Por Paúl Lustgarten
En mayo de 1926 es asesinado en París, por Shalom Shvarzbard, el pogromchik ucraniano Symon Petliura, cuyas huestes mataron a miles de judíos en la Primera Guerra Mundial.
En febrero de 1936, el gauleiter de Suiza Wilhelm Gustloff es asesinado, en Davos, por David Frankfurter, estudiante judío de Medicina (el gran escritor judío Emil Ludwig escribió una obra al respecto titulada El crimen de Davos). Gustloff, designado personalmente por Hitler para afiliar a unos trescientos mil alemanes que vivían en Suiza al partido nazi, se ocupaba además de publicar artículos antisemitas en periódicos suizos, así como de difamar al pueblo judío.
El 7 de noviembre de 1938 Hershel Grynszpan, de diecisiete años de edad, asesina al tercer secretario de la Embajada alemana en París, Ernst von Rath, lo cual fue tomado como excusa por los nazis para desatar la Noche de los Cristales Rotos.
El primer intento de venganza de los judíos después de la Segunda Guerra Mundial fue realizado por Abba Kovner y un grupo de partisanos, que vivieron en carne propia todos los horrores nazis en sus pueblos y que perdieron a parte o toda su familia a manos de los nazis. El 1º de septiembre de 1941 los alemanes se enfrentaron por vez primera con la resistencia judía en las calles de Vilna con los partisanos formados por Kovner, quien había nacido en Sebastopol (Rusia) el 14 de marzo de 1918 y murió en Israel en septiembre de 1987. Fue poeta y miembro de la resistencia más radical, durante y después de la guerra.
Finalizado el conflicto, el acérrimo sentimiento antigermánico de Kovner no se extinguió. Estaba convencido de que los aliados no tenían intención sincera de castigar a los nazis, lo que resultó ser una realidad. Los juicios de Núremberg fueron solo un saludo a la bandera. El fiscal acusador por Estados Unidos en esos juicios dijo que había suficientes evidencias para ahorcar a la mitad de los alemanes.
Kovner viajó a Palestina donde formó un selecto grupo de comandos judíos llamados Nakam (venganza), cuyo objetivo era asesinar a nada menos que seis millones de alemanes sin importar edad, condición o sexo, aplicando la “ley del talión”, con la premisa de que todo alemán era culpable. Pretendía demostrar al mundo que asesinar judíos iba a tener terribles consecuencias para quienes lo hicieran.
Para realizar sus planes, Kovner precisaba una gran cantidad de veneno para emponzoñar las aguas de Núremberg, Múnich, Hamburgo y Berlín, ciudades emblemáticas del nazismo.
El cuartel general del grupo se estableció en París. Kovner reveló el “Plan A” solo a tres oficiales de la Haganá, quienes le negaron su apoyo. Ese “Plan A” consistía en el mencionado envenenamiento de varias ciudades alemanas, mientras el “Plan B” se centraría en los prisioneros de la SS retenidos por los aliados en campos de prisioneros, donde se envenenaría el pan que se les proporcionaba.
Los líderes sionistas tenían una prioridad distinta: la creación de un Estado judío en Palestina. El día de la venganza se posponía una y otra vez. Kovner habló con Haim Weizmann, futuro primer presidente de Israel, a quien solo le expuso el “Plan B”. Weizmann le recomendó un producto químico para ser usado en dicho plan. El 14 de diciembre de 1945, el jefe de “los vengadores” viajó en barco rumbo a Francia. El veneno iba en potes de leche condensada. Poco antes de llegar a Toulon, cuatro de los cinco miembros del equipo fueron llamados por el capitán, mientras que el quinto miembro se deshizo del veneno arrojándolo por la borda. Los jefes decidieron entonces llevar a cabo el “Plan B” de otra forma.
En el campo de prisioneros cerca de Núremberg se concentraban cerca de quince mil antiguos miembros de la SS. El pan que se hacía cada día en una panadería alemana era el único alimento no suministrado por el ejército estadounidense. “Los vengadores” se hicieron pasar por panaderos y consiguieron trabajo allí. En París, un químico judío de Milán se decidió a fabricar el veneno: dos kilogramos de arsénico sin refinar.
El 13 de abril de 1946, domingo de Pascua, “los vengadores” se ponen en movimiento. Durante la noche se dedican a pintar, con brochas untadas con arsénico, los bollos de pan. Al amanecer el pan se entrega en el campo de prisioneros. El efecto del veneno comienza a extenderse por el campo de Núremberg. Equipos de médicos estadounidenses hacen todo lo posible por salvar la vida de los oficiales de la SS que han comido el pan. Miles están enfermos, y entre trescientos y cuatrocientos han fallecido. Los aliados jamás hicieron público el número de muertos, pero a “los vengadores” aquella operación les devolvió, en cierta forma, un honor que habían perdido en los campos de la muerte nazis.
Hasta aquí un pequeño recuento de las actividades del grupo de Kovner.
Fuente: Nuevo Mundo Israelita