Ryhad, Jerusalem, Teherán ¿un triángulo isósceles?

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Las estrellas geopolíticas se han alineado como nunca antes en el cosmos del Medio Oriente propiciando un escenario hipotético pero no imposible: una alianza estratégica entre Ryhad y Jerusalem contra Teherán.
¿Suena descabellado? No tanto. La fantástica política exterior de la Administración Obama -centrada en la noción de espantar aliados y apaciguar adversarios- ha creado un inédito punto de intersección entre los intereses israelíes y sauditas. Ambas naciones son fuertes enemigas de Irán, ambas recelan del programa nuclear persa, a ambas les preocupa el avance del chiísmo en la región y ambas están alarmadas por el acercamiento Washington-Teherán. Aún dentro de la dimensión sunita, tanto Israel como Arabia Saudita parecen estar del mismo lado del cuadrilátero, sea la confrontación intra-rebelde del Ejército Libre Sirio contra Al-Qaeda en Siria, Fatah contra Hamas en Palestina, los militares del general Al-Sisi contra la Hermandad Musulmana en Egipto o la monarquía Hashemita contra insurgentes islamistas en Jordania.
Respecto de un Irán nuclear, Arabia Saudita podría incluso estar más inquieta que el propio Israel. Jerusalem posee armas nucleares con las que defenderse efectivamente de la agresión iraní; Ryhad no. Israel comparte valores con los Estados Unidos que la realeza saudita no. Su alianza con Washington se asienta en intereses -petróleo y seguridad- y la historia ha probado incontables veces que los intereses de las naciones pueden cambiar. Allí está la primavera árabe para recordarles la velocidad con la que la Casa Blanca abandonó a su socio histórico Hosni Mubarak ante el incipiente islamista Mohammed Morsi o la galantería con la que el presidente Obama dejó que se evaporasen sus rimbombantes advertencias de líneas rojas ante el uso de armas químicas por parte de Bashar al-Assad.
El Reino Saudita ha dejado saber su malestar. El gobierno ha informado a Washington que no lo favorecerá más frente a otros proveedores para futuras órdenes de compra militares. Hace poco trascendió que Ryhad había encargado la confección de una bomba atómica a Pakistán. Y en unas inusuales declaraciones públicas, autoridades sauditas han amonestado al gobierno estadounidense por sus últimas políticas hacia el Medio Oriente. En la actualidad, y en lo relativo a ciertos temas, parecería que Ryhad y Jerusalem están más cerca entre sí que en relación a los Estados Unidos.
Esto ha llevado a algunos analistas a imaginar un escenario de cooperación entre estos dos polos opuestos. En particular Walter Russell Mead, editor del American Interest, ve factible tal asistencia mutua. En su visión, si Arabia Saudita permitiese a la aviación israelí sobrevolar su territorio en ruta a Irán, eso cambiaría fuertemente la ecuación presente sobre las posibilidades de la opción militar como freno al programa nuclear de los ayatollahs. En tanto líder regional, Ryhad podría contener la subsiguiente furia islámica antisionista así como controlar el precio del petróleo en la posguerra. Israel por su parte podría ser concesiva en la cuestión palestina -Jerusalem y asentamientos especialmente- de modo que la monarquía wahabita emergiese como el gran patrón de los palestinos y protector de la ciudad santa.
Otros observadores miran el cuadro desde otra perspectiva. Yoram Friedman, comentarista político del diario israelí Yediot Aharonot, destaca que, como guardián del sunismo regional, Arabia Saudita ve con profundo resquemor la idea de que el enemigo judío (Israel) y el enemigo chiíta (Irán) posean armas nucleares y el mundo sunita, no. Él destaca que Ryhad es enemiga de Persia, pero no lo es menos del estado judío. Con Irán comparte espacio en la OPEP, mantiene relaciones diplomáticas y a los iraníes les está permitido ingresar a tierra saudita. Nada de esto vale para los israelíes. Además los países del Golfo Pérsico, aliados de Ryhad, han estado coqueteando con el régimen Ayahtollah últimamente: Omán medió entre Estados Unidos e Irán, Kuwait y Qatar mantienen buenos lazos con Teherán y Emiratos Árabes Unidos se ha acercado a Irán. El único país del Golfo que permanece reacio es Bahrein, en cuyo territorio Irán ha estado incitando a la población chiíta a la sublevación.
Si Ryhad debe elegir entre Irán e Israel seguramente optará por el primero. Ello estaría más en sintonía con la actual política de la administración norteamericana y ésta es una relación vital para el reinado. Ello a su vez armonizaría con el ethos antisionista del Medio Oriente y con la afiliación religiosa de los actores. Si y cuando el bastión del sunismo se amigase con el motor del chiísmo en la región, “eso alejará a Israel de cualquier intento de reconciliación con el mundo musulmán” señaló Friedman. En tal caso, la soledad existencial de Israel será total. Amenazado con la aniquilación por Irán y aislado como nunca antes en la zona, para prevalecer dependerá crucialmente de la veracidad de la promesa presidencial del señor Obama “nosotros cubriremos las espaldas de Israel”. Lástima que las amenazas iraníes sean más creíbles que las palabras de esta Casa Blanca.

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