Por David Bittan Obadia, presidente de la CAIV
En estas fechas de Janucá no quería dejar pasar la oportunidad para hacerles llegar una reflexión y compartir este mensaje.
Las luces de Janucá que se encienden durante la noche, traen a nuestra mente memorias del pasado, las vicisitudes de la familia de los Jashmonaím contra los inmensos ejércitos greco-sirios; su victoria, la reinauguración del Gran Templo, y el reencendido de la Menorá . Este capítulo de nuestra historia, se ha repetido con frecuencia y el pueblo judío siempre salió adelante. Gracias a esa gota oculta muy profundamente arraigada en el corazón de cada judío, si es encendida, se convierte en una enorme llama, que da garantía y soporte, como hecho divino.
El aceite que es interpretado como fe, da "Luz Eterna”, luz que debe penetrar la oscuridad, en todo momento y como sostenía el bien recordado Rebe MENAJEM M. SCHNEERSON, “cada uno de nosotros verá la concreción de la promesa de los profetas de redención y triunfo finales y como en los días de los Jashmonaím, los malvados serán nuevamente conquistados por los justos, y los arrogantes por quienes siguen las leyes de Di-s, y nuestro pueblo tendrá gran salvación”.
Janucá es en esencia dos cosas: luz y calor, luz que ilumina nuestro camino y el calor que debe existir en el corazón de cada uno de nosotros, para abrirnos al servicio de nuestros semejantes y servirles cada uno de ellos, desde nuestro espacio.
En momentos difíciles, recordemos el milagro de Janucá y su esencia, deseando a todos que hasta 120 años no se apague la luz que cada uno de nosotros lleva consigo y que esta sea una celebración de esperanza, de unión y encuentro.
Feliz Janucá 2013