Un Estado palestino sólo para Obama
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Por Beatriz W. De Rittigstein
Dada la experiencia de muchos países en la épica brega por la democracia, es oportuno conocer el uso dado por el totalitarismo a fuerzas paralelas al Estado, con el afán de mantenerse en el poder.
De las más conocidas, las SA, llamadas "camisas pardas", por el color de su uniforme, fueron un factor clave en la ascensión de Hitler al poder, por su radicalismo y violencia. Comenzaron dando seguridad en las reuniones del NSDAP. En 1921, los nazis realizaron un mitin público en una cervecería de Münich; las palabras de Hitler desataron una pelea en la que el "servicio de orden" apaleó a los oponentes; a partir de allí, las SA escalaron para luego cometer múltiples embates contra adversarios. Fueron desarticuladas en 1934 porque se les estaban escapando de control al Führer y al partido, además de rivalidades internas; aunque siguieron existiendo tras la Noche de los Cuchillos Largos. A partir de allí, el terror en la Alemania nazi pasó a manos de las SS. En el 38, las SA bajo las órdenes de las SS, perpetraron los desmanes de Kristallnacht.
En Italia, Mussolini organizó un cuerpo paramilitar conocido como "camisas negras", componente de represión al servicio del fascismo.
Como los extremos se juntan, no olvidemos el largo brazo de Stalin que llegó hasta México, donde fue asesinado Trotsky.
El régimen de los ayatollas utiliza al Basij, subordinado a la Guardia Revolucionaria, cuya crueldad observamos cuando Ahmadinejad se alzó con un segundo período presidencial gracias a un dudoso triunfo electoral, en 2009.
El principal signo de la democracia es la independencia de poderes y las instituciones que los representan tienen la obligación ineludible de actuar con plena libertad, de acuerdo a sus mandatos legítimos.

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