Por Rabino Abraham Blickstein
Muchos de nuestros Sabios posteriores (Ajronim) explican en sus obras las palabras que decimos en el rezo de Rosh Hashaná: “Este día, el propósito de tu Creación fue creado, recuerdo del día primero”. Es un tema que vale la pena analizar. Incluso para aquel que sostiene que el primer hombre, Adam, fue creado el primero de Tishré, la obra de la Creación no comenzó sino el 25 de Elul. Cuando El Santo Bendito insufló hálito de vida en el hombre, llegaron a su culminación los seis días de la creación; así pues, los cielos y la tierra comenzaron a ser creados seis días antes.
Esto se podría comparar alegóricamente con un reconocido artista que se dispone a realizar una obra maestra. Primero analiza y elige lo que va a crear, después se consigue los pinceles y los materiales, luego prepara la variedad de pinturas que usará, y demás. Solo tras haber hecho todos los preparativos necesarios, el artista pone manos a la obra: da inicio a su creación para la que tantos preparativos hizo.
La moraleja de esta alegoría la encontramos reflejada en nuestros libros sagrados: El Santo Bendito creó el mundo para que su Presencia Divina se posara en el mundo terrenal. Para dicho fin, Él creó al hombre (como está escrito: “Y me harán un Santuario y moraré entre ellos”, donde “entre ellos” se refiere al ‘interior de cada uno de ellos’). Hasta la creación del hombre transcurrieron cinco días, en los que el Santo Bendito creó el cielo, la tierra, el Sol, la Luna, los mares, ríos y lagunas y demás. Las primeras creaciones sirvieron de preparación para la llegada del hombre: la magna obra de la Creación. Al igual que el artista prepara todo lo necesario para su obra, también el Santo Bendito hizo todos los preparativos necesarios para la creación del hombre. Con el hombre, la obra de la Creación consiguió su objetivo; por lo tanto, Rosh Hashaná, el día en que fue creado el primer Hombre, es denominado en los rezos como “este día, el propósito de tu creación fue creado”.
Este mismo tema, visto desde otro ángulo, lo encontré en el libro Or Guedaliáhu. Todas las creaciones que cobraron existencia durante los primeros cinco días, hasta la creación del hombre, carecen de libre albedrío. Todos los cuerpos celestiales y todos los animales, desde el más diminuto hasