Por Beatriz W. De Rittigstein
El verdadero peligro en el Medio Oriente no radica en el conflicto palestino-israelí como tantas veces han aseverado fuentes antisemitas, éste es puntual y localizado, sino en el enfrentamiento entre radicales chiítas, apoyados por el régimen de los ayatollahs, y sunitas, por Arabia Saudita. En el presente vemos que estas ofensivas se amplían y avanzan, perturbando a la región que se extiende desde la costa mediterránea hasta más allá de Irán.
Ante los recientes hechos bélicos perpetrados por ISIS (Estado islámico de Irak y Sham), ligado a Al Qaeda, no se puede prever que Irak logre mantener su integridad, pues es escenario de la milenaria batalla entre chiítas y sunitas, y en ambas ramas islámicas hay turbas fanáticas.
En 2004 surgió este movimiento sunita yihadista, el cual forjó alianzas con tribus locales y remanentes baazistas del régimen de Saddam Hussein; en junio de este año ha tenido un impulso importante. Los terroristas de ISIS están centrados en derrocar a los líderes chiítas en Irak y Siria.
Además del Frente Al-Nusra, afín a Al Qaeda en Siria, ISIS tiene influencia entre ciertos grupos rebeldes que combaten en territorio sirio contra el régimen de Assad.
Por otra parte, existen fundados temores sobre la capacidad de Jordania de mantener la estabilidad gubernamental, mientras que las bandas yihadistas maniobran en dos de sus fronteras. Completando tal amenaza, están los simpatizantes internos de ISIS, cuyas conquistas en Irak inspiran a las facciones radicales de la mayoría sunita del reino hachemita.
Lamentablemente, en Siria, Irak y hasta en Jordania, como afirmó Yaakov Amidror, exdirector del Consejo de Seguridad Nacional israelí, "ISIS es visto como protector de la identidad sunita".