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Israel no es un mito, es una realidad
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Por Jorge Gon
Los problemas y las cuestiones del presente ejercen una influencia definitiva sobre los temas que preocupan al historiador, al politólogo, al investigador social.
La historia del sionismo realizador no "goza" de la atención que se merece. Pareciera que las tensiones políticas entre Israel y sus vecinos dirigen la atención sobre la política sionista y mundial relacionada con el Medio Oriente, las guerras de Israel centran la mirada en el conflicto del Medio Oriente y sus ramificaciones; los conflictos intercomunitarios en Israel hacen enfocar la investigación en sus raíces, y en las características particulares de cada comunidad.; el aumento de la influencia de grupos religiosos sionistas y ultraortodoxos, dieran como fruto el intento de revisar el papel jugado por los grupos en la historia de Israel desde los comienzos de la inmigración sionista hasta nuestros días.
La historia de la realización sionista es en gran medida la historia de un esfuerzo colectivo del Pueblo Judío en esta época de énfasis en el individualismo y el logro particular, ello contribuiría a la escasa atención que despierta el tema. O quizás por el mero hecho que a más de cien años de su iniciación, la obra sionista ya ha sido consumada. Sus logros son cientos, sus fracasos son temas olvidados, el resultado se toma como sobreentendido. Entonces, ¿para qué preocuparnos de ello?
Nosotros consideramos que la obra colectiva de la realización sionista merece ser estudiada y recordada antes que nada porque fue iniciada por pocos en nombre de muchos. Ellos fueron los iniciadores de una revolución, personal y colectiva. Revolución que se destaca por su unicidad en varios aspectos:
Martin Buber: El sionismo – un intento que no fracasó
En el Sionismo confluyeron las ideas y las experiencias de muchos pueblos y estados de la era moderna, pero en condiciones mucho más difíciles. El Sionismo fue un movimiento de liberación nacional desconectado de su tierra. Fue un movimiento inmigratorio sin los amplios espacios que la Argentina y los Estados Unidos conocieron. El movimiento sionista aspiró a crear una sociedad distinta, mejor y más justa, como lo quisieron otros movimientos revolucionarios, con la diferencia de que el sionismo tuvo que crear todo desde el comienzo. Por ello también tuvo que pasar por una revolución personal: la creación de un nuevo individuo judío, conectado con la tierra y con el futuro. Por ello, la revolución sionista también implica una negación total del pasado diaspórico y una idealización del pasado israelita, cuando el pueblo existía en profundo arraigo con su tierra.
La obra constructivista sionista se caracteriza también por su éxito, o al menos, como lo señaló Martin Buber, por ser un intento que no fracasó.
Dado que el tema de este artículo es el nexo entre los judíos y la Tierra de Israel utilizaremos como algo obvio el concepto "Eretz Israel" (Tierra de Israel).
Los fundamentos ideológicos del sionismo realizador ("Magshim")
El sionismo es entre otras cosas, un movimiento de renacimiento nacional cultural, cuyo propósito es rescatar al Pueblo Judío de la asimilación. Es también un movimiento político, que luchó por el derecho de autodeterminación de los judíos, y es un movimiento de reconstrucción nacional, de Hagshamá personal y colectiva cuya meta principal es crear para el Pueblo Judío las bases de una sociedad normal.
El marco temporal de las mismas es el período que va desde el tercio final del Siglo XIX hasta nuestros días.
El Sionismo es un fenómeno sin parangón en la historia de los movimientos nacionales. Para poder liberar a su patria, tuvo la necesidad de crearla. Y por ello fue ante todo, un movimiento de retorno a la patria. El retorno fue ara el Sionismo la condición primordial para la liberación nacional. Y para ello tuvo que construir también la base económica de su existencia.
Para poder realizar las reformas sociales a las que aspiraban también otros movimientos nacionales, el Sionismo tuvo que llevar a cabo una revolución anterior: convertir a la sociedad judía en una sociedad en trabajo, en una sociedad productiva, que posee la capacidad de autoabastecerse.
La existencia de una sociedad productiva fue una condición sine qua non de la existencia nacional; una sociedad dotada de la capacidad de subsistir sin depender de otra, o sea, la construcción social fue un prerequisito de la construcción nacional.
Los primeros pasos concretos del Sionismo fueron dados por el movimiento "Jivat Tzion" en Rusia, surgido de las ideas nacionales judías desarrolladas a mediados del siglo XIX y de los pogroms antisemitas de fin de siglo (aunque los pogroms de 1881 condujeron más que nada a la emigración masiva – que duró hasta 1914 – especialmente a los Estados Unidos, y a otros países como Argentina, Canadá, etc).
Hacia Eretz Israel fue empujado un grupo pequeño. Mejor dicho, atraído por otra idea que la de solucionar los problemas inmediatos que aguzaban a los judíos: persecuciones, pobreza y desigualdad económica y social.
