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Por Beatriz W. De Rittigstein
Hace poco se llevó a cabo en Argelia, la XVII cumbre de los países del Movimiento de los No Alineados. De lo que trascendió, observamos que, pese a los drásticos cambios en el mundo desde la fundación de dicho movimiento, no se percibe un propósito de evolución real, readaptando sus objetivos ante los requerimientos del presente; tampoco muestran una coherencia interna.
En la década de los 60, la Guerra Fría generó el surgimiento del Mnoal, creado por Gamal Abdel Nasser, Jawaharlal Nehru y Josip Broz Tito. Esa coyuntura desapareció hace décadas, por lo que tal bloque ya no tendría razón de ser. A lo largo del tiempo, el Mnoal se desacreditó a sí mismo por su arbitrariedad, contradicciones e innegable alineamiento.
En la actualidad, no se ven sustanciales variaciones; el Mnoal intenta subsistir, pero sigue siendo un foro de gestos ambiguos, con lenguaje y argumentos beligerantes. Por ejemplo, su obstinada parcialidad contra Israel a través de constantes condenas infundadas, en la contienda con los palestinos, lo cual no ayuda en la búsqueda de una solución.
En este reciente encuentro, el movimiento no ha demostrado una vigencia vital ni la madurez para solventar con eficacia los serios problemas que agobian a sus países ni los conflictos que enfrentan. Los cambios deberían darse en la toma de conciencia del panorama mundial y el nuevo rol de un bloque tan disímil, con dificultades, necesidades e intereses distintos, en vez de seguir con una actitud tumultuosa y agresiva. Por el bienestar de sus ciudadanos, el Mnoal debería plantearse una seria reflexión de la transición por realizar, sincerar sus aspiraciones, estudiar las posibilidades de ayuda mutua y concretar una idea de construcción de desarrollo.

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