Por Bernardo Ptasevich
Estamos inmersos en una negociación larga y difícil, una negociación que no es entre un vendedor y un comprador pero que se le está pareciendo bastante. Guilad Shalit no puede ni debe ser considerado una mercancía; es un ser humano que está pasando por un momento que no ha pensado ni aun en la peor de sus pesadillas. Le ha tocado pasar por estos terribles años en manos de quienes aun si no le hicieran daño físico le harán sentir en todo momento que van a matarlo porque Israel no cede a sus demandas, lo cual significa una interminable tortura sicológica.
Es que todos pensamos que las cosas le suceden a los demás, lo vemos como noticias e informaciones y no somos lo suficientemente solidarios cuando no nos tocan en carne propia. Nuestro soldado no fue herido o muerto en acciones de guerra sino secuestrado por los terroristas en un mundo donde el secuestro se ha convertido en un rubro más de los tantos negocios que existen.
En el mundo de hoy está aceptada esta metodología como algo corriente, se negocia como algo normal, se paga y se premia a los secuestradores como si fueran grandes y respetados empresarios. Este método ya no es exclusivo del Medio Oriente; lo están sufriendo otros países con secuestros de barcos y de personas, con extorsiones y pagos millonarios para recuperar seres humanos y bienes.
Es muy difícil negarse a pagar cuando se trata de vidas que están en juego. Se produce una lucha entre la razón y los sentimientos en la que siempre gana el corazón cuando las personas que toman las decisiones son tales, cuando lo que hay que recuperar es gente, cuando quienes tienen que solucionar el tema respetan al ser humano por sobre todas las cosas.
Si usamos solamente el razonamiento no hay posibilidad alguna de entender que podamos entregar 1.000 terroristas, la mayoría de ellos asesinos para recuperar a Shalit. Si usamos solamente la lógica sabemos que estamos liberando personas que potenciarán nuevos secuestros, nuevos ataques terroristas, nuevas muertes y destrucción.
Desde ese punto de vista es absolutamente negativo el canje propuesto y está claro que Israel perderá muchísimo a la vez que ganará por el regreso a casa de nuestro soldado. El precio no se puede ponderar de antemano por las consecuencias futuras.
¿Qué pasará si en una semana, mes o año secuestran otro soldado, o la gente liberada mata israelíes en atentados? ¿Cual será nuestra respuesta en ese momento? ¿Volvemos a negociar? ¿Volvemos a pagar? ¿Qué les entregaremos entonces? Es una espiral sin fin, una rueda que nunca va a terminar.
El acuerdo por Shalit no incluye la garantía de que no se producirán nuevos secuestros ni nuevos atentados, lo cual es casi imposible de implementar sin contar que esa opción no es de interés de los terroristas. Tenemos que saber que si canjeamos a Shalit por los presos que piden, Israel pierde, seguro que pierde, y si no lo hacemos Israel también pierde.
Quiero que se libere a Shalit, todos lo queremos y vamos a aceptar esta situación mal que nos pese, pero debemos saber y ser conscientes del precio que estamos pagando, no pensar que esto es un juego. Antes de esta situación ya hemos perdido, lo cual nos produce muchas frustraciones.
Que un Ejército como el nuestro, que nuestros servicios secretos y toda la estructura militar que poseemos no haya sido capaz de recuperar al secuestrado y quizás ni siquiera saber a ciencia cierta donde se encuentra y en manos de quién, nos dejará por siempre un sabor amargo.
Los terroristas están felices de que esto suceda; lograron secuestrar, guardar, esconder y no ser detectados lo cual representa un triunfo que mostrar a los palestinos. Negociaron por medio de voceros, con diferentes comisiones, países, gobernantes, y no fueron ubicados, algo que no se puede comprender demasiado. Por lo tanto perdemos si hacemos el canje, perdemos si no lo hacemos y ya perdimos por no haber logrado solucionar el tema de otra forma.
No podemos ni manejar la opción de perder a Shalit porque no fuimos capaces de hacer nada por él. El Gobierno, el Ejército y todos nosotros sentiremos que no hemos defendido a quien tuvo la obligación de defendernos y crearemos una sensación de que no somos parte de ese grupo en el que debemos ser uno para todos y todos para uno.
