Por Ezequiel Eiben
Este verano fuimos testigos de un atroz y bien financiado espectáculo. El artista invitado que dio funciones en todas partes llenando salas (y bocas atrevidas) fue el antisemitismo. Dicho de otra forma, hubo antisemitismo para todos los gustos.
Dijo con cruda razón Marcos Aguinis que Israel es judío entre las naciones. Fue justamente el conflicto palestino-israelí, que desembocó en la guerra y entrada de Israel en la Franja de Gaza, lo que despertó ese tan arraigado antisemitismo, siempre latente, nunca dormido. La decisión del Estado judío de defenderse contra aquellos que amenazan su existencia fue lo que desató la oleada antisemita en Argentina y muchas partes del mundo.
Y aunque suene temerario o arriesgado, hay que decirlo: el carácter judío de Israel despierta odios inconmensurables que se transmiten en protestas, y que más violentamente se manifiestan en marchas agresivas y ataques.
Se buscaron muchos motivos, se mintió descaradamente, se disfrazaron información y posturas. Nos estamos acostumbrando a ese enfoque moderno de quien es antisemita e intenta disimularlo para no quedar demasiado mal: el antisemitismo que ahora se disfraza de anti sionismo, pero no nos logra engañar a aquellos que nos tomamos las cosas de manera personal, como corresponde para un judío, y que de esta forma logramos descubrir ocultos de- signios en manifestaciones que aparentan ser meramente políticas.
Porque una cosa es no estar de acuerdo con algunas decisiones del Gobierno de turno israelí, y otra es cuestionar su inalienable derecho a existir.
Las voces que claman que Israel no debería existir, que Israel usurpó lo que no le pertenecía, son voces antisemitas. Son voces que no quieren que los judíos tengan su Estado. El espectáculo morboso que se vivió en Argentina, claro reflejo de la decadencia moral, de la falta de ética y de la ignorancia aberrante que azota al país, fue fiel muestra. Uno se pregunta: ¿cómo pretenden que le creamos a esos antisemitas que saltaron a las calles con pancartas que sólo son anti sionistas, cuando profanaron el símbolo religioso judío? Equipararon al Maguén David con la svástica, en un acto simbólico repudiable. Ellos, que dicen ser anti nazis, son anti judíos.
El símbolo de la religión que profesa la creencia en el Dios todopoderoso, el amor al prójimo, el compromiso y la solidaridad social, resulta ser que es puesto con un signo igual a una svástica, el escudo de un régimen feroz, esclavista, asesino, totalitario, fundamentalista y despiadado.
La postura antisemita anti sionista que se vio en esas pintadas, en las manifestaciones, y en las marchas por las calles de Buenos Aires, Rosario, Córdoba y demás, es la de principalmente muchos que no estaban precisamente allí. Son las ideas de dirigentes, políticos y odiadores que financiaron las marchas, que compraron la ignorancia de los que realmente portaban las banderas. El ejemplo que produjo igual gracia que indignación por ser el colmo de la chanchada política y moral, fue cuando le preguntaron a uno de los manifestantes que marchaba contra la AMIA acompañado por personas vestidas como terroristas y flameando banderas de Hezbollah, por qué estaba allí. Éste respondió que no sabía nada, simplemente le habían pagado 200 pesos. Gracioso, indignante.
Pero las ideas de otros que marchaban, independientemente de los financistas, no se quedan atrás. A los piqueteros de Quebracho, simpatizantes del terrorismo en Oriente Medio, no les agrada lo que tiene que ver con el judaísmo. No solo recurren a la violencia, sino también a las injurias y calumnias, a las mentiras descaradas. Fernando Esteche mintió que “Hermanos de Memoria Activa los acompañaban en su acto contra la sede judía”. Y he ahí precisamente otro signo de antisemitismo y de querer escrachar a los judíos no sólo en repudio a la política de Israel, sino también por ser judíos: dirigir un acto contra la Mutual, que no es la Embajada del país.
