Los hermanos Milad y Muhamad Atrash, árabes musulmanes de la Galilea, se ofrecieron voluntariamente para defender a su país alistándose en las Fuerzas de Defensa de Israel.
La ceremonia comienza, y cuando el jefe de la brigada finaliza su discurso, los soldados corren hacia sus comandantes, familiares y amigos que están en el lugar para demostrarles su apoyo y compañía. Pero cuando llega el turno del soldado Muhamad Atrash, no busca a nadie entre la audiencia. “Mis padres querían venir, pero los convencí de que no lo hicieran”, explica. “Jerusalén está muy lejos de nuestra casa, no tenemos auto y es una hora de viaje”.
Muhamad juró por Israel, pero en vez de hacerlo sobre una Torá como sus compañeros judíos, el joven soldado recibió un Corán decorado con ornamentos de oro. Juró sosteniendo el libro fuertemente y con una sonrisa en el rostro.
Los soldados de la brigada Golani, que se enrolaron en marzo de este año, juraron lealtad al Estado de Israel y se comprometieron a hacer todo lo posible para protegerlo. Muhamad, árabe musulmán residente de Daburiya, en la Galilea, es uno de ellos, y como el resto de sus amigos está emocionado por la ceremonia. “Son muchos los sentimientos, es emocionante también porque es la primera vez en mi vida que vengo a Jerusalén”.
Tras los pasos de su hermano
La relación de Muhamad, de 18 años, con las FDI (Fuerzas de Defensa de Israel, o Tzáhal por sus siglas en hebreo) comenzó hace año y medio, cuando su hermano Milad, de 19, decidió enrolarse. “Mientras estaba en la escuela secundaria le preguntaba a mi familia por qué nosotros los musulmanes no nos enrolamos, por qué los judíos, drusos y beduinos se enlistan y nosotros no. Mi familia me explicó que los judíos se enrolan para servir a su país, que los drusos firmaron un acuerdo con las FDI, pero que nosotros tenemos un montón de movimientos islámicos que se oponen al servicio militar israelí”. Así y todo, la respuesta de Milad fue clara y contundente: “No me importa. Yo quiero alistarme en el ejército para proteger mi aldea, mi país”, cuenta.
Cinco meses después, Milad comenzó el servicio militar y llegó a su entrenamiento básico. “Como no sabía nada del ejército, hice mi equipaje como para cuatro meses. Después de cuatro días, mi comandante dijo que podía irme a casa por el fin de semana. No podía ser verdad, no sabía cómo volver a casa”, narra sobre su primera salida de fin de semana. “Dejé la base a las 8 de la mañana y llegué a casa a las 10 de la noche. Nunca había estado tan lejos de mi casa”.
Tiempo más tarde, Milad se convirtió en el encargado de integrar a las minorías en el centro de reclutamiento local del norte, proporcionando toda la ayuda necesaria para su incorporación en las FDI. Dentro de las próximas dos semanas, Milad comenzará un curso de entrenamiento para oficiales.
Al parecer, Milad le trasmitió estos sentimientos a su hermano menor. Cuando Muhamad se graduó de la escuela secundaria, pensó en comenzar sus estudios académicos, antes de que su hermano lo convenciera de que el ejército sería la mejor solución para él. “Después de algunas conversaciones con Milad, entendí que esto es lo que quiero: alistarme, contribuir con mi país”, indica.
Las piedras en el camino
Muhamad se enfrentó con algunas dificultades en el inicio de su servicio. Su hebreo era pobre, ya que nunca lo había aprendido. “En las primeras dos semanas no entendía lo que decían los comandantes, ni lo que hablaba el resto de los soldados. Había aprendido a escribir un poco de hebreo, así que escribía notas para poder comunicarme con mis compañeros. Al principio fue muy difícil, pero poco a poco lo he aprendido todo”.
Muhamad afirma que nunca durante su servicio ha enfrentado casos de racismo, y tampoco su hermano mayor. Sin embargo, ambos dicen que hacer el servicio militar les creó problemas en su pueblo. “La gente habla a nuestras espaldas”, explica Milad; “y cuando mi madre lava nuestros uniformes nos aseguramos de que lo haga en el interior de la casa, para que no sean robados”. “A pesar de todo, yo voy a regresar a la aldea con mi uniforme”, asegura Muhamad sin dudarlo. “Hasta hoy no me han hecho ningún comentario, e incluso si la gente está mirando no me doy cuenta, estoy bien con eso”.
No solo la gente de la aldea no aprecia el servicio militar de los hermanos Atrash, sino una gran cantidad de sus amigos más cercanos. “Ya no tengo amigos en mi pueblo. Todos ellos decidieron dejar de lado nuestra amistad, pero está bien. Estoy haciendo nuevas amistades aquí en el ejército. De Muhamad también se alejaron por el mismo motivo”, explica Milad; Muhamad asiente.
“Mi mamá tenía miedo al principio de que nos alistáramos a las FDI”, Milad continúa, “debido a que no estaba familiarizada con el ejército, pero vio que eso me hace feliz, así que ella es feliz. Ahora le dice a mis otros hermanos que se enlisten. Estoy tratando de convencer a mis primos también”, dice sonriendo.
“Todo el mundo tiene que hacer el servicio militar y contribuir con el país”, añade Muhamad. “No importa dónde servirán, la contribución es lo más importante. Para mí, por ejemplo, no importa si voy a servir en Judea y Samaria o en la frontera con Gaza, y tendré que enfrentarme con los musulmanes del otro lado de la valla. Estamos protegiendo nuestro país, tenemos que hacerlo, y no importa quién esté del otro lado: árabes o no, musulmanes o no. Al final, todo el mundo protege a su propia familia”.
Fuentes: Itongadol y www.idfblog.com Versión: NMI