Por Beatriz W. de Rittigstein
DElía dirige una fuerza de choque que está al servicio de intereses iraníes en Argentina.
Recientemente, los medios informaron sobre la visita de Luis DElía a Teherán, invitado por el régimen a las celebraciones de un nuevo aniversario de la Revolución Islámica. Ello resulta extraño, pues DElía asistió como un particular, sin cargo público, pese a su incoherente cercanía con los gobiernos de los Kirchner.
En Irán, junto con el líder de Quebracho, Fernando Esteche, se entrevistó con el vicecanciller Ahmad Sobhani y con la presidenta de la Comisión de Seguridad del Parlamento, Zohreh Elahian. Pero, el encuentro más sorprendente fue con Moshen Rabbani, ex consejero cultural en Buenos Aires, sobre quien pesa un pedido de captura de la justicia argentina por la causa AMIA.
Cabe preguntarnos si es habitual que un gobierno emita invitaciones formales a individualidades extranjeras. O, más serio aún, qué significa DElía para el régimen teocrático, con quien tuvo tales deferencias. Debemos tomar en cuenta que este no es el primer viaje del piquetero argentino a Teherán; en febrero de 2007 se reunió con el canciller Manuchehr Mottaki; a su regreso señaló que "había que investigar a la derecha judía por la voladura de la mutual" y rechazó "que EEUU e Israel o la Mossad o la CIA nos digan quiénes son los culpables".
Salvando las distancias, sobre todo las culturales, DElía recuerda a Norberto Ceresole, quien también, a su retorno de Teherán a mediados de la década de los 90, se dedicó a escribir un relato sui generis sobre los ataques terroristas contra la embajada de Israel y contra la AMIA. Ceresole fue una pluma empleada por Irán, que pretendía imponer la versión de autoatentados. DElía es el dirigente de una fuerza de choque que muestra estar al servicio de los intereses iraníes en Argentina.