Por Guido Maisuls
En ese fatídico 18 de julio de 1994 se produce el trágico y todavía impune atentado a la sede de la AMIA con sus 85 víctimas. Se cumplirá así un nuevo aniversario del “más sangriento atentado terrorista perpetrado en la historia argentina”. El ataque contra la AMIA fue el segundo atentado antisemita en el país, luego que el del 17 de marzo de 1992, explosivos destruyeron la sede de la Embajada de Israel, dejando 22 muertos y 200 heridos.
El Estado de Israel responsabilizó al Gobierno de Irán por el ataque, pero la causa judicial está prácticamente estancada, sin detenidos ni acusados, pese a estar vigente una orden de captura contra un grupo de ex funcionarios iraníes y un ciudadano libanés.
“Lo contrario del amor no es el odio, sino la indiferencia”, Elie Wiesel. Premio Nobel de la Paz, 1986.
“La esperanza de la impunidad es para muchos hombres una invitación al delito”. Pierre Villaume.
Sobre los autores de estos crímenes
El fundamentalismo es una ideología que incorpora una visión exclusiva de la verdad, es un fanatismo que hace ver el mundo, fuera de un pequeño círculo, como enemigos.
El fundamentalismo se manifiesta como una intolerancia frente a la opinión, estilo de vida o cultura de los demás. El fundamentalista no razona, no evalúa, no dialoga. (Küng).
Uno de los ejemplos más característicos de estos últimos tiempos de fundamentalismo es sin lugar a dudas el radicalismo islámico de Irán, instaurado desde el triunfo de la Revolución Islámica en 1979.
Desde entonces el poder de Irán (incluido el nuclear) se incrementa y se exporta al mundo creciente e incesantemente, proyectándose al mundo como el gran modelo de la radicalidad fundamentalista del Islam.
Hezbollah, el Partido de Dios, es una milicia islámica integrista fundada a comienzos de los 80 y solidarizada con la causa palestina. Identificada con el shiismo iraní y declarada enemiga mortal de Israel, con serios antecedentes terroristas. Tras la guerra civil en el Líbano actúa como partido político con representación parlamentaria.
“La Embajada (de Israel) y la AMIA son el paradigma del mundo que no deseamos, del país que no queremos. Frente a eso tenemos que ser solidarios, mirarnos a los ojos, y saber que la consigna definitiva es no bajar la guardia”. (Federico Luppi)
Entre la impunidad y la indiferencia
Ante tanta impunidad e indiferencia somos cada vez más las voces que se alzan para decir “basta a la muerte, basta al terrorismo, basta a la judeofobia, basta a la incitación a un nuevo genocidio”, al que ya nos tienen acostumbrados los islamofacistas de todo tipo y pelaje que pululan hoy en este complejo mundo.
Neutralicemos a todos estos provocadores violentos que pretenden importar conflictos no resueltos desde otros lugares del mundo y así alterar la paz y la armonía de sociedades completamente ajenas a sus afiebradas maquinaciones fundamentalistas.
“Ya no hay polvo ni humo en la calle Pasteur, los ladrillos uno a uno levantaron un nuevo edificio para la solidaridad y la memoria. Pero el llanto y el dolor perduran, porque aún no nos calmó la justicia. Esa por la que clamamos todos y por todos”.
Estela de Carlotto, presidenta de Abuelas de Plaza de Mayo (julio de 2005).
Ha transcurrido el tiempo, la prensa sigue inundando al mundo de comentarios y conjeturas, una extensa variedad de políticos y funcionarios públicos hacen declaraciones rimbombantes, han surgido los tradicionales revisionistas históricos que acusan a Israel y a los sionistas de todo lo malo que ocurre y ocurrió, pero la impunidad y la indiferencia todavía reinan majestuosamente y está trágicamente acompañada de un servil coro de injusticia e hipocresía.
Justicia, justicia perseguirás.