Por Ricardo Lapin
Es por todos sabido que no existe en el mundo igualdad de derechos o posibilidades entre hombres y mujeres, desde lo laboral y los sueldos hasta ámbitos y oficios restringidos. En el mundo occidental, Israel incluido, se trata siempre de enfatizar cuantas mujeres son altas funcionarias, miembros del Congreso o Senado, pilotas, juezas, intendentas, astronautas, etc.
En las artes plásticas de Israel el panorama es bastante distinto: quizás no proporcional aún a la población femenina, pero hay cientos de artistas en diversas disciplinas, decenas de ellas de un alto nivel profesional, y muchas de nivel internacional que representan al país no menos honor que recibir el Premio Nobel o ganar una medalla olímpica.
Esto sucede en las mejores galerías y museos del planeta. Artistas representan hoy los diversos grupos sociales, étnicos, ideológicos. Hay pintoras y escultoras religiosas, mujeres que esculpen en cemento o mármol, que tratan traumas como madres o viudas de soldados muertos en las guerras, o hijas de sobrevivientes del Holocausto. Las nuevas tecnologías atrajeron a las jóvenes generaciones y el papel femenino en videoarte, cine o fotografía está la par de los hombres en estos medios, tanto en éxito como nivel.
Este proceso fue sin duda paulatino, desde que a principios del siglo XX, la creación de una nueva sociedad en la tierra de Israel daba el fundamento para romper normas sociales. Ana Ticho, aún era la esposa de un médico jerosolimitano pero sus paisajes del entorno llegaron a Europa y EE.UU. Chana Orloff era la escultora nacional, pero residía en París. Tziona Tagger, fue la primera artista “sabra”, nacida y formada en Tel Aviv, a diferencia de Lea Nikel y otras que nacieron y estudiaron en academias de arte de Europa.
Los años 70 fueron los que dieron con su terremoto social, político y generacional, las primeras camadas masivas de artistas egresadas de la academia Betzalel en Jerusalén o de la “Midrasha”, la escuela de maestros y la Academia Avni, en la zona de Tel Aviv. Aviva Uri, cobra fama por sus dibujos energéticos con carbonilla, Ziona Shimshi rescata la cerámica como medio escultórico y no sólo de alfarería y Deganit Brest, Michal Heyman o Tamar Getter comienzan a hacer arte conceptual en Tel Aviv.
La lista es larga y se incrementa cada año con nuevas camadas de artistas de múltiples instituciones en todo el país, así como con artistas nacidas y formadas en las diásporas, y que hicieron aliá. De esta lista me permito resaltar algunos nombres (sin duda según mi particular juicio) para quienes quieren aproximarse y echar un vistazo al panorama actual del arte israelí y del aporte femenino en este ámbito. Yehudit Sasportas, artista multidisciplinaria reside en Berlín, Miriam Cabessa, realiza video y arte corporal (pinta con manos, cabello, etc.); Sigalit Landau, crea con escultura y video imágenes de gran impacto visual; Zoya Cherkasky, pinta expresiva y provocativamente; pero sin duda el nombre más reconocido internacionalmente es el de Michal Rovner, artista que trabaja en fotografía, cine y video, y haciendo uso de tecnología avanzada crea obras que conquistaron el Louvre, el MOMA de Nueva York y los museos y galerías más exclusivos del planeta.
Tras cada nombre hay un cuerpo de trabajo intenso y profundo, para observar, asimilar y sentir. Hoy YouTube o Wikipedia nos permite en instantes un encuentro somero con obras y artistas pero atención: el arte, como el buen vino, es profundo y hay que dedicarle tiempo para degustarlo en toda su intensidad y matices.
Fuente: Aurora Digital