Paz hoy, prólogo a la paz mesiánica

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Por Rabino Iona Blickstein
Desde los comienzos de la existencia de la Nación hebrea se desarrolló la idea de la paz.
La idea de la paz está conectada en nuestras fuentes en forma absoluta con el principio fundamental del Judaísmo: la creencia en un solo D-s, Uno, Único y Singular, Rey y Soberano del universo. Según nuestra fe, no hay lugar para una guerra entre fuerzas divinas como existe en el politeísmo. Sabido es, que el poeta griego Homero cuenta que en los días de la guerra de Troya, parte de los dioses apoyaban a los griegos, mientras que los otros estaban con Troya, y según el poeta griego fueron los dioses los que pelearon unos contra otros por la ciudad de Troya.
En el Judaísmo, es imposible que ocurra algo semejante, el Santo Bendito sea, es “Ish Miljama” (un varón de guerra), y lucha contra los enemigos de Israel, pero Él es el D-s Único, que creó el mundo, y al hombre, por esa razón Su reinado, actúa a la perfección, solo en el fin de los días habrá paz absoluta entre todos los pueblos del mundo cuando se cristalice el reinado de D-s, porque si no, según el Judaísmo será imposible hablar de hacer realidad el reinado de D-s en el mundo.
El Judaísmo espera con añoranza el final de los días porque en ese tiempo, D-s hará Su Voluntad en el Mundo, y Su voluntad es ser Rey del Universo sobre todos los pueblos. Como D-s es, según nuestra fe, bueno y benefactor, y como la mayoría de la humanidad coincide que la paz es mejor que la guerra, no habrá posibilidad alguna, que irrumpa la guerra en los días de la Redención final.
La idea de la paz y la unión entre los pueblos en el final de los días, es también una consecuencia lógica de la ideología monoteísta.
La unicidad de D-s se hará realidad por medio de unificación de la humanidad, cuando todos los pueblos se unan.
La profecía de la paz entre los pueblos en el final de los días es una de las ideas centrales del judaísmo, también porque en esos días reinará la bendición a Israel, y no hay felicidad sin paz por el principio monoteísta y universal de la fe judía.
A pesar de que estos conceptos son claros y no dejan lugar a dudas nos hacemos varias preguntas:
Dijimos que la paz para el Judaísmo es un ideal tanto para el presente, como para el futuro, y que no se le puede dividir, no solo en el ámbito de la paz política, la paz entre los pueblos según el Judaísmo abarca también la paz entre los hombre.
La concepción judía opina que existe un lazo muy fuerte entre la paz de los pueblos y la paz de los seres humanos, pero cierto es que entre vecinos no faltan razones para enemistarse, como también es cierto que la paz entre los pueblos no es siempre una manifestación de buena voluntad, sino de una situación política, y de la relación de fuerza entre los pueblos, pero la Torá de Israel sabe que se puede entender el concepto de la paz a nivel limitado como a nivel amplio, aunque entendamos que la paz es “un arreglo social que depende de factores externos”, está claro que en esta caso la paz proviene de la buena voluntad de las personas.
Ninguna clase de paz que no esté basada en parte en la buena voluntad en el respeto mutuo y en la tolerancia, no perdurará por mucho tiempo, tampoco la paz que las instancias internaciones tratan de imponer desde afuera a las partes beligerantes no tendrá larga vida si no está basada en esos principios.
Una de la importantes contribuciones que el Judaísmo dió al mundo, aceptada también por la hoy civilización occidental, es el principio que dice no separar entre la justicia legal y la justicia que tiene su origen en la conciencia y en el conocimiento interno del ser humano. Justicia y compasión en el Judaísmo son muchas veces sinónimos.
Todo lector del Antiguo Testamento, puede apreciar que este no es una constitución seca, sin sentimientos, sino que al lado de leyes y mandamientos encontramos palabras de persuasión, y pensamientos morales.
Partiendo de esta actitud, entendemos como la Torá, ordena a los hijos de Israel amar a su D-s y amar a semejante en un solo respiro, estos preceptos no tienen lugar, en ninguna constitución, porque no hay ley alguna que pueda ordenar hombre a amar a su semejante. Del punto de vista del derecho puro, esto es imposible, pero la Torá no diferencia entre el mandamiento, y al verdad psicológica. Según esta verdad, se puede ordenar al ser humano, a amar a D-s y amar al prójimo, porque el ser humano tiene un corazón que sabe amar, de acá hemos de tener claro que no hay paz duradera, aunque sea temporaria, donde no hay una mínima medida de empatía y hermandad con el prójimo.
A la luz de estos pensamientos deberíamos analizar la situación actual, donde parece ser que el flagelo de la intolerancia, que mostró ya sus frutos en el siglo pasado, cuando millones de personas perecieron a manos de Hitler y sus secuaces, personas que poseían altos conocimientos científicos pero no tenían a D-s en sus corazones porque conocimiento sin D-s es la receta para el desastre, sin una moral clara no se puede tampoco sobrevivir en este mundo.
Hoy conocemos otra ideología, matar en nombre de D-s, el once de Septiembre fuimos mudos testigos de una matanza en nombre de D-s, no solo mataron dejando huérfanos, viudos y viudas, sino se estrellaron ellos mismos, diciendo alcanzar de esa manera el paraíso celestial.
Como hombres de fe, no entendemos esa teoría, nuestra respuesta ha de ser otra, preocuparnos que este mundo sea mejor, que reine el amor entre los hombres, y si el amor, la tolerancia, el entendimiento y sobre todo el amor a D-s, volverá a renacer en los corazones de los ciudadanos del mundo, estaremos seguros que habrá paz, que será el prólogo a la paz del final de los días como enseña el profeta Isaías: “Y acontecerá que en los postreros días, el monte del Casa del Señor será establecido como cabeza de los demás montes y será ensalzado sobre los callados y afluirán a Él todas las naciones… Y Él juzgará entre las naciones y reprenderá a muchos pueblos y ellos romperán sus espadas, para hacer de ellas arados”.

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