Por Miriam Harrar de Bierman
Suena una sirena en Kfar Saba, Israel. Casi no la escucho, apenas el comienzo, ya que estoy entrando en el edificio donde vivo, en un centro comercial. La cara de la muchacha que inspecciona los carros por temor a bombas está descompuesta. Quiere hablarme… Quizá aspira a tener compañía durante los diez minutos de peligro de caída de misil que suceden a la alarma: “No suba señora, espere, no use el ascensor”.
Subo por la escalera. Sé que la hija de mi prima también está sola. Abro y me dirijo al refugio del apartamento. En cada apartamento, casa o local en Israel existe este espacio anti-bombas o misiles. La joven, de 17 años, espera en el refugio. Está asustada, pregunta por sus padres. Ella entrará el año próximo al ejército al terminar el bachillerato, como todos los jóvenes en Israel. Me llama mi hija para asegurarse de que estoy en el refugio, ella está en el suyo con su hijo de dos años que minutos antes llegó del kindergarten. Las clases continúan. Durante diez días han llegado los misiles, miles, a Israel, y la gente ha continuado con su vida. No se han suspendido clases, ni trabajos, ni la vida, aunque en las ciudades más castigadas esta trascurra en los refugios.
Suena una sirena en Israel. Esta vez escucho una gran explosión. Estoy en el Hospital Tel Hashomer, cerca de Tel Aviv. En la piscina de recuperación mi hija hace terapia. A la explosión sucede un silencio y miradas entre pacientes e instructores. Nadie habla, el silencio pesa como en una película muy antigua y lentamente cada quien busca su teléfono, llama a sus hijos, revisa que llegaron a casa. Tel Hashomer es una ciudad hospitalaria. Médicos, enfermeras, pacientes árabes y judíos por igual. No se discrimina, pero de ello ya deben saber los palestinos moderados y los no tanto. La nieta de un líder de Hamás se operó en Israel, y la esposa de Abu Mazen…
Suena una sirena en Israel. Me refugio, salgo a tiempo para ver en televisión la algarabía de una manifestación pro palestina, la muchedumbre que no permite la salida de unos judíos de una sinagoga en París. Leo en el Twitter de Venezuela: asesinados 172 palestinos por Israel en Gaza. Veo una foto en donde se asevera que este niño asesinado es un palestino. A su lado una foto idéntica que demuestra que la foto no es de Gaza sino de Siria. ¿Qué sucede? ¿Dónde están las noticias verdaderas, aquellas que proclamen la realidad que está viviendo el pueblo de Israel acosado por miles de misiles, obligado a permanecer en sus refugios?
Suena una sirena en Israel, en casi todo el país. La “Cúpula de Hierro” cuesta millones de dólares. Es exitosa, se han evitado muchas muertes, pero Hamás y la Unidad Islámica no cesan: “Hay que tirar a los judíos al mar”… Aunque la electricidad de Gaza llegue de Israel, aunque sea la única democracia del Medio Oriente, aunque haya acuerdos firmes de la sociedad civil de los pueblos palestinos e israelíes y lleven años luchando por la paz. Escucho un llamado del primer ministro de Israel, Benjamín Netanyahu, dirigido a las poblaciones donde se emplazan los misiles: “Salgan de sus casas. Bombardearemos para evitar el terror en Israel”. Los pobladores salen, Hamás los obliga a regresar. Bases militares en escuelas y colegios: ¡que viva la muerte! Recuerden que en el “otro mundo” nos esperan muchas vírgenes.
Suena una sirena en Israel, no quiero oírla. Israel atacará con fuerza, en legítima defensa. Y habrá víctimas, infinitas, de ambos bandos. Sangre derramada por el fundamentalismo, el terror de Hamás, la miopía de las izquierdas europeas con más de 60 años de un discurso estereotipado, los líderes árabes culpables de no llegar a acuerdos, los religiosos judíos extremistas que se niegan a salir de los territorios ocupados, la tibia reacción norteamericana al conflicto, la demagogia populista de tantos gobiernos latinoamericanos: “Los pobres palestinos”… Pobres de verdad, pero no por las razones que se aducen. Pobres porque no han logrado un liderazgo que haya aprovechado tantas intenciones de creación de su Estado. Palestina no tiene 9 mil o 10 mil años como tantos ignorantes proclaman. Pero ahora están, con su derecho a la existencia, con acuerdos para aquellos palestinos interesados en regresar a Israel, con derechos sobre Jerusalén. Aunque Jerusalén siempre fue y será la capital del pueblo judío. En la Torá (Biblia) se dice: “Una sola vida vale el universo entero”. No conozco si el Corán dirá lo mismo. Ya se han perdido vidas: niños, jóvenes, israelíes, palestinos… ¿El pueblo de Israel deberá vivir en perpetua guerra para asegurar su supervivencia? ¿El pueblo palestino no logrará cordura para alcanzar su destino?
Fuente: Nuevo Mundo Israelita