Por Nataly Safir
El colapso del régimen de Túnez, que obligó al presidente Zine El Abidine Bin Ali a escaparse del país el viernes 14 de enero de 2011, es un evento sin precedentes entre los países árabes. En su corta historia, el mundo árabe, en el que abundan los regimenes autocráticos, ha experimentado muchos golpes militares que colapsaron Gobiernos existentes y los reemplazaron con otros hombres fuertes. Sin embargo, en las décadas recientes, los golpes militares han desaparecido casi totalmente como resultado de un sistema de seguridad interna más fuerte; un crecimiento en el tamaño de los ejércitos, que dificulta la organización de los golpes; y medios de comunicación masiva persuasivos. Un comandante de batallón ya no puede organizar un golpe de Estado por medio de la toma de una estación de radio. En el caso tunecino, y por primera vez, un régimen autocrático fue derrumbado como resultado de un levantamiento popular.
El régimen tunecino cayó porque perdió control sobre las manifestaciones masivas que comenzaron cuando un graduado universitario desempleado, que trabaja como vendedor ambulante, se prendió fuego a sí mismo luego de que la Policía le confiscara su carreta. Durante las manifestaciones, la abundancia de canales de medios de comunicación y el uso subversivo de internet jugaron un papel importante, como en las demostraciones en Irán, hace más de un año.
Los regímenes de Medio Oriente ya no tienen monopolio sobre los medios de comunicación masiva, lo que les dificulta controlar información y mantener su poder. El internet también fue un conducto importante para la ola de reacciones de los países árabes. La caída del régimen de Túnez fomentó el descontento entre el público en todos los países árabes, donde quienes tienen el control generalmente están separados de las masas. En varios países árabes, manifestantes han demostrado apoyo por el cambio en Túnez, dando lugar a una retórica desafiante contra los regimenes de sus propios países. Este fenómeno sobresalió particularmente en Egipto, Jordania, Argelia y Libia.
La caída del régimen en Túnez también se diferencia de los casos comunes de colapsos de regímenes árabes por medio de un levantamiento popular. Estos escenarios, generalmente predican un levantamiento popular liderado por elementos islámicos contra el ambiente de movimientos islámicos fortalecidos en el mundo árabe. Desde este punto de vista, Túnez es una excepción ya que bajo el régimen de Bin Ali pasó por un proceso de modernización y rápido desarrollo económico. Adicionalmente, el régimen ha confrontado el movimiento local islámico con una mano de hierro, y los líderes islámicos que sobrevivieron escaparon al exterior. El levantamiento popular fue financiado principalmente por jóvenes occidentales educados que fueron liderados por activistas de la oposición democrática. Este fue un levantamiento de la clase social que fue esencial para el régimen en su lucha contra el islamismo.
En contraste, en otros países árabes tales como Egipto y Jordania, la oposición democrática no tiene tanta influencia en la sociedad local, mientras que los movimientos islámicos cuentan con gran apoyo y tienen mucha influencia.
No obstante, es difícil prever el resultado de las elecciones democráticas en Túnez tras un período de tiempo tan largo de Gobierno autocrático, que prohibió al pueblo expresar sus inclinaciones genuinas. Es cierto, el líder exiliado del movimiento islámico declaró que su movimiento no presentará su candidatura en las próximas elecciones, aparentemente consciente de la dificultad de construir una infraestructura política para las elecciones en tan corto tiempo. Sin embargo, las elecciones del Parlamento podrían revelar inclinaciones islámicas que fueron ocultadas en el régimen anterior, especialmente en áreas rurales, fuera de las grandes ciudades. Esto quiere decir que las elecciones libres, de llevarse a cabo, pudieran producir un modelo de un régimen de democracia funcional o demostrar el éxito del movimiento islámico tomando poder en un país árabe, por medio de elecciones democráticas.
En cuanto a Israel, éste debe preocuparse principalmente por lo que pase en su vecindad inmediata, es decir, Egipto y Jordania. Ultimamente hay una atmósfera incierta en Egipto, por la salud del presidente Josni Mubarak. Aunque éste quiere que su hijo Gamal lo suceda, hay gran oposición en el país. No obstante, el régimen en Egipto ha logrado construir órganos de seguridad efectivos y una elite sólida que tiene interés en la continuidad del régimen.
En Jordania, que sufre de una crisis económica prolongada, hay tensión entre los residentes de origen transjordano y los de origen palestino; hay un apoyo no insignificante a los Hermanos Musulmanes e insatisfacción de las tribus transjordanas.
Parece que a corto plazo los dos regímenes están estables, pero lo que se puede esperar en el largo plazo, es de seria preocupación.
Fuente: INSS