Por Jaime S. Dromi
A mis estimados oyentes y lectores, todos amigos míos: Jodesh tov, Shavúa tov y Shalom Aleijem, un buen mes, una buena semana y que la paz sea con vosotros.
Antes de que en 1922 Kemal Ataturk comenzara la gran revolución que convirtió a Turquía en un país laico y moderno, en los años del fin de la Primera Guerra Mundial, cuando el Imperio Otomano, después de 400 años de hegemonía fuera destruido; en los años entre 1915 a 1922, los turcos cometieron uno de los crímenes más grandes de esa época, el terrible genocidio de los pobres cristianos-armenios que vivían en ese país. Un millón y medio de personas fueron cruelmente asesinados para solucionar el problema armenio.
Los turcos aún hoy no quieren reconocer el crimen cometido y no les han dado a los sobrevivientes ninguna compensación, ni por las vidas perdidas, ni por los bienes robados. Miles de armenios fueron quemados vivos en las iglesias donde fueron encerrados porque eran cristianos y quemados vivos, como sucedió en Irak la semana pasada, preludio desgraciado del Holocausto judío, cometido por las bestias nazis durante la 2a Guerra Mundial, donde eliminaron a seis millones de judíos.
Tanto como todo el pueblo alemán sabía que es lo que hacían a los judíos en Dachau, a pocos kilometros de Munich, en Auschwitz y Birkenau y en docenas de otros campos, donde sistemáticamente asesinaban a los judíos, especialmente ancianos, mujeres y niños, con gases o a golpes, después de cometer en ellos las más espantosas penurias con las terribles pruebas médicas para ver cuanto aguantaban hasta morir, sin ninguna anestesia. Así también sabían los turcos lo que el ejército turco hacía a los cristianos, pero eso, para ellos, no era tan horrible como lo vemos nosotros, porque como musulmanes sinceros, creyentes en el Corán, ellos hacían lo ordenado por el profeta Mohammed “matad a todos los (no islámicos) porque son infieles, en especial al pueblo del libro (cristianos y judíos)”.
Ahora el Presidente Obama quiere que Israel tenga fe en ese grupo que se hace llamar pueblo palestino pero que simplemente son árabes, parte de la "Umma", cuya mayoría son matones musulmanes adiestrados desde pequeños para asesinar a los judíos, pero no sólo a ellos, ya que los cristianos están en la misma lista. Fue muy intuitiva la idea de Obama de hablar a los musulmanes desde Al-Azhar en Cairo halagando a los islámicos, saludándolos en árabe, diciendo cuanto se alegraba de oír los llamados desde las mezquitas llamando al rezo lo que le recuerda su niñez y afirmando que América tiene sangre islámica corriendo por sus venas.
El pueblo judío le agradece enormemente al Presidente Obama su dedicación en darles consejos de como hacer y mantener la paz en Israel, pero sostienen que ellos mismos sabrán como hacerla y como mantenerla y aprovechan la oportunidad para aconsejarle que él aprenda a mantener la paz, la justicia y la democracia en su propio país, en los Estados Unidos, antes de que dejemos de ser la potencia mundial que éramos hasta ayer.
El Estado Judío no tiene muchos amigos en el mundo y por eso hace esfuerzos supremos para mantener sus relaciones internacionales en una situación por demás impecable, pero cuando los ofenden y se le suben a la cabeza y cuando están allí, comienzan a martillar, debe responder. Hace unas semanas que la UNESCO, por una moción presentada por siete países islámicos, decidió que el Monte Moría, el lugar más santo del judaísmo, debe considerarse como mezquita islámica y lo mismo con la Tumba de Nuestra Madre Rajel, la madre de Josef el virrey de Egipto y de Benjamín, el menor de los hijos de Jacob y parte de los fundadores de las Doce Tribus, todos ellos son la nación judía y parte de la Biblia. Pero, de acuerdo a la mayoría de la UNESCO, la Tumba de Rajel va a ser llamada mezquita árabe.
Esta UNESCO se atreve a ni siquiera mencionar que estos dos lugares son los más sagrados para el pueblo judío y, para los que no lo saben, permítanme contarles que el Monte Moría, donde estaban los dos Grandes Templos judíos, el primero que fuera construido por el Rey Salomón y luego destruido por Nabucodonosor y el 2o construido en el mismo lugar bajo la dirección de Esdras y Nehemias, financiado en parte por el rey Ciro y destruido por los romanos en el año 72 de la E.C., repentinamente se convirtió en santo para el Islam debido a un sueño de Mohammed.
Se cuenta que en ese sueño Muhammad cabalgaba en su mitológico centauro alado al-Burak, acompañado por el Ángel Gabriel, en una noche muy agitada, ya que Gabriel le enseñó a Mohammad (que era analfabeto) a leer y escribir, volaron de Meca a Medinah y de allí al lejano templo (a Jerusalén no se la nombra) y luego al cielo, pero aunque dicen que Muhammad soñó eso en el séptimo siglo de la Era Común y el Gran Templo judío que estaba en el Monte Moriah ya había sido destruido y quemado por Tito, el hijo putativo de Vespasiano, el César romano y la mezquita de Al-Aksa (que en árabe significa “la lejana“), fue construida en el siglo VIII, años después de la muerte de Mohammed, todo fue solamente un sueño. Quisiera que quede en claro que el profeta Muhammad (Mahoma) NUNCA VISITÓ JERUSALÉN. Es así como el mundo se comporta, no importándoles ni la Biblia, ni las tradiciones judeo-cristianas, sólo un sueño de Mohammed, es la base de toda esta ideología que llaman religión.
Antes de terminar quiero recordarles la extraordinaria novela escrita por mi hermano Néstor Osvaldo Rodríguez: “Regresaré en el tiempo” y, así como hay novelas históricas, ésta es una novela filosófica que levantará muchas olas literarias en un futuro cercano y que se encuentra ya en la librería Universal de Miami.
Me encanta contarles todo esto a ustedes, pero el tiempo es corto, así que por hoy los dejo. Este es Jaime Dromi que les desea tengan una buena semana, un excelente mes y, si D’os lo permite, nos encontraremos nuevamente el próximo domingo en este mismo lugar. ¡Shalom!