Por Diego Martínez
Desde hace tiempo, en Europa se viene incrementando una campaña contra Israel. Una estrategia iniciada, precisamente, por aquellos que se dicen mentores de la llamada cultura de las civilizaciones, pero la realidad descubre que es la antítesis de esa pretendida cultura. ¿Por qué lo de anti Israel? ¿Se escenifica así simplemente el conflicto palestino? No. La estrategia tiene un fin, que es mantener e incrementar la tensión en Oriente Medio.
Israel es un Estado permanentemente amenazado y que tiene absoluto derecho a existir y a defenderse. Es obvio que no tiene derecho a maltratar, ni siquiera con la excusa de la defensa propia. Pero la postura de muchos Gobiernos europeos es contraproducente al situar los intereses de Israel sujetos al servilismo de la mayor potencia mundial que, dicen, le protege.
Argumento errático, como falso es el planteamiento. Y un argumento obsceno son las campañas mediáticas en las que se pretende demostrar que Estados Unidos está hoy deseando bombardear y arrasar Irán, para acabar con el Satán árabe, aunque no sepa hacerlo tras la chapuza iraquí. Esta estrategia presenta a los palestinos como el pueblo oprimido. Y el oprimido, a la vez que odia, envidia al opresor inconscientemente: porque sólo ha conocido la propia bondad "maltratada" y la maldad "triunfante" de quien le oprime. La necesidad de no olvidar, en relación a la Shoá, es otro de los argumentos que no se sostienen de la campaña anti israelí, en una confusión de las historia y de las propias raíces del pueblo judío.
De todo lo anterior parece brotar, y así nos lo quieren presentar, que existen dos terrorismos. Uno, más anónimo, menos visible, menos aparatoso, porque tiene mucho más poder. Otro, el de la desesperación y la ceguera provocado por ese primer terrorismo invisible. Es decir, presentan al Estado de Israel como el verdadero inductor de actos terroristas.
Este es el montaje de nuestro Occidente incoherente, y el más amenazado por nuestras incoherencias socioeconómicas, al depender de las materias energéticas que están en poder de los que respaldan las tesis belicistas y que no reconocen al Estado de Israel. La gran farsa vivida en Europa (uno la ha vivido aquí, en España), a raíz de los últimos acontecimientos de la Franja de Gaza, es una prueba de ello. Al circo no faltaron miembros de los diferentes Gobiernos, que desconocen que la democracia no es solamente una forma de organización social, sino un estilo de vida y un modo de ser persona.
En definitiva, el ser anti Israel en pleno siglo XXI es un fenómeno sociológico que tiene que ser estudiado muy seriamente en Occidente. Entre otras muchas razones, porque el pueblo israelí, respetando sus raíces culturales como las de cualquier otro pueblo, es parte de Occidente.
Fuente: Aurora Digital