Por Jorge Rozemblum
Es una vocación que me viene de dentro, como un rescoldo ancestral de viejas hogueras avivadas por mis antepasados, de mucho antes que existiera ese país. Porque no hay nada mejor que saber, antes incluso de que pase algo malo, quién es el culpable: ¡Israel!
Si hay guerra civil en Siria, pongamos un ejemplo, ¿creen que es culpa de los dirigentes de las distintas facciones políticas y religiosas? No, es culpa de Israel. ¿Y lo que está pasando en Egipto? Si hasta el propio presidente de Turquía lo dice bien clarito: todo ha sido orquestado por Israel (del mismo modo que Israel estaba detrás de las protestas en Estambul de hace unos meses).
Y no crean que la perversidad de los judíos (uy, perdón, de los israelíes) solo alcanza a los países vecinos. ¿De dónde viene la crisis económica sino de las manipulaciones de los banqueros israelíes? Claro: como ellos no comen ciertas cosas, pueden especular con los alimentos. Recuerdo haber leído hace un tiempo que estaban creando bases secretas en la Patagonia y la Antártida, fuera de la vista del mundo, donde acumulaban dichos alimentos que se conservaban como en una nevera natural. Y ahora que caigo, seguramente el cambio climático y el derretimiento de los polos sea una consecuencia de las toneladas de carne de cerdo y productos lácteos mezclados con cárnicos (prohibidos por la “religión israelí”) allí acumulados.
¿Qué más pruebas hacen falta? En realidad, ninguna. Porque, como dice el insigne escritor Antonio Gala, si les pasa lo que les pasa es porque algo habrán hecho. No hacen falta razones para ser antiisraelí. Aunque no olvidamos que han ofendido a dioses ajenos y propios (hay unos judíos buenos viviendo en Israel que están en contra de su existencia porque ofende a su propio Dios), se han adueñado de instituciones como la Corona sueca (que siempre les otorga premios Nobel), o la Casa Blanca, a la que controlan a través de una organización secreta llamada “El Lobby Judío”. Lo mismo que antes tenían en su poder a los comunistas y ahora a la mayoría de los gobiernos europeos, a los que controlan por medio de altísimas tecnologías implantadas en los teléfonos móviles y las redes sociales (Facebook es obra de ellos).
Pero lo que personalmente más me inquieta es su ironía y sarcasmo a la hora de escribir editoriales como este y mostrarnos como si fuéramos antisemitas, racistas e ignorantes.
Fuente: Nuevo Mundo Israelita