Diana Wang, presidenta de Generaciones de la Shoá, expresó la importancia de la conmemoración del Día Internacional de Recordación de las Víctimas del Holocausto, en diálogo con la Agencia Judía de Noticias, aunque con algunas reservas sobre la fecha elegida, y opino sobre la resolución 60/7 de las Naciones Unidas que estableció al 27 de enero como fecha de rememoración.
¿Cómo considera la resolución de las Naciones Unidas que estableció este día?
Cómo todas las cosas en la vida es una moneda con dos caras. La cara positiva tiene varios aspectos. Primero para los sobrevivientes, los hijos de sobrevivientes y los que trabajamos en este tema. Para todos nosotros, cada vez que en un acto aparece el tema de la Shoá sentimos que se está haciendo justicia. También sentimos que esto puede servir para algo en el mundo, porque se pueden extraer lecciones y difundirlo puede servir para sostener la democracia, para colaborar con que el sistema educativo no genere tantos técnicos sino gente que tenga juicio crítico y capacidad de pensar. También está bueno que esto sea generado, en Argentina, por uno de los tres ministerios que forman parte de la Alianza para la memoria del Holocausto.
Mientras que algunos países no son parte de la Alianza pero sí de las Naciones Unidas y realizan la conmemoración, hay otros que no lo hacen ¿cuál es su visión sobre esto?
Es alentador que la ONU haya considerado que tiene que haber una fecha en que se conmemore y se recuerde al Holocausto en todo el mundo, aunque yo tengo mis reservas con las Naciones Unidas. Este cuerpo internacional ha sido una de las consecuencias de la Segunda Guerra Mundial y también del Holocausto, y todavía nos evitar cosas que no se evitaron y que siguen pasando. Por supuesto que este tipo de actividad colabora con la difusión del tema, pero tiene la otra cara. Si bien puede no ser importante, se eligió una fecha que le viene bien al hemisferio norte.
La verdad es que no me pone contenta porque para los australianos, los neozelandeses, los sudafricanos y todos los que estamos en el hemisferio sur, el 27 de enero hace mucho calor, estamos de vacaciones, no hay escuelas y, entonces, no es una buena fecha. Podrían haber sido más ecuánimes y haber elegido, por ejemplo, el 8 de mayo, día en que terminó la guerra en Europa [el día en el que se rindió incondicionalmente la Alemania nazi], que para mí es mucho más significativa.
En el 27 de enero no se conmemora ninguna liberación, pues como siempre dice Jack Fuks: A mí nadie me libero, a mí me encontraron. Los soldados [del ejército Rojo] no sabían lo que iban a encontrar. Lo que dicen los testigos es que estaban azorados y sorprendidos ya que no estaba en sus expectativas encontrarse con Auschwitz, Majdanek, Bergen Belsen, Dachau, Buchenwald. Además esa fecha es terrible porque mientras que el Ejército Rojo estaba entrando en Auschwitz se estaba llevando a cabo la Marcha de la Muerte, que había salido diez días antes. Uno piensa en esto y se le parte el corazón, pues se dice: ‘¿Qué estamos conmemorando, si todavía estaban matando judíos?’ Lo que ocurre es que Auschwitz se ha vuelto un símbolo y cuando uno toma éstos parcializa la realidad, recorta un pedacito. Esto es algo que no me gusta ya que y la parcialización, la reducción, la simplificación, conduce a la banalización.
Cuando uno ve que se usan cosas del Holocausto como insulto, y que no se tiene idea de lo que se está diciendo, yo me pregunto con hacer una o varias conmemoraciones alcanza, si bien ésta en particular no es judía, sino internacional. No alcanza pero es un buen paso.
¿Qué considera que se debería hacer para que no se llegue a la banalización?
A mí me parece que este es un primer paso pero que debería ser continuado con muchas cosas que todavía no suceden. Por ejemplo, enseñar el Holocausto en las escuelas dos o una hora durante un año o que vaya un sobreviviente con su testimonio no alcanza. Cuando lo escuchan, los chicos se emocionan mucho. La palabra y la voz del sobreviviente es muy importante, pero si no aparece en un contexto de comprensión, pensamiento y sentido, se pierde, queda como algo que conmovió y que no se sabe qué hacer con ello, cómo pensarlo.
Por eso me parece que para que tenga sentido hay que transformarlo en un programa que atraviese toda la formación de los chicos. Incluso se puede enseñar el Holocausto sin hablar de él, por qué lo que hay que enseñar no es solamente lo que pasó, sino que aprendan a pensar, que no crean todo lo que les dicen, que hagan una lectura crítica de la propaganda y la publicidad, que no se deje guiar por los otros, que se discuta, que se reflexione.
¿La resolución de las Naciones Unidas es una solución de compromiso al respecto?
Si, y es importante porque es condición sin ecuanom para lo que siga, pero tenemos que ver lo qué sigue. Lo que sigue es un día de conmemoración, el establecimiento de museos, miles y miles de papers, tesis doctorales, libros sobre el Holocauso, que es uno de los temas más populares de investigación en las ciencias sociales, en lo antropológico y en lo jurídico. Se estudia porque ha sido un laboratorio humano de primera. Lo que ha pasado ahí está bien documentado, hay tantos testimonios y escritos que es una fuente inagotable de investigación.
Pero me parece que no está agarrado con las dos manos. Se lo ve como algo no propio, que pasó allá y no se lo asume como una cosa de mi sociedad, de mi circunstancia, en donde tengo que hacer algo. El mundo, salvo ciertos países, no puede menos que ser unánime ya que la documentación y las evidencias son poderosísimas. Tal vez también tenga que ver con algo de culpa de lo que pasó con los judíos a través de 17 siglos. Debe haber una confluencia de cosas, y no se puede dejar de lado que alguno, en forma individual, tuvo la potencia, la clarividencia o la inteligencia de proponer todo esto.
¿Generaciones de la Shoá cómo visualiza lo que se está haciendo en Argentina?
Me parece que no se le da mucha atención porque se han quedado con un sector del tema. Todavía no hemos podido transformar este tema en universal, para que nos importe a todos. Si bien es un tema judío también es universal, pero, en general, la gente no comprende que un no judío se interese por esto.
Hubo varias décadas de silencio, los sobrevivientes no hablaban como lo hacen hoy ¿por qué se produjo ese cambio?
Hubo que esperar a que los sobrevivientes rehicieran sus vidas y recuperaran la confianza en un Estado para poder empezar a hablar, porque no es que no hablaban porque les era doloroso. Empezó a cambiar cuando sus hijos crecimos y quisimos saber, entender como había sido su historia. En general, no siempre, los hijos de los sobrevivientes tenemos un mejor nivel educativo que nuestros padres ya que en la época en la que tenían que ir a la escuela y formarse estuvieron en otra cosa, y al terminar la guerra tuvieron que trabajar y ayudarnos a que seamos profesionales, intelectuales. Fuimos nosotros los que comenzamos a dar otra vuelta al tema y ahora está la generación de los nietos. Los nietos están mucho más libres que nosotros, porque están más lejos de los protagonistas y tienen más libertad emocional para acercarse y preguntar. Otro factor podría ser una crisis de valores en el mundo donde necesitamos apoyarnos sobre algo que nos diga que todo tiene sentido, que luchar por los derechos humanos siempre tienen sentido y toca lo mejor que tenemos. Se está haciendo mucho trabajo, desde el Yad VaShem y los museos, y además hay una conciencia universal alimentada por novelas y películas, que colabora en la visibilidad del tema.
Fuente: Iton Gadol / AJN