más que servir oscuros intereses como los que inspiraron al autor de aquellos infames Protocolos de los sabios de Sión.
El sionismo no puede desaparecer al igual que no puede desaparecer el Monte Sión, el cual permanece en el lugar en que siempre ha estado y desde donde se conecta con todos los judíos del mundo.