Por Beatriz W. De Rittigstein
En el marco del operativo israelí "Margen Protector", contra Hamas, la Agencia de Naciones Unidas para Refugiados Palestinos, Unwra, denunció el hallazgo de cohetes escondidos en una de sus escuelas, hecho que condenó; sin embargo, luego los entregó a las "autoridades de Gaza".
Simultáneamente, se descubrieron arsenales de misiles almacenados en el Hospital Wafa y junto al hospital Al-Aqsa, en Gaza. También vimos numerosas fotos de misiles disparados desde un hospital; así como, videos de terroristas huyendo en ambulancias de la ONU.
Hamas actúa sin escrúpulos: ocultan armas y explosivos en medio de aldeas, en casas de familia, mezquitas, asilos. Además, en los sótanos de los hospitales se esconden los altos dirigentes del partido-milicia, mientras fuerzan a los ciudadanos comunes a servir de escudos humanos, obligándolos a permanecer en la línea de fuego. Y anuncian la entrega de granadas a niños gazatíes.
Estas flagrantes violaciones a la inmunidad en virtud del derecho internacional son comunes y de larga data. Recordemos que en la década de los 70, Hilarion Capucci, siendo arzobispo de Jerusalén, abusó de su cargo diplomático al contrabandear pertrechos para la OLP. Trasladó un gran número de misiles Katiuskas y tras su detención, se localizaron en su carro armas y explosivos cuyo propósito era el terror.
Desde hace décadas, los terroristas se escudan en estructuras de instituciones internacionales y ONG. En 2004, un trabajo de investigación mostró cómo usaban ambulancias de la ONU para infiltrar extremistas.
Los organismos humanitarios deberían actuar en consonancia a sus funciones. Tienen el mandato de impedir el manejo perverso de civiles, instalaciones y recursos con fines viciados por el terror.