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Por Carolina Jaimes Branger
"Usted me ha enseñado que se puede cambiar el mundo", le dijo una conmovida joven
La conocí hace cinco años, cuando la entrevisté por primera vez. Cuando ella comenzó a hablar, hice silencio, un reverencial silencio. Y unos minutos más tarde, cuando tuve que enviar a comerciales, la voz no me salió: las lágrimas no me lo permitieron. Y ella, entera, fuerte, valiente.
Su nombre es Gertrude Spira (en la fotografía), pero quienes la queremos le decimos simplemente Trudy. A los doce años, Trudy sobrevivió al campo de concentración de Auschwitz, y desde entonces ha emprendido una misión, "Misión Trudy" como ella la llama, de divulgar los horrores que vivió para evitar que vuelvan a suceder, en cualquier parte, en cualquier momento, por cualquier motivo.
Hace unos días, el profesor Manuel Barreto organizó unas jornadas en la Universidad de Carabobo como colofón del concurso convocado por esa casa de estudios y el Espacio Anna Frank. Las charlas giraron en torno al Holocausto y su motivo principal era dar a conocer los hechos a jóvenes estudiantes de los últimos años de bachillerato y también universitarios.
Yo tuve el honor de haber sido invitada a presentar a Trudy, quien se dirigió al grupo de cuarto año del Colegio Idea de Valencia. Los muchachos escucharon a Trudy durante casi tres cuartos de hora. Guardaron un elocuente silencio y muchos de ellos lloraron.
Trudy contó su historia sin omitir detalles. Relató cómo se llevaron primero a sus abuelos, a quienes nunca mas volvió a ver. Describió cómo ella, sus padres y hermano sobrevivieron en la clandestinidad hasta que los nazis los descubrieron porque su papá y hermano estaban circuncidados. Cómo su papá, sabiendo el horror que les venía, en el tren hacia Auschwitz les cantó, los animó y les reiteró infinidad de veces cuánto los amaba. Este amor les sirvió para sobrellevar el trauma que vivieron. Trudy narró su encuentro con el carnicero Mengele. El tatuaje del número en su brazo derecho. Describió la marcha hacia la muerte, la liberación, su regreso a casa, sin saber qué había sido de su familia.
"No siento odio" fue su frase más impactante. Los muchachos, admirados, la rodearon. Se tomaron fotos con ella. "Usted me ha enseñado que se puede cambiar el mundo", le dijo una conmovida joven.
Es verdad, el mundo se puede cambiar para bien cuando se actúa movido por el amor, como Trudy en su misión.

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