Por Elías Farache S.
Con una sensación de agradable sorpresa, leímos hace pocos días que Raúl Castro, gobernante de Cuba, encendió la "Janukiá" en lo que queda de la comunidad judía de ese país. Agradecidos y reconocidos que somos los judíos, este gesto nos llena de satisfacción.
Janucá es una fiesta judía muy interesante, desde el punto de vista histórico y de lucha contra imperios y dominaciones. Se celebra que una "colonia" muy pequeña, la de Judea de ese entonces, se alzó contra Antíoco Epifanes y su poderoso ejército greco-sirio. Este rey era lo que quedaba de ya un decadente imperio griego, empeñado en dominar a los judíos no solo territorialmente, sino imponiéndoles severas restricciones y prohibiciones respecto al culto religioso. Los macabeos, se alzaron en armas. Lograron la independencia y rescatar el Templo de Jerusalén.
Al rescatar el Templo, a los efectos de encender el candelabro o "Menorá", no encontraron aceite puro. Solo la medida para encender un solo día. Milagrosamente, este pequeño jarrito de aceite puro, duró ocho días. Así pues, hasta el día de hoy, los judíos celebramos Janucá (inauguración), para recordar la reinauguración del templo y el milagro del aceite que duró ocho días.
Subyace en la celebración, la victoria contra el imperio de turno, contra la dominación de una potencia extranjera en cuanto a físico y espíritu. La victoria del bien sobre el mal, de los pocos sobre los muchos.
Que en la Cuba de nuestros días, Raúl Castro prenda las velas con nosotros (con nosotros me refiero a los judíos), nos llama la atención. Cuba es lo que quedó quizás del concepto caduco de la Unión Soviética, cuyo comunismo o ideología primaria no consideraba a las religiones ni a las prácticas religiosas de la manera más respetuosa que digamos. En buena medida, Cuba fue por mucho tiempo (¿lo es todavía?) el último vestigio del ideal soviético, y los Castro en otra muy buena medida se asemejan a la actitud de Antíoco Epifanes respecto al trato a ciertos temas relacionados a los judíos.
Hace unos meses Fidel Castro tuvo unas amables palabras para con los judíos. Hace unos días, Raúl Castro tiene este delicado gesto de prender las luminarias que simbolizan libertad, victoria de la justicia y de alguna manera, el reconocimiento de la causa judía que aboga por la libertad de cultos, el derecho a la autodeterminación religiosa y tantos otros conceptos inherentes al judaísmo. Una especie de milagro de nuestros días. Milagro que no pasa desapercibido cuando estamos en un mundo donde las noticias, con imágenes incluidas, dan la vuelta al mundo en cuestión de segundos.
El viraje de los Castro respecto a algunos tópicos que conciernen a los judíos es muy interesante. Para los judíos y para el mundo. Dan cierta pista de por donde van las cosas. Para los judíos de Venezuela, país últimamente muy ligado a la isla y sus acontecimientos, estos eventos resultan doblemente interesantes y mucho más influyentes de lo que algunos puedan pensar.
Bienvenidos todos aquellos que de buena fe encienden la llama de la verdad y la libertad, de la justicia. Y si lo hacen en los recintos de las comunidades judías… tanto más por lo que a nosotros respecta.
Janucá Sameaj (Feliz Janucá).