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Por Beatriz W. De Rittigstein
Uno de los principios de solidaridad humana que, además, constituye un paradigma en la cultura judía es el conocido dicho: "Haz bien sin mirar a quién".
Para el judaísmo, la llamada Tzedaká, que se traduce como caridad, va mucho más allá. La raíz de la palabra hebrea se conecta con el término tzedek: justicia o rectitud. Ese es el modelo de conducta del gobierno y la ciudadanía israelí frente a la guerra civil que desde hace más de dos años padecen los sirios.
A menudo, la prensa comenta acerca de la asistencia que brindan los paramédicos de la Fuerza de Defensa de Israel que patrullan el Golán a los numerosos heridos y enfermos sirios. Incluso, hace unos meses, el Ejército estableció un hospital en la zona. Y, los que están en condiciones críticas son llevados a hospitales en ciudades del norte de Israel.
Simultáneamente, pese al procurado secreto, trascienden diversas noticias sobre la ingente ayuda de varias ONG israelíes a sus pares árabes, para los refugiados sirios en Jordania, en la distribución de alimentos, cobijas y ropa apropiada ahora que se aproxima el invierno. A los necesitados no les importa que la comida y enceres provengan del "enemigo" israelí.
En este ambiente, en el que los israelíes resuelven difíciles situaciones, ocurrió un pequeño milagro. Una joven siria pidió expresamente socorro a Israel cuando estaba en la labor de parto. Una ambulancia del Ejército israelí la trasladó desde la frontera, cerca de Kuneitra, al hospital Ziv en Safed. Por primera vez, los soldados no se comunicaron con la sala de Emergencias, sino con la sala de partos, donde no sólo nació un bebé, sino la esperanza de una futura paz entre dos pueblos vecinos que comparten la geografía y hasta ciertas costumbres.

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