Por Julián Schvindlerman
A comienzos de mayo del 2003, poco después de que Mahmoud Abbas asumió como Primer Ministro de la Autoridad Palestina, publiqué una columna en The Miami Herald en la que sugerí que él debía repudiar públicamente su pasado negacionista como un primer paso indispensable para erigirse en un creíble socio de la paz con Israel. Unas semanas más tarde -y con seguridad sin haber leído mi artículo- Abbas hizo ello. En una entrevista con Akiva Eldar para Haaretz publicada a fines de ese mismo mes, el premier palestino aseguró: “El Holocausto fue un terrible, imperdonable crimen contra la nación judía, un crimen contra la humanidad que no puede ser aceptado por la raza humana”. En el 2011, ya como Presidente de la AP, Abbas dijo al diario holandés Nos: “Si ellos dicen seis millones, yo digo seis millones… Yo no niego el Holocausto”. Este año, en vísperas del Día de Recordación del Holocausto, Abbas respondió a una pregunta de un rabino con estas palabras: “Lo que le sucedió a los judíos en el Holocausto es el crimen más atroz que ha ocurrido contra la humanidad en la era moderna”.
Estas importantes afirmaciones son bienvenidas dado el pasado del presidente palestino y dada la cultura negadora de la sociedad palestina.
En 1982, Abbas -entonces de cuarenta y siete años de edad- escribió una tesis doctoral para una universidad soviética titulada La conexión entre los nazis y los líderes del movimiento sionista, 1933-1945, dos años después fue publicada en Jordania como La otra cara: la conexión secreta entre el sionismo y el nazismo y desde entonces ha sido citada por propagandistas árabes y palestinos. Conforme Jonathan Schanzer ha señalado, en su texto Abbas tomó entre sus fuentes bibliográficas al conocido negacionista francés Robert Faurisson y escribió: “Después de la guerra, la palabra se propagó de que seis millones de judíos se encontraban entre las víctimas y que una guerra de exterminio fue dirigida principalmente contra los judíos… La verdad es que nadie puede confirmar o desmentir esta cifra. En otras palabras, es posible que el número de víctimas judías alcanzó seis millones, pero al mismo tiempo es posible que la cifra sea mucho más pequeña, por debajo de un millón”. Abbas agregó que una "asociación se estableció entre los nazis de Hitler y el liderazgo del movimiento sionista… [que dio] permiso a todos los racistas del mundo, liderados por Hitler y los nazis, para que tratasen a los judíos como desearan, en tanto se garantizara la inmigración a Palestina".
Los pocos y loables esfuerzos realizados por figuras palestinas por abordar el tema con seriedad fueron ampliamente cuestionados por la misma sociedad. En el 2000, cuando el proceso de paz estaba todavía vigente, un simposio fue organizado en Chipre bajo el lema “como afianzar la paz a través de la educación” con la participación del Ministro de Educación israelí y el subsecretario palestino de Planeamiento y Cooperación Internacional. Cuando el representante palestino, Anis al-Qaq, expresó su disposición a incluir la temática del Holocausto en la currícula educativa fue sumariamente desmentido por el presidente del Comité de Educación del Consejo Legislativo Palestino: “Nosotros no tenemos ningún interés en enseñar el Holocausto”. Otro miembro del CLP afirmó que educar sobre el Holocausto en escuelas palestinas “es un gran peligro al desarrollo de la mentalidad palestina” y un líder de la Jihad Islámica Palestina en Gaza proclamó que “la intención de enseñar el Holocausto en escuelas palestinas contradice el orden natural del universo”. En el 2005, el abogado palestino Khalid Mahameed fundó el Instituto Árabe para la Investigación y Educación sobre el Holocausto en la ciudad de Nazareth, el primero de su tipo en las zonas palestinas; fue criticado por los visitantes al museo, insultado en público y marginado por su propia familia. Este año el profesor Mohammed Dajani llevó a veintisiete estudiantes universitarios palestinos a Auschwitz como parte de un proyecto diseñado para promover tolerancia; su propia universidad repudió el viaje y sus compatriotas lo calificaron de traidor.
En consecuencia, no es algo menor que el presidente palestino refute la negación de la Shoá. Uno esperaría ello de todo líder de cualquier país, pero hacerlo en Palestina requiere ir contra un consenso establecido. Si Abbas está siendo sincero con la historia o está siendo oportunista -arrojando un hueso a los israelíes en el contexto del diálogo político languidecido- es un acertijo. Su asociación reciente con Hamas -movimiento que niega el Holocausto- ayuda a develarlo.