Por Natalio Steiner
No sólo se cumplen 50 años de la creación del Estado de Israel, sino del cumplimiento del plazo de otros 50: los que Teodoro Herzl pronosticó (¿profetizó?) como plazo para la fundación de su estado para los judíos. Pero el sionismo debió recorrer un largo camino, no exento de luchas políticas sin cuartel en el seno de las comunidades, antes de su gran triunfo como visión hegemónica en las comunidades judías y en Israel. La siguiente nota es un sentido homenaje al visionario que habló de leyendas que se hicieron realidad y que, en los corazones de judíos israelíes y diaspóricos, todavía nos mira desde su balcón en Basilea.
Si mi abuelo, que era unos años mas joven que Teodoro Herzl, hubiese participado hace cien años del Primer Congreso Sionista en Basilea, hubiese podido felicitar a Herzl en húngaro y Herzl lo hubiese comprendido. Si lo hubiese saludado en ídish o hebreo, no lo hubiera entendido. Es esta una de las paradojas que le imprimen a Herzl una imagen casi misteriosa. Tomando en cuenta cualquier parámetro, él era el judío menos judío que uno pudiese imaginar. Un asimilado completo que no sólo estaba alejado de la religión judía sino de su tradición, cultura y folklore. El lenguaje cotidiano del judío le era tan extraño como su plegaria. Herzl no tenía ningún condimento judío a excepción de su sueño: "En Basilea fundé el estado judío". Sólo un charlatán podía haber escrito esto, o un profeta. La respiración se entrecorta por su desfachatez aventurera. El también conoció la fecha de sus sueños: "el estado judío surgirá a mas tardar en 50 años". En 1947 la ONU decidió el surgimiento del estado judío. Cuando sus restos fueron trasladados al cementerio israelí el periódico Maariv informaba en un título casi mesiánico: al fin llegó.
Herzl pensó, luego del caso Dreyfus, que los judíos necesitaban un estado que les sirva de refugio del creciente antisemitismo en Europa. El Holocausto se adelantó a sus deseos. De hecho, el estado judío surgió de alguna forma como consecuencia del Holocausto. El sionismo llegó tarde; llegó tarde porque pidió crear un estado para un pueblo que dejaba de existir. La particularidad del sionismo, lo que lo hacia diferente a otros movimientos nacionales es que representaba a un pueblo al que le faltaban todas las características de un pueblo, ya que el judío no tenía un lenguaje en común, una cultura en común e inclusive su vínculo histórico había quedado alejado en el tiempo. Una parte importante de los judíos no eran observantes. El antisemitismo era quizás el único denominador común de todos los judíos que lo enfrentaban.
Israel no fue el único país que surgió luego de la Segunda Guerra Mundial. India y Pakistán ya festejaron sus 50 años. En Africa surgieron por decenas, pero el sionismo fue el único movimiento nacional que creó un pueblo sin tierra que a su vez fundó un estado. Hoy se estudia la historia judía desde una óptica sionista. Esta visión nos induce a pensar que el sionismo fue un movimiento central en la vida pública de los judíos modernos. En verdad el sionismo fue un movimiento secundario, casi marginal para la sociedad judía
"La conquista de las comunidades" (la llegada al poder del liderazgo sionista) fue un proceso lento y agotador. Los movimientos religiosos, el Bund (socialismo judío), el comunismo judío, cumplieron en la vida comunitaria judía un rol mucho más activo que el del sionismo. La primera organización sionista, BILU, contó con tan sólo 14 miembros. Sin embargo, el triunfo del sionismo fue arrollador.
El judío barbado que apareció fotografiado apoyado en la baranda del Hotel Tres Reyes, hace algo más de 100 años en Basilea, fue el líder sorpresivo de un movimiento no menos sorpresivo, un Mesías sin religión, un rey sin reino, sin pueblo. El milagro que generó fue único en la historia de los pueblos. La opresión de la época, los problemas cotidianos, las tensiones y frustraciones, los sacrificios y las esperanzas vanas nos hacen olvidar el hecho que los judíos de Israel son socios de este maravilloso éxito. El estado de Israel, tal como es, con sus virtudes y defectos, es un logro formidable, el fruto de un pueblo único en su género.
Se suele citar a Herzl: "Si ustedes lo quieren no será una leyenda". En su prefacio al libro Altneuland, Herzl lo formuló en forma invertida : "Si ustedes no lo quieren, todo lo que conté es una leyenda y quedará como leyenda". Ese fue el sueño y ese judío simple, su realizador.