Abandonar a su suerte a quien cumpliendo con su cometido fue secuestrado es un acto tan inmoral como dejar miles de asesinos sueltos para recuperarlo. Estamos ante un dilema con dos opciones: la inmoralidad o la inmoralidad, y entre las dos inmoralidades me quedo con recuperar nuestro soldado. Tener presos palestinos en nuestras cárceles se ha convertido en una mala opción. Tenemos la obligación de castigar a quienes cometen crímenes, pero vemos que son el pretexto permanente para cometer crímenes y secuestros, para que los terroristas consigan apoyo de la comunidad internacional y para que la opinión pública mundial nos llene de reclamos injustos.
Estamos gastando muchos millones del Presupuesto del país para mantenerlos en nuestras cárceles asegurándoles todos los derechos y algunos adicionales. Tenemos cientos o miles de personas trabajando en diferentes áreas referentes a los detenidos, ocupamos miles de metros de edificaciones con seguridad especial que deben mantenerse en buen estado, necesitamos innumerables profesionales para defender al Estado de las acusaciones que nos hacen las a veces mal llamadas organizaciones de derechos humanos, estamos afrontando permanentes juicios que pueden producir importantes erogaciones en el futuro, debemos atender a cuanta organización desee visitarlos y hasta permitir que desde nuestras cárceles se dirijan mensajes políticos y también otros como los recientes que llaman a la resistencia a sus seguidores palestinos.
Tenemos que cuidarlos en todos los sentidos para no ser acusados de ninguna mentira que pueda generarnos problemas internacionales. Estos presos tienen en Israel más derechos que los presos por delitos comunes o infracciones menores de cualquier sitio del mundo. Si hubiese una forma de asegurarnos que no pisarán más nuestro suelo se los devolvería a todos sin recibir nada a cambio, eliminaría la presión internacional y les quitaría el arma que representan para nuestros enemigos.
Si no pisarán más nuestro territorio esos miles de asesinos sueltos no agrandarán demasiado la existencia de los muchísimos miles de asesinos que igual están sueltos y que sólo esperan su oportunidad para atacarnos. No se va a cambiar el equilibrio actual, no van a hacer crecer el terrorismo ya existente y sobre todas las cosas una decisión de ese tipo no sería un triunfo para el enemigo, porque sería una decisión política de Israel que debería desembocar en un aumento importante del apoyo internacional a nuestras otras demandas.
Si a alguno de ustedes les resulta repugnante la idea, debo advertirle que a mí me pasa lo mismo. Sin embargo, Israel debe fijar pautas claras. No nos interesa anexar territorios, no nos interesa gobernar a los palestinos, no nos interesa tener presos palestinos en nuestras cárceles, no nos interesa expandir nuestro territorio.
Nos interesa la paz pero seremos implacables en defendernos. Si las pautas están claras y damos algunos pasos que no se produzcan por la extorsión directa de los palestinos, de otros terroristas o de sus mensajeros, nada podrá beneficiarnos más. Tomar la sartén por el mango y recuperar la iniciativa perdida. Hace ya demasiado tiempo que actuamos por reacción y no por acción, hace mucho tiempo que respondemos a las demandas, que no provocamos ninguna acción que afecte en forma negativa a nuestros enemigos y mucho menos alguna que nos conduzca hacia la paz.
Porque convengamos que hasta las Guerras del Líbano y Gaza fueron provocadas por ellos, no fueron acciones decididas por Israel para que se produzca tal o cual consecuencia. De hecho los resultados son pobres, Hezbollah sigue armándose a la vista de la ONU, el Hamás continúa tirando de vez en cuando sus cohetes pero sobre todo acumulando material bélico, construyendo cada vez más túneles y ampliando su poder de tal forma que el sector moderado de los palestinos no tiene incidencia alguna sobre los acontecimientos.
Traigamos a Shalit de una vez por todas al precio que sea necesario y consideremos en el futuro alguna forma de vaciar nuestras cárceles para ponernos en una posición internacional fuerte que nos permita tomar decisiones importantes en el resto de los temas. Tomemos conciencia que de todos modos los presos se irán marchando en esa espiral de secuestro, canjeo, secuestro, canjeo, y eso nos dejará cada vez más débiles. Quedará por resolver que se hará con quienes cometan nuevos atentados o crímenes y será imprescindible tener bien claro un sistema de tolerancia cero para que no volvamos a tener esos hoteles llenos de gente indeseable.