Las ideas esenciales de Jivat Tzion pueden ser resumidas del siguiente modo:
El retorno paulatino a la Tierra de Israel: El movimiento Jivat Tzion creía que el Sionismo sería un proceso continuo y prolongado de retorno. El proceso en sí es lo importante y está dirigido al retorno a la patria ancestral del Pueblo Judío. Sin la patria histórica el Sionismo no tiene ningún significado.
Existe una unidad nacional en el seno del Pueblo Judío: En una época en que el factor religioso estaba en decadencia, en que el pueblo judío carecía de una base territorial, de un lenguaje común y de un marco político común, la unidad del pueblo se manifestó a través del proceso de renacimiento nacional y de un movimiento nacional que apuntaba a la patria histórica. El renacimiento nacional comprendía también el renacimiento del idioma y la cultura hebreos.
El principio del trabajo hebreo: Jivat Tzion elevó al grado de principio fundamental la productivización, a través del trabajo de la tierra como condición previa a lar renovación nacional y a la mejoría del individuo. Estos son los principios en los que se basa la idea de la Hagshamá, aún si el concepto no fue recordado con ese nombre.
El concepto de productivización fue desarrollado por el Iluminista Judío de fines del siglo XVIII y principios del XIX. Jivat Tzion lo "nacionalizó" y lo convirtió en el principio del trabajo hebreo en Eretz Israel.
Los principios anteriores confluyen en el principio del activismo nacional. Jivat Tzion pretendió romper con las normas de la pasividad judía – la de esperar la llegada del Mesías, o de vivir pasivamente bajo la sombra de un régimen extraño – y crear una nueva norma activa: la de la aliá (retorno, ascenso) a la Tierra de Israel y la creación de una sociedad productiva.
Con la aparición de Jivat Tzion, podemos notar algunas controversias importantes, tanto ideológicas como prácticas.
La primera sería la definición de una meta nacional concreta: asentamientos en Eretz Israel (sin fijar su ritmo y sus dimensiones). Jivat Tzion fijó el destino nacional y geográfico del Sionismo.
Teodoro Hertzl
La segunda contribución fue definir el vínculo absoluto entre el movimiento nacional judío y la patria ancestral del pueblo judío. Cuando con la aparición del sionismo político de Hertzl y la creación de la Organización Sionista Mundial, el movimiento de Jivat Tzion se diluyó en sus filas, pero siguió siendo el factor determinante que mantuvo viva esa idea. Jivat Tzion hizo que la idea más imaginaria se convirtiera en la única viable.
Los éxitos de Jivat Tzion son más tangibles en el plano ideológico que en el práctico. Como movimiento, sus logros fueron escasos. Pero no hay dudas que sus logros ideológicos, o mejor dicho las semillas ideológicas que sembró, arraigaron profundamente.
Algunas observaciones acerca del concepto de Hagshama
En hebreo, el término Hagshamá significa literalmente realización, concretización.
En la ideología sionista, el concepto de Hagshamá está íntimamente ligado con la realización del objetivo principal de todo sionista: la Aliá (lit: elevación) o inmigración a Eretz Israel. En el acto de aliá se concreta (o realiza) el ideal sionista.
Aliá y Hagshamá se convierten en este sentido en sinónimos, o por lo menos términos que se complementan.
En la Primera Aliá (1882-1904) la Hagshamá a través de la Aliá se combinó con el ideal del trabajo de la tierra. Hagshamá es entonces Aliá ve itiashvut (inmigración y colonización).
La contribución de los pioneros de la Primera Aliá al concepto de Hagshamá se centra en la elección de la colonización agrícola y el trabajo de la tierra como el vehículo de la Hagshamá personal y del pueblo todo. Pioneros (jalutzim) son aquellos que van adelante, marcando el camino a seguir.
Es importante destacar el enorme contenido de idealismo que guió a toda esta generación. Idealismo que quizás en nuestra época parece anticuado e irrelevante, pero que fue sin duda el motor que movió a la acción, a pesar de las enormes dificultades con las que tuvieron que medirse: la inexperiencia del país y su gente, la falta de inseguridad y las condiciones físicas y económicas primitivas. No hay duda que estaban guiados por un sentido histórico y sus acciones inauguraron una nueva época histórica.
Durante la época de la Segunda y Tercer Aliá, en las primeras décadas del siglo, el concepto de Hagshamá se centró en la creación de una sociedad justa y normal, cimentada en el ideario socialista.
En realidad, el concepto de Hagshamá se desarrolló en torno a la idea del Kibutz y la colonización cooperativa. Más aún: los pioneros de la Segunda, y especialmente los de la Tercer Aliá, son los que desarrollaron el concepto de Hagshamá y nosotros lo utilizamos de una forma amplia, y en cierta medida anacrónica, al extenderlo a toda la obra de realización sionista.

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