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Por Julio César Pineda
Esta semana se conmemoran los 75 años del inicio de la persecución contra el pueblo judío en Europa. La Noche de los Cristales Rotos quedó grabada como crimen internacional que evolucionó pérfidamente a la destrucción de toda una raza, por el solo hecho de profesar una religión diferente. La comunidad judía venezolana el pasado martes realizó un acto al cual invitaron a los sobrevivientes del holocausto que aún están en Venezuela, a la comunidad judía del país y representantes de otras religiones para no olvidar el genocidio cometido por Hitler.
Este día nos llama a la reflexión, porque nuestra indiferencia ante cualquier acto de violación de derechos humanos, a pesar que pueda darse contra grupos minoritarios, el silencio de las mayorías pasa a jugar un papel de complicidad ante hechos atroces, de los cuales nosotros mismos podemos llegar a ser parte de las víctimas en cualquier momento.
Las seis millones de judíos que fueron asesinadas durante el holocausto son una razón suficiente para condenar y repudiar este tipo de masacres en el presente, y alertar a las generaciones futuras para evitar actos genocidas en épocas posteriores, y hacia esa dirección deben trabajar los organismos internacionales, velando siempre por la paz mundial.
Es además un momento propicio, sobre todo para recordar a las miles de mujeres que sufrieron el holocausto, quienes hicieron enormes sacrificios para salvar a sus hijos, esposos, padres, ellas en muchos casos por fortuna lograron rescatar a quienes estaban en peligro entregando sus propias vidas.
Recordemos que el camino hacia el holocausto fue progresivo, el gobierno se encargó de sembrar un sentimiento antisemitista, generalizando la idea de que los judíos representaban un peligro para la sociedad alemana, considerados como “el origen de todos los males”, eran estigmatizados como un “fermento de descomposición” y “degeneración racial”.
Esta etapa fue sentando las bases para la indiferencia, el repudio y el odio de la sociedad alemana hacia los judíos, que desencadenó posteriormente el genocidio.
Las directrices del exterminio vinieron dictadas desde las autoridades estatales, usaron promulgación de leyes para legalizar los atropellos cometidos por el gobierno y no afectar su imagen internacional, tal fue el caso de las leyes raciales de Núremberg en el año 1935, bajo la justificación que venían a proteger el Honor y la Sangre Alemana.
Auschwitz ubicado en Polonia (territorio ocupado por los nazis) fue uno de los principales campos de exterminio, en el cual fueron sacrificadas alrededor de 1,2 millones de personas, los nazis consideraban a los polacos como seres inferiores y los judíos polacos como seres aún más despreciables, el mayor de todos los guetos en Polonia fue el de Varsovia.
Muchos de los prisioneros que se encontraban concentrados en los guetos morían de hambre, hipotermia, enfermedades, hacinamiento y para evitar la repercusión de tales hechos ante la opinión pública, fueron llevados a las cámaras de gas.
Dichas cámaras se construyeron con la apariencia física de habitaciones con baño y los judíos eran llevados allí engañados, se les decía que iban a un centro de tránsito donde iban a ser desinfectados y recibirían ropa limpia. Venezuela rinde homenaje a las víctimas, de las cuales seis millones de judíos sufrieron sus consecuencias con la denominada “Solución Final”.
En relación a la Shoa, el objetivo del Tercer Reich era la purificación racial en toda Europa, con el exterminio de este pueblo, bajo la culpabilización absoluta, no solo en función de su religión sino de su raza. Muchas persecuciones anteriores eran contra la manifestación religiosa del judaísmo sino por la esencia de ese pueblo. Como lo señalara Hannah Arend se cambió el concepto del judaísmo por judeidad bajo el paradigma de la raza aria.
El psiquiatra Victor Frank quien sufrió 3 años en los campos de concentración, perdió a sus padres y su mujer en las cámaras de gas, en su libro “El hombre en busca del sentido” describe la terrible vida del prisionero con deshumanización y sufrimiento pero con terrible fuerza espiritual para seguir viviendo.
Hablar del holocausto es como cuando vemos con ojos infantiles la película “La vida es bella”, una historia sencilla pero difícil de contar, donde hay dolor pero también esperanza, y el optimismo del título del libro que ilustró la película, al final se derroto a Hitler. Precisamente el padre del actor Roberto Benigni pasó 3 años en un campo de concentración y sobrevivió. Como lo dice al final de la película el niño Yosue ya adulto, “Esta es mi historia, ése es el sacrificio que hizo mi padre, aquel fue el regalo que tenía para mí”.

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