Ni que hablar del escrache a Elztain, el empresario al que le pintaron la puerta de su hotel insultándolo en su condición de judío.
Los antisemitas se agarraron de la excusa de protestar contra Israel para ventilar su odio contra los judíos. El caso Venezuela es de gravedad. Irrumpieron en una sinagoga, sometieron a los guardias, permanecieron horas dentro destrozando todo. En fin, otro daño material y moral en contra del pueblo judío.
Las leyendas de “Judíos: vuelvan al ghetto” recorrieron las ciudades de un país que, por culpa de su presidente aspirante a dictador, va camino a ser considerado o mejor dicho ya es considerado un lugar peligroso para los judíos y uno de los polos actuales del antisemitismo mundial. Las despotricaciones de Chávez en contra de Israel y sus comentarios filosos para con la comunidad judía de su propio país no hacen más que demostrar que es un caradura protegiendo su negociado político con el régimen de Teherán.
Una persona que verdaderamente busque la paz y la justicia social, que reivindique a las clases bajas y pelee por los que menos tienen, ¿puede ser tan hipócrita de criticar a Israel y apoyar abiertamente a Irán? Si no somos ilusos, sabemos que no se podía esperar otra cosa del aspirante a dictador.
Cómo iba él a defender la única democracia en Oriente Medio mientras tiene semejante oferta de Ahmadineyad, el aspirante a asesino nuclear, sometedor de su propia gente a un fundamentalismo con peores castigos que los de la época medieval. Así es obvio que tanto Hugo Chávez como Evo Morales echen a los embajadores de Israel en Venezuela y Bolivia y corten sus relaciones diplomáticas con el Estado judío. No les gustan los judíos, y se sienten atraidos por quienes pretenden su exterminio.
Igual, ese progresismo que supuestamente activa en pos de la causa palestina (cuando acabamos de ver que en casos concretos es netamente anti israelí, antisemita y pro dictatorial) no es sólo rasgo común en Venezuela y Bolivia.
Si en Argentina no teníamos suficiente con grupos como Quebracho que activan defendiendo intereses de terroristas orientales, observamos como casi toda la izquierda parece olvidarse de Hamás cuando se habla de Gaza y solamente se dedica a descalificar a Israel. La izquierda argentina empapada de antisemitismo reconoce a la causa palestina como propia, traslada los conflictos de Oriente Medio al territorio argentino y ataca a las instituciones judías.
El rabino Sergio Bergman exclamó en una entrevista concedida a La Nación que esos que querían activar por el conflicto en Oriente Medio debían viajar allí, y no causar en Argentina los revuelos que hicieron, porque en territorio nacional según el preámbulo se debía consolidar la paz interior. Esas palabras, sobre todo paz interior, no creo que puedan ingresar a oídos como los de Luis DElía, el vocero del terrorismo en Argentina, a quien le da lo mismo apoyar a Hamás, Hezbollah, Irán o cualquiera con tal de que la causa sea en contra de Israel.
Aparte de ser antisemita, es ejemplo de los personajes de la izquierda que si quisieran ser de izquierda no podrían transar con los más cerrados y grotescos fundamentalismos. Pero bueno, se sabe que DElía es un agarrado del poder; hoy su negocio está ahí y mañana estará en otro lado. Por algo hizo movilizaciones con Esteche y con el ex dirigente montonero Roberto Pernía contra la Embajada de Israel.
Una de las principales fuentes de vida que reciben estos dirigentes, además de plata de políticos y del Gobierno propiamente, es la publicidad de los medios tendenciosos comprados por el oficialismo o por ellos mismos, para hacer de su supuesta causa palestina, una verdadera afrenta contra los derechos humanos de la comunidad judía argentina, que sufre discriminación, que ve en peligro su seguridad, que se quiere sabotear el funcionamiento de sus instituciones.