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Por Samuel Auerbach
El Likud es un partido de derecha de Israel, fundado en 1973 por Menajem Beguin y liderado desde diciembre de 2005 por Biniamin Netanyahu, el actual primer ministro de Israel. Obtuvo la mayor cantidad de votos en las elecciones generales del 22 de enero próximo pasado, después de unirse al partido Israel Beitenu capitaneado por Avigdor Liberman. El 30 de junio del corriente año, el partido realizó elecciones internas, cuyo resultado motivó a la prensa de Tel Aviv a publicar, entre otros titulares, los siguientes: “Netanyahu perdió el Likud”, “El Likud eligió a líderes opuesto a la solución de dos Estados”, pues según sus propias declaraciones, los nuevos líderes rechazan toda solución al problema con los palestinos que se base en la premisa “dos Estados para dos pueblos”.
Quiere decir que los nuevos dirigentes se oponen a cualquier tratado que conduzca a la creación de un estado para los palestinos en la Cisjordania, los terrenos bíblicos de Judea y Samaria, y por ende, a todo esfuerzo nacional o internacional que se haga a favor de la reanudación de las conversaciones de paz con los palestinos. Como es notorio, esa posición es diametralmente opuesta a la sustentada por su líder Netanyahu, quien por estar dispuesto a “duras concesiones”, se encuentra muy comprometido con otros partidos de su coalición y con las democracias amigas de Israel.
La historia se repite. Mientras estuvo al frente del gobierno, Ariel Sharon tuvo el mismo problema con la gente de su partido entre los cuales se encontraba como abanderado el mismo Biniamin Netanyahu, quienes se oponían firmemente a cualquier posible creación de un estado árabe palestino en el oeste del río Jordán. Pero el 21 de noviembre del año 2005, Sharon tuvo la valentía de dar un vuelco a la política en Israel al anunciar su salida del Likud antes de que fuera derrotado por los oponentes de su propio partido, para ponerse al frente de un nuevo movimiento político al que llamó Kadima.
Aunque es prematuro saber qué actitud tomará el primer ministro, es de suponer que seguirá con su política internacional como lo ha hecho hasta ahora, manteniéndose al frente de su partido sin modificar la coalición. También es probable que Shelly Yachimovich, encuentre a esta situación propicia para sacar de la oposición a su partido Avodá e integrarlo al gobierno. Sería lo ideal. La posición de Israel en el ámbito internacional con respecto a la reanudación de las conversaciones de paz, es buena. Los malos de la película en estos momentos son los palestinos a causa de su intransigencia.
Es un logro que no se debe perder, aunque las conversaciones suspendidas desde septiembre del año 2010 tarden aún más en llegar. Y si llegan debido a las fuertes presiones internacionales, seremos entonces testigos de grandes y profundos cambios en la constitución del gobierno israelí, teniendo en cuenta la inflexible heterogeneidad ideológica demostrada por sus miembros. Al margen de lo que suceda dentro de Israel, mientras la Autoridad Palestina continúe presionada por los que quieren borrar del mapa al “país sionista”, siempre habrá un “no” de los palestinos al final de las tratativas como otras tantas veces sucedió, a pesar de las desgarrantes concesiones ofrecidas por Israel.

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