Por Beatriz W. De Rittigstein
En el pasado supuse que a Arafat, cuando le tocara gobernar, no le daría tiempo de urdir planes contra Israel, pues tendría que esforzarse en resolver los problemas cotidianos de los palestinos. Me equivoqué, lamentablemente para palestinos e israelíes.
Ahora con el enfrentamiento entre Israel y Hamas, la situación es peor. En Gaza, la mayoría no quiere estar gobernada por ese partido-milicia que somete a su gente a una feroz dictadura.
Sin embargo, en Venezuela, en los últimos días hemos leído un sinfín de notas en las cuales exacerban una distorsión de la historia y del contexto. Apartando los comunes y arcaicos prejuicios con el propósito de deslegitimar a Israel, surgen acusaciones específicas, por ejemplo, acerca del asesinato de los tres jóvenes judíos. Ello no ayuda a la causa palestina, pero si a la propaganda de odio antiisraelí y antijudía. Todos esos panfletos terminan con la repetición de un lema vacío de realidad: Viva Palestina Libre.
Ciertamente anhelamos una Palestina libre, soberana, gobernada por líderes cuyo único interés sea el bienestar de sus ciudadanos. Se trata de la Palestina libre del terror de Hamas y Yihad; libre de la intolerancia del islamismo radical, que impide que la población, especialmente las mujeres, se desarrolle; libre de la corrupción de sus funcionarios. Con esa Palestina se lograría una convivencia armoniosa en la región.
En la medida que los palestinos tomen las riendas de su destino, sin ser utilizados por grupos terroristas o gobiernos de países "hermanos", que sólo quieren exhibirlos como víctimas, tendrán un mejor nivel de vida. En la medida de la libertad de los palestinos, así también Israel será un país libre de calumnias infundadas, coacciones y amenazas.