Por Juan M. Dircie
Quien tenga mínimos conocimientos de cómo llevar adelante una negociación, entiende que uno de los principios básicos para lograr un resultado positivo frente a la otra parte que anhela también alcanzar los suyos, es estar dispuesto a hacer ciertas concesiones. Es decir, si tengo la voluntad de alcanzar un acuerdo, entonces debo estar dispuesto a ceder en algunos puntos, con el fin último de lograr mi objetivo final. El desenlace deseado será entonces emerger de la mesa de negociaciones habiendo obtenido el mejor resultado posible, sin sacrificar mis principios esenciales. Este concepto se conoce en latín como “quid pro quo”.
Es importante aplicar entonces este razonamiento a las actuales negociaciones de paz que se realizan entre palestinos e israelíes, para poder analizar las razones por las cuales se ha llegado al estado actual de estancamiento, donde el liderazgo palestino de Al Fatah amenaza con retirarse de la mesa de negociaciones y cerrar de esta manera una vez más el camino a una eventual solución pacífica del conflicto.
En el año 1947, las Naciones Unidas aprobaron la Resolución 181 que proponía claramente la división del Mandato británico en dos estados, uno judío y el otro árabe, como respuesta al reclamo de dos pueblos que exigían el dominio de un mismo territorio común. Es decir: un estado judío reconociendo así la demanda del pueblo judío a su patria histórica (recordemos que 1/3 del pueblo judío había sido aniquilado durante los nefastos años de la Shoá), y un estado árabe para dar respuesta al reclamo de los árabes, que exigían su derecho a controlar la tierra.
Lamentablemente, durante las siguientes décadas tanto el liderazgo árabe como el palestino se opusieron a esta fórmula y recurrieron a la vía violenta, a través de guerras, atentados terroristas en todo el mundo y ataques de todo tipo. El claro objetivo era obtener la aniquilación del Estado de Israel y negar el legítimo derecho concedido por la comunidad internacional a la existencia del Estado judío en su tierra ancestral.
El 25 de Noviembre de 2009, el gobierno israelí, adoptando una posición sin precedentes, y cuyo principal objetivo era impulsar las conversaciones de paz, anunció unilateralmente el congelamiento absoluto de la construcción en todos los territorios de Cisjordania (la ribera occidental del río Jordán) por un período de diez meses. El resultado de esta iniciativa se demoró en llegar, pero en septiembre de este año, y con el respaldo del Presidente Obama y de figuras claves de su administración, Mahmud Abbas, Presidente de la Autoridad Palestina, accedió a participar en una nueva ronda de negociaciones.
Cuando nuevas expectativas se habían generado, lamentablemente una vez más el liderazgo palestino, como lo viene haciendo una y otra vez desde colapso del Tratado de Oslo, no fue capaz de afrontar el desafío con la valentía necesaria y no formalizó ninguna propuesta constructiva que permitiese avanzar en una solución negociada.
“Hacen falta dos para bailar el tango”, dicen en mi Buenos Aires querido. Si no, no hay tango. Si no hay interés de parte de los dirigentes palestinos de negociar con el ánimo de hacer concesiones, entonces por mejores que sean las intenciones o concesiones que realice Israel, nunca se va a poder avanzar y lograr un verdadero proceso de paz.
En una reunión privada mantenida durante estos días con un Ministro del Gabinete Israelí de visita en Miami, tuve la oportunidad de escuchar una respuesta contundente de su parte ante mi pregunta sobre el éxito de la presente ronda de las conversaciones de paz: “Optimista no soy”, dijo, “pero no obstante ello, prefiero apostar a la paz y equivocarme”.
Sin un verdadero compromiso a negociar de parte del liderazgo de la Autoridad Palestina, es decir a conceder y a recibir, a entregar un poco para obtener algo, a realizar un auténtico “quid pro quo”, lo único que se logrará es perpetuar el “status quo” en detrimento de ambos pueblos.
Vice Director del American Jewish Committee (AJC) de Miami y Broward.