Por Mario Ablin
La intención de un constructor israelí de remodelar un hotel abandonado, en el barrio Sheik Sharaj en el sector oriental de Jerusalén, a fin de construir veinte unidades de vivienda para población judía, se convirtió en un nuevo foco de tensión entre Israel y Estados Unidos.
Según la posición norteamericana, las construcciones israelíes en Jerusalén Oriental tienen el carácter de asentamientos, con un status jurídico similar a las colonias judías de Cisjordania. El primer ministro Biniamín Netaniahu se mostró sorprendido por la protesta americana ya que Israel no se considera limitado o constreñida a suspender la construcción de viviendas en su ciudad capital unificada.
Según Netaniahu, "la soberanía de Israel sobre Jerusalén no puede ser cuestionada. La política vigente es que los habitantes de Jerusalén pueden comprar viviendas en todo el ámbito de la ciudad. No existe prohibición de que residentes árabes compren viviendas en la zona occidental de la ciudad y no está vedado a judíos comprar o construir viviendas en la parte oriental de la ciudad". Según las autoridades, el terreno del hotel de la discordia fue adquirido en 1985 por el millonario norteamericano Erwin Moskowitz, quien ha obtenido los permisos municipales para construir en el lugar veinte unidades de vivienda, tratándose según Israel de un asunto civil privado que no puede ser revertido por razones políticas.
En realidad, la situación en Jerusalén no se corresponde plenamente con la apariencia que pretende asignarle el primer ministro en sus declaraciones. La experiencia demuestra que a un residente árabe de Jerusalén Oriental le será prácticamente imposible comprar una propiedad en un barrio judío de Jerusalén Occidental, ya que la tierra pertenece a la Dirección de Tierras, quien autoriza el acceso a la propiedad de la misma sólo a ciudadanos israelíes.
Inversamente, existe un flujo continuo de compra de terrenos en la zona oriental de Jerusalén por asociaciones civiles israelíes interesadas en ubicar población judía en los barrios orientales de la ciudad.
Justamente, Moskowitz, el propietario del Hotel Shepherd, es un conocido filántropo que financia la compra de propiedades árabes en Jerusalén para la construcción de barrios judíos. En la práctica, existen actualmente decenas de viviendas habitadas por judíos dentro del barrio musulmán de la ciudad amurallada. También existen varios proyectos de construcción de barrios judíos en las zonas árabes ubicadas alrededor de la ciudad histórica. Al respecto está planeado construir en los barrios de Sheik Sharaj, Wadi Joz, Ras El- Amud, y Silwan.
Según la posición norteamericana, avalada por los países europeos, esas construcciones planificadas tienen carácter ilegal. Desde ese punto de vista, también los barrios judíos construidos en la parte oriental de Jerusalén y sus alrededores a partir de la Guerra de los Seis Días en 1967, tendrían el carácter de asentamientos ilegales. Entre ellos cabría mencionar a los barrios judíos de Guiló, Talpiot Oriental, Har Jomá, Nevé Iaacov, Pisgat Zeev, Guivat Zeev y Maalé Adumim, los cuales serían para la comunidad internacional lugares controvertidos en los cuales no deberían agregarse nuevas construcciones por parte de Israel. Obviamente, esas pretensiones de la comunidad internacional de restringir el ejercicio de la soberanía israelí sobre las zonas orientales de Jerusalén son rechazadas de plano por Israel, quien sostiene su derecho incontestable a ejercer su soberanía sobre su ciudad capital, la cual es indivisa e incluye tanto a la ciudad nueva como a la ciudad histórica amurallada y a los barrios árabes situados fuera de las murallas en la zona oriental de la ciudad.
En cualquier caso, la complejidad de determinar el destino que tendrán los barrios ubicados en la zona oriental de Jerusalén, tanto judíos como árabes, en un futuro acuerdo de paz, es nada comparado con la complejidad de encontrar una fórmula viable de acuerdo respecto a la ciudad amurallada y los lugares santos que la misma cobija. Esa área donde están concentrados los lugares santos para las tres religiones monoteístas, judía, cristiana y musulmana, suele denominarse "la cuenca sagrada".
El famoso poeta Uri Zvi Grinberg afirmó en un discurso en el primer Parlamento de Israel que el nombre Jerusalén se aplica sólo a la Jerusalén que está dentro de las murallas, donde está ubicado el Monte del Templo. En realidad, suele incluirse también en la llamada "cuenca sagrada" el Monte de los Olivos, el Monte Sión y la ciudad de David histórica. Esta zona, geográficamente reducida, es el corazón del conflicto israelí-palestino, siendo una zona muy sensible en la cual el menor incidente adquiere alcances internacionales.
Según estudios llevados a cabo por el Instituto de Investigación de Jerusalén existirían cinco posibles soluciones para el conflicto relativo a la "cuenca sagrada". La primera opción sería conferir la soberanía completa a Israel sobre todo el área relevante, con otorgamiento de una autonomía limitada a la población palestina. La segunda posibilidad sería otorgar la soberanía completa a la AP con autonomía limitada a la población judía. La tercera variante sería efectivizar un reparto del territorio entre las partes con una supervisión internacional. La cuarta variable sería el ejercicio de una administración compartida entre las partes con una supervisión internacional. La última posibilidad sería llevar a cabo una administración directa por un organismo internacional.
Cabe recordar que en la cumbre de Camp David, el entonces remier Ehud Barak estaba dispuesto a renunciar a un 50% de la superficie de la ciudad histórica y partes significativas de la soberanía israelí sobre el Monte del Templo, lineamientos que finalmente no llegaron a concretarse por el fracaso del encuentro. Según declaraciones del ex premier Ehud Olmert, en sus conversaciones con el presidente de la Autoridad Palestina, Abu Mazen, le propuso la administración compartida de la cuenca sagrada por una comisión internacional en la que estarían representadas Israel, la AP, Jordania, Arabia Saudita y Estados Unidos. Estos atisbos de "diplomacia creativa" se verán posiblemente incrementados en los meses venideros cuando se reanuden las negociaciones entre israelíes y palestinos.
En cualquier caso la mayoría de la opinión pública en Israel se opone a la internacionalización de los lugares santos, así como a la renuncia de Israel a su soberanía sobre la ciudad de Jerusalén unificada. Esos sentimientos populares marcarán los límites para cualquier acuerdo futuro respecto a Jerusalén y el Gobierno debe actuar en consecuencia.
Fuente: Aurora Digital