El eterno conflicto
24/07/2014
Cuando nos tiembla el alma
26/07/2014
Por David Bittan Obadia
Al norte del sur algunos miran así.
En una pequeña Venecia de cuyo nombre no quiero acordarme.
No quiero acordarme  decía el Quijote  cuando apreciaba la irracionalidad o injusticia de su amada tierra, por la que vivió y luchó y sobretodo su molestia de los que criticaban hacia fuera cuando su propia nave hacía aguas.
Hay un sentimiento reciente que embarga mi pensamiento y quizás se llame “madurez”,  y así me debato en una lucha intelectual que divaga entre lo justo y lo correcto, entre lo moral e inmoral, como una forma entonces de medir  el tamaño  de la injusticia o de la miseria de quienes no sabía estaban tan cerca.
El dolor es mayor cuando  aprecio a conocidos  unirse a una campaña mediática de forma incondicional a un grupo de ignorantes, algunos “bien pagados” , que tratan de deslegitimar, demonizar  o cuestionar al Estado de Israel, (sin saber por qué), a la Tierra Santa, a la tierra de Jesús, de Abraham, de Isaac, de David, de Saúl , de Moisés, de Isaías,  de Jacob,  de José, de María, y  de las tantas matriarcas que tan importante son para el pueblo judío.
Si, así mismo como suena,  el pueblo que reconoce la importancia de la mujer,  la que camina por delante, a la que se está obligado a respetar, admirar, conservar, y mantenerla en la cumbre.
Desconozco que ello sea así en otros grupos, disculpen mi ignorancia, por lo que se escucha, en algunas latitudes ellas no tienen derecho a estudiar, a manejar, a caminar libremente o de pronto a escoger o decidir su propio destino, su pareja, vestimenta, lugar de residencia, etc… bueno eso es lo que me dicen.
Ahora me pregunto, por qué en momentos de ser solidarios no se dice la verdad, la respuesta es simple: porque detrás de tanto que se escribe y dice impunemente, de tantas agresiones, se oculta la verdad, porque se habla en silencio.
En estos días  están hablando los silencios… Por ello ¡Callad, os lo ruego!
Y que aquel silencio se expresa… Discuten entre ellos, más no alborotan… Cada uno impone su criterio, pero todos ellos, en silencio… Silencio. Tu hipocresía también te satura.
Lamentablemente no hace falta callar para que te conozcan, se te salen las costuras.
Que  penoso trajín  el de las faenas de aquellos que critican, sin encontrar para su mal remedio.
Que las notas agudas permanezcan en silencio. Y está escrito que la calma llegará… mientras los silencios hablan en medio del silencio.
Siento una gran pena ajena, por aquellos que han quedado ya presos en sus palabras… lástima de no haber tenido una abuela universal como la mía, quien con más recursos morales que económico, entre tantas cosas, nos inculcó “que nunca nos arrepentiremos de lo que no hemos dicho”. Mucha pena y vergüenza, porque sólo hay ignorancia en el círculo de los idiotas.
Siento un gran dolor porque al final no será igual, porque hay algunas cosas que a veces pensamos y se nos olvidan, pero no perdonamos, y este sentimiento es una de ellas.
“El alma de los agresores sufre en las crisis morales  quedando  marcada y jamás encontrarán a ese mal remedio, en la de los ofendidos, la brisa lleva la paz a lo interior y los fortalece, porque esos momentos son siempre más pronto que tarde, así lo demuestran los más de CINCO MIL AÑOS de historias y los múltiplos de esos CINCO MIL que vendrán por los siglos de los siglos”.
La tierra en alguna geografía sigue siendo cuadrada, pero de que gira gira.

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