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Por Moisés Garzón Serfaty
Vivir en paz significa levantarnos cada día sin miedo por nuestra seguridad personal, la de nuestros seres queridos y de nuestros semejantes en general, o la de nuestros bienes, sabiendo que hay un orden en las cosas ordinarias que la gran mayoría respeta y promueve; que la autoridad está para servir los intereses de la comunidad; que la justicia, aunque con sus errores humanos, es accesible a todos y no se puede comprar; que todos tenemos acceso a un sistema de salud y una buena educación, y que los menos favorecidos están protegidos por el sistema, que hay equidad y solidaridad.
La paz no se crea con palabras sino con hechos muy específicos. Principalmente, creo yo, hay que empezar por reconocer a nivel personal que la discordia, la persecución, la discriminación, el abuso de poder, la envidia y el egoísmo son los peores males de la humanidad.
En la mayoría de los países del planeta existen clases sociales con muy marcadas diferencias, excluyentes, insolidarias y, por lo tanto, injustas, lo que es contraproducente y atentatorio contra la paz social. El esfuerzo de cada uno, y de los gobiernos en particular, debe estar encaminado a tomar las medidas necesarias para que algún día, cuanto antes, nuestras sociedades alcancen un mayor grado de homogeneidad, que todos tengamos acceso a empleos dignos y bien remunerados, sin seres inferiores ni superiores, sujetos al cumplimiento de las obligaciones ciudadanas y beneficiarios de los derechos legales y humanitarios que nos corresponden.
Este es el camino hacia el desarrollo integral en favor de todos, requisito indispensable para poder vivir en paz y seguridad.
A pesar de los momentos existenciales difíciles que vivimos, abriguemos la esperanza de que con fe en el Todopoderoso y nuestra acción decidida y oportuna, alcanzaremos a tener sociedades más justas, equilibradas y armoniosas. Todo es posible si tenemos esa fe y trabajamos para conseguir la paz tan necesaria y deseada por los hombres y mujeres de bien. Solo así alcanzaremos la paz social y la paz espiritual.
Con este pensamiento presente, que Yom Hadín (Día del Juicio) y Yom Kipur (Día de la Expiación y del Perdón) nos sean propicios. Amén.

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