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Mustafa y Zejneba Hardaga, Izet y Bachriya Hardaga, Ahmed Sadik (en la fotografía).
Bosnia
En abril de 1941, cuando los alemanes invadieron Yugoslavia, Sarajevo fue bombardeada desde el aire. El hogar de la familia Kavilio fue destruido. Habían huido a las colinas cuando comenzó el bombardeo y se quedaron sin su casa. Mientras caminaban hacia la fábrica de la familia, se encontraron con Mustafa Hardaga, un amigo musulmán que era el propietario del edificio de la fábrica. De inmediato les ofreció quedarse en su casa.
Los Hardaga eran musulmanes practicantes. La familia estaba formada por Mustafa y su esposa Zejneba, y su hermano Izet y la esposa Bachriya. Según la tradición musulmana, las mujeres tenían que llevar un velo y cubrir sus rostros delante de extraños. El tener un hombre extraño durmiendo en su casa era un hecho poco usual. Sin embargo, como describiera Zejneba muchos años después, sus maridos dieron la bienvenida a los Kavilio y les dijeron que ahora serían parte de la familia. "Nuestra casa es su casa", y para demostrar este punto, las mujeres no estuvieron obligadas a cubrir sus rostros en presencia de Josef Kavilio, ya que él era ahora un miembro de la familia.
La familia Kavilio se quedó con los Hardaga por un corto período de tiempo, hasta que Josef Kavilio pudo llevar su esposa e hijos a Mostar, una zona bajo control italiano, donde los judíos estaban relativamente seguros. El propio Kavilio se quedó para liquidar su negocio. Fue detenido y encarcelado por los Ustasha. Debido a la fuerte nevada, los prisioneros no pudieron ser transferidos de Sarajevo al infame campo de Jasenovac, cerca de Zagreb, donde los croatas mataban sistemáticamente a serbios, judíos y gitanos. En vez de ello, los prisioneros con sus piernas encadenadas, tuvieron que limpiar la nieve de los caminos. Aquí es donde Zejneba vio a Kavilio. Kavilio más tarde testificó que la vio parada en la esquina de la calle, con el rostro velado en forma tradicional, viendo el sufrimiento de un amigo de la familia y con lágrimas en los ojos. Sin temor al peligro, ella empezó a llevar comida a los prisioneros.
Josef Kavilio finalmente logró escapar y regresó a la casa de los Hardaga. La familia le dio una bienvenida calurosa y lo cuidó hasta que recuperó su salud. La sede de la Gestapo estaba cerca y el peligro era inmenso. En su testimonio, Josef describió los avisos en las paredes que amenazaban con la pena de muerte a los que escondieran a serbios y judíos. Como no quería poner en peligro la vida de los Hardaga, Josef decidió huir a Mostar y reunirse con su familia.
Después de septiembre de 1943, cuando las áreas italianas cayeron bajo la ocupación alemana, la familia Kavilio tuvo que mudarse de nuevo. Huyeron a las montañas y se unieron a los partisanos. Después de la guerra regresaron a Sarajevo. Una vez más se quedaron con los Hardaga hasta que pudieran encontrar un lugar propio. Los Hardaga también devolvieron las joyas que la familia Kavilio les habían dejado para su custodia.
Fue entonces cuando se enteraron que el padre de Zejneba, Ahmed Sadik, había escondido en su hogar a un judío de nombre Papo. No sobrevivió la guerra. Fue capturado, arrestado y asesinado en Jasenovac.
La familia Kavilio emigró a Israel. En 1984 pidieron a Yad Vashem que reconociera a la familia Hardaga y Ahmed Sadik como Justos entre las Naciones. Un año más tarde, Zejneba Hardaga vino a Israel para plantar un árbol en nombre de su familia.
Cincuenta años después del Holocausto, cuando Sarajevo en 1994 estuvo bajo el ataque de las fuerzas serbias, Zejneba y su familia estaban en gran peligro. Con la ayuda del Joint Distribution Committee, Yad Vashem apeló al Presidente de Bosnia para permitir que Zejneba pudiera venir a Israel. En febrero de 1994, Zejneba, su hija, su marido y el hijo de ambos llegaron a Israel y fueron recibidos por funcionarios del gobierno, por representantes de Yad Vashem y los Kavilio. Los Hardaga habían dado refugio a una familia judía durante el período más oscuro de la historia judía. Ahora fue el Estado de Israel el que pagó la deuda y ayudó a los Hardaga en sus momentos de angustia.
Probablemente fue este profundo vínculo el que impulsó a la hija de Zejneba – Sarah Pecanac – y su familia a convertirse al judaísmo. "Es natural que yo quiera ser judía. Es un honor para mí pertenecer a este pueblo ", explicó. Ella cerró otro círculo cuando comenzó a trabajar en Yad Vashem, donde la historia de su familia se exhibe en el museo, donde las antecedentes de su familia se mantienen en el archivo de los Justos entre las Naciones, y donde su madre plantó un árbol en honor al coraje y humanidad de su familia.
Fuente: Comité Central Israelita del Uruguay

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