Por Aquiba Benarroch Lasry
Todos recibimos a diario muchos correos. Yo también, pero la semana pasada he recibido en un breve lapso dos correos notables que me impactaron mucho, por el significado que cada uno de ellos tiene.
El primer correo era de una persona que fue un gran amigo hace treinta años, cuando vivía en Caracas. Teníamos muchas conversaciones sabrosas y a veces un poco violentas. Se trataba de una persona judía de las que solemos decir asimilada. Evidentemente que no era practicante y en el fondo se le adivinaba un sentimiento de cierta vergüenza o indignación por haber nacido judío. Yo, por mi parte, sin ningún ánimo de proselitismo, le hablaba del Judaísmo, de los judíos, de la historia y de nuestras tradiciones. Se marchó de Venezuela y más de treinta años han trascurrido hasta que localizó mi dirección y me envió el correo. En él me dice que a raíz de las conversaciones que tuvimos mientras vivió en Venezuela, al regresar a su país se empezó a interesar por el Judaísmo, religión e historia, y me confiesa que volvió en teshuvá. Que se volvió a casar con una persona judía, seguía las tradiciones y mandatos, y se sentía muy feliz. Que me quería agradecer las palabras que yo le dije y me hace en parte responsable de su teshuvá. Hoy es un filósofo eminente, ha escrito varios libros sobre filosofía y Judaísmo.
Horas después recibo el segundo correo de una persona a la que me unen lazos de afecto y cariño desde hace muchos años, durante los cuales hemos cambiado múltiples mensajes. En el último, refiriéndose a la Shoá, me dice las siguientes palabras: “… te confieso que sigo teniendo mis dudas sobre el gran problema X del sometimiento de los judíos a las persecuciones nazis, a excepción de la rebelión del Gueto de Varsovia”. Mientras leía esta frase mi indignación iba en aumento.
¿Qué otra cosa podían hacer los millones de niños, viejos y enfermos que asesinaron los nazis? No sé cómo interpretar a esta persona, que por lo demás es muy culta y es profesora de la universidad. No se da cuenta de que está pisoteando la memoria de millones de víctimas inocentes. Lo que indudablemente muestra es su ignorancia sobre la historia de la Shoá, cuando la biblioteca de documentos y libros sobre el tema es exorbitante, cuando los judíos estamos sufriendo ese terrible ataque islamista de negación de la Shoá, y que tanto daño está haciendo. Pero esa frase también muestra algo muy doloroso: no ama a los judíos, y esto sí es grave. Sabíamos que existen judíos antisemitas, judíos asimilados que a través de la historia se han convertido en enemigos del pueblo judío. Y esto es inconcebible. La verdad es que no me atreví a contestarle con estos argumentos y me limité a decirle que leyera a Primo Levi, a Antelmi o a Jorge Semprún, para que refresque su memoria sobre lo que fue la Shoá. Todo esto es triste y lamentable. Ojalá en algún momento de su vida se dé cuenta de la realidad.
Fuente: Nuevo Mundo Israelita