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Otto Gratzer, miembro de la Comunidad Judía venezolana, fue una de aquellas personas a quien se puede considerar sobreviviente de la Shoá sin haber pisado nunca un campo de concentración o haber vivido en un Guetto. Gratzer nació 29 días después del ascenso de Hitler al poder, y como niño judío austríaco sufrió las exigencias y perversidades del nazismo. En una entrevista conferida a la Revista Zajor relató sobre su niñez en Viena y de aquel viaje a “América” que lo salvó junto a sus padres de los horrores de la Segunda Guerra Mundial.
Otto nació el 28 de febrero de 1933 en Viena y es el único hijo de Hugo Gratzer, mecánico de profesión, y Estefanía Hirsch de Gratzer, ama de casa; pareja judía que procedía de República Checa y se había residenciado en la década de los 30’ en Austria.
¿Qué recuerda de su niñez en Austria?
Solo viví mis primeros cinco años en Viena, como hijo único éramos una familia pequeña, aunque cerca de mi casa vivía también una hermana de mi papá, su nombre era Rosa Tekula, quien estaba casada con un austríaco y ellos también tenían una hija única, mi prima Inge, quien hasta el día de hoy vive en Viena.
No vivíamos en un Guetto, nuestra vida trascurría normalmente, no recuerdo haber padecido ningún tipo de discriminación antes de 1938 cuando Austria es anexada a la Alemania nazi.
¿Luego del “Anschluss”, cuando Austria pasa a ser una Provincia del Tercer Reich, qué cambios hubo?
Uno de los incidentes que recuerdo es que ya obligaban a los judíos austríacos a portar una estrella de David en nuestras ropas. Yo realmente no recuerdo si yo la portaba, pero si me quedó grabado en mi memoria que un día en la calle abofetearon a mi prima, apenas era una niña, por no llevar la estrella.
¿Y cómo fue su experiencia en Kristallnacht, la Noche de los cristales Rotos?
Para ese día de Kristallnacht, la noche del 9 al 10 de noviembre de 1938, tengo una experiencia bien particular, que lamentablemente no fue así para muchos correligionarios en Alemania y Austria. El esposo de la hermana de mi papá, mi tío Franz Tekula no era judío, y el día anterior a la noche de los Cristales él sabía algo, tenía información de que algo podía ocurrir y entonces le advirtió a mi papá que se fuera para su casa, porque como mi tío no era judío, ahí no iban a hacer requisas y no correría peligro, ya que lo vendrían a buscar a nuestro hogar.
Y pues así ocurrió, mi madre y yo presenciamos cuando agentes nazis, no sé si eran de la SS o de la Gestapo, registraron nuestro apartamento tres veces ya que en tres ocasiones diferentes en ese mismo día agentes fueron a buscar a mi padre Hugo Gratzer. Mi madre, por consejo de mi tío Franz, tuvo que estar pendiente de que no nos sembraran algunas municiones o algo para acusarnos. En esa época trataban todavía de darle un carácter legal a las detenciones.
¿Cuál fue la reacción de sus padres luego de Kristallnacht?
De mucho asombro y temor.Ya para ese mismo mes, noviembre de 1938, mi papá tenía todos los documentos de la familia para poder salir en diciembre mismo. De hecho yo aún poseo copias de muchos de esos papeles y trámites legales.
Sin embargo, mi papá tuvo que pasar muchas penurias para conseguir todos los documentos necesarios, por ejemplo, muchas veces en la calle, por ser simplemente un transeúnte judío, era reclutado por horas y lo obligaban a limpiar las avenidas y caminos y muchos austríacos lanzaban más basura para que continuaran trabajando. Esto era parte de la humillación que la Austria apegada al nazismo hizo pasar a los judíos.
¿Cómo fue la salida de su familia de Austria?
Entre diciembre de 1938 y enero de 1939 nosotros fuimos en tren desde Viena hasta Hamburgo, en Alemania, donde tomamos el famoso barco Caribbean que, primeramente, llevaba como destino la isla de Trinidad, pero durante la travesía los ingleses habían prohibido el desembarque por considerarse un territorio británico, luego fuimos a Barbados y lo mismo ocurrió, no pudimos desembarcar. Recuerdo que el capitán, que era alemán, quería salvarnos y hacía todo lo posible para que pudiéramos bajar a tierra firme.
Luego llegamos a las costas venezolanas, cerca del puerto de La Guaira, y nos dijeron que no podíamos desembarcar, entonces fuimos para Puerto Cabello, pero aún no se logró nada porque para entrar a Venezuela se necesitaba visa, la cual nadie en esa embarcación poseía. Mis padres me contaron que se enviaron telegramas a EEUU y Cuba pidiendo desembarque, pero éste nunca se confirmó.
Tal era la situación que el capitán en ese momento nos dijo que teníamos que volver a Alemania, que le habían dado órdenes, y que sólo faltaba una escala más en la isla de Curazao, que este era el último intento antes de volver a Europa. Ahora sabemos -porque se han hecho investigaciones y hay testimonios- que mucha de la presión que tenía el capitán era porque en el barco había agentes de la SS disfrazados de personal y tripulantes.
¿Y cuál era la actitud de ustedes? ¿Qué decían?
En algún momento hubo personas que amenazaron a lanzarse del barco porque sabían que volver a Alemania simplemente era alargar la hora de la muerte. Sin embargo el barco tomó rumbo a Curazao.
Hay un testimonio que cuenta que un niño, no sé si era yo, le preguntó a su padre “por qué el sol estaba de este lado y ahora del otro”, y bueno en ese momento nos dimos cuenta que el barco se estaba devolviendo a tierras venezolanas, a Puerto Cabello, ya que el presidente Eleazar López Contreras había dado la orden de desembarcar. No puedo describir la felicidad que las familias judías de esa embarcación sintieron, era una nueva esperanza de vida.
¿Qué recuerda de ese desembarque?
Pues llegamos de noche a Puerto Cabello y por estar la playa en oscuridad teníamos problemas para desembarcar, no obstante muchas personas, venezolanos quienes desde un principio nos mostraron el gentilicio amable y la calidez humana, trajeron sus camiones con los faros encendidos para ayudarnos a bajar. Luego vinimos en autobús a Caracas, recuerdo que las calles eran aún de arena y que el camino era muy complicado por las estreches. Mi papá sólo llegó con 25 dólares en el bolsillo, de hecho todos estos pormenores y datos curiosos están documentados en la Unión Israelita de Caracas (UIC).
Al llegar a Caracas estuvimos tres días en una pensión y luego, por petición de la ya existente Comunidad Judía en el país, nos fueron distribuyendo en familias hebreas que estuvieron dispuestas a ayudarnos. Nosotros fuimos acogidos por un tiempo por la familia Rieber.
¿Cómo fueron sus primeros pasos en Venezuela?
Pues a tan sólo días de llegar, ese 28 de febrero de 1939, cumplí mis seis años de edad. Mi papá consiguió trabajo con una familia alemana de apellido Hauck la cual se ocupaba de traer alimentos de Alemania, ese era su negocio, y mi papá estuvo trabajando como chofer. De repente, me cuenta mi padre, el Sr. Hauck lo llama y le dice que debe despedirlo, la razón que le da es que se publicó un libro en Venezuela: la lista negra, donde estaban los nombres y apellidos de la mayoría de los alemanes considerados nazis y que el Gobierno prohibía hacer negocios con ellos, con la penalidad de ser incluido en el libro. El jefe de mi padre lo despide y le entrega unas cuantas latas de salmón, que era uno de los productos que importaba. Recuerdo que por mucho tiempo comimos salmón.
¿Y entonces?
Luego mi papá consigue trabajo en el taller mecánico de Ramella Vegas, ganando 12 bolívares diarios, que era un sueldo muy bueno, pero resulta que mi padre cae enfermo de tuberculosis, que para la época era una enfermedad mortal. Por ende mi mamá comenzó a coser. Como anécdota puedo contar que una vez le llegaron a mi mamá dos clientas para la costura, enfermeras alemanas, que las había traído el Dr. Elías Toro, quien recién llegaba de aprender una innovadora técnica para operar la tuberculosis. Finalmente, y con esta ayuda, mi papá se curó y montó un taller de mecánica con el cual se ganó la vida hasta 1978 cuando murió.
Háblenos sobre su desarrollo académico y profesional en Venezuela
Cuando yo vivía en la Casa Mampote, Maderero a Bucare No. 138, que actualmente eso está ubicado en la avenida Baralt, estudié en una escuelita llamada “República del Ecuador”. Luego nos mudamos para una casa alquilada en la Urbanización  Guaicaipuro donde completé la primaria en la Escuela Experimental Venezuela y la secundaria en el Liceo Andrés Bello. Allí me dediqué a escribir en el periódico escolar y a la actividad cultural, fui director de la Hora Cultural, que trasmitíamos los sábados por la tarde en la Radio Nacional. A pesar de mis inclinaciones humanísticas y con el desencanto de mi tutora: la Doctora Ritter, me inscribí en la Facultad de Ingeniería.
En 1956 me gradué de Ingeniero Civil en la Universidad Central de Venezuela (UCV). Por 25 años ejercí como profesor de la UCV y en la Universidad Santa María por 17 años. Desde 1972 monté mi propia empresa de proyectos estructurales y luego me dediqué a la promoción y construcción de Obras Civiles. En los años 90 fui Decano de la Facultad de Ingeniería y luego Rector de la Universidad Nueva Esparta.
¿Cómo fue su integración con Venezuela?
Pues a este país le debo todo lo que tengo. Dada la edad con la que llegue, a un mes de cumplir seis años, la integración ha sido total. En principio no puedo decir que acá hubiera discriminación hacia los judíos hasta los últimos años, donde lamentablemente surgen brotes antisemitas. En Venezuela, el pueblo siempre fue muy abierto, muy hospitalario, y las personas creo que ni sabían mucho de la persecución de los judíos en Europa, el hecho de ser judío jamás me afectó como ciudadano, como estudiante y como nada. Sólo recuerdo que estando en primer año de Bachillerato un compañero, que por cierto era de ascendencia alemana, me dijo “que cuando llegara el nazismo a Venezuela vamos a meter en las cárceles a todos los judíos”, creo que hasta nos fuimos a los golpes, pero era cosa de muchachos y claro está que este alumno no representaba el sentir popular de todos mis compañeros de clases y del pueblo venezolano, era una excepción y seguramente algún resentimiento y doctrina recibió de sus padres alemanes.
¿Cree que puede ocurrir otro evento como Kristallnacht?
Para mi Kristallnacht fue el arranque de la Shoá (el Holocausto) y por lo que veo si pueden volver a suceder acontecimientos parecidos a la Noche de los Cristales Rotos.
Esto nos obliga a estar alertas y a difundir lo que pasó hace apenas 72 años. Mi familia materna: abuela, tíos y primos que vivían en un pueblito de la hoy República Checa fueron asesinados en los campos de exterminio de Teresin, por el pecado de ser judíos. Y hoy hay hasta mandatarios que pretenden negar lo que sucedió.
Por Abel Flores

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