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Por Natan Zaidman
A mi memoria llega aquel primer día de clase en el antiguo Colegio Moral y Luces “Herzl-Bialik” que funcionaba en una vieja casona de San Bernardino. Transcurría el año 1951 y apenas contaba con cuatro años de edad. Al pasar el tiempo logré entender que ese día fue el punto de partida de muchas vivencias y satisfacciones, pero también de importantes responsabilidades y obligaciones. Su sistema educativo fue la antesala de mis estudios universitarios; sus fiestas y reuniones acrisolaron amistades sinceras través del tiempo, dándome la oportunidad de formar una hermosa familia y encontrar el sendero de mi imperecedera identidad judía. Su influencia invisible pero palpable, cual “violinista sobre el tejado de mi mente”, dio luz a ese compromiso comunitario que me ha acompañado desde aquel entonces hasta el presente.
La Unión Israelita de Caracas, al arribar a los sesenta años de su fundación, corona una de las páginas más hermosas de su historia. Quienes de niños asistimos a su nacimiento, somos testigos de su constante lucha por una eficiente y permanente prestación de servicios, tanto a favor de afiliados como de terceros.
Religión, educación, cultura, asistencia social, recreación, periodismo, arbitraje y servicios funerarios son algunas de las múltiples actividades que ha desplegado en beneficio de la kehilá asquenazí venezolana. Su sede principal en la Avenida Marqués del Toro ha sido el escenario de un sinnúmero de eventos que han hecho historia, y junto a su imponente sinagoga deviene en el marco referencial de la actividad comunitaria, erigiéndose en patrimonio cultural de todo el país.
Al caminar por sus pasillos nos envolvemos en un ambiente dinámico y multicolor donde lo que se respira es hermandad y compromiso, es la sede física de sus principales oficinas administrativas, así como el despacho de sus rabinos, las oficinas de la CAIV y de Nuevo Mundo Israelita. Entre sus obras cumbres debemos destacar el Colegio Moral y Luces “Herzl-Bialik”, el Cementerio Gan Menujá de Guarenas, el Beit Avot, sin dejar de mencionar al Centro Social, Cultural y Deportivo Hebraica, cuya dirección comparte con su institución hermana, la Asociación Israelita de Venezuela. Particularmente me correspondió el honor de haber formado parte de su Junta Directiva bajo la presidencia de Hillo Ostfeld de 1989 a 1992, tras haber recibido uninominalmente en las elecciones internas la mayor votación, hecho inolvidable que contribuyó a marcar de manera profunda mi compromiso comunitario.
Junto a los logros antes mencionados, debemos reconocer la dedicación de sus presidentes y directivos a través de todos estos años, así como el papel ductor desempeñado por sus rabinos y, en especial, por nuestro querido Pynchas Brener, referente nacional e internacional de la judeidad venezolana. Estoy seguro de que las nuevas generaciones sabrán estar a la altura de este titánico esfuerzo.
¡Hasta ciento veinte! ¡Feliz aniversario, violinista!
Fuente: Nuevo Mundo Israelita / www.nmidigital.com

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