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Por Rebeca Perli
Ayer se cumplieron 67 años del Día D: el desembarco de los Aliados en las costas de Normandía, lo cual marcó el inicio del fin de la II Guerra Mundial.
La Operación Overlord, como se le conoce, se venía gestando desde enero de 1942 en un proyecto que fue finalmente encomendado al general Eisenhower quien, con el objeto de distraer la vigilancia del ejército alemán, por una parte daba órdenes secretas para llevar adelante la maniobra y por la otra anunciaba su retiro de las costas normandas mientras un operativo ficticio hacía creer al enemigo que el desembarco sería por Calais.
En los mapas de los Aliados las playas francesas cambiaron sus nombres por los de Utah, Omaha, Gold, Juno y Sword. Desde las costas de Inglaterra se remolcaron hasta las de Francia, gigantescos bloques de cemento que se sumergieron en el mar y sirvieron de plataforma por la que pasaron millares de vehículos, toneladas de municiones, y tres millones de hombres provenientes de los ejércitos norteamericano, británico y canadiense. La noche anterior al 6 de junio se lanzaron, desde 1.600 aviones, más de 15.000 paracaidistas que cubrieron la zona del desembarco. Sin embargo, a pesar del elemento sorpresa, la lucha fue larga y cruenta y solo el 25 de agosto, después de que el general Patton lograra recuperar las provincias de Rennes y Nantes, se liberó París. Al día siguiente Charles De Gaulle instaló allí su gobierno, pero pasó casi un año antes de que se declarara terminada la guerra, el 9 de mayo de 1945.
Hoy es oportuno recordar esta hazaña y rendir merecido tributo, tanto a los brillantes estrategas, como a los valientes soldados que, desde su estoico anonimato, hicieron posible la liberación de Europa del tirano opresor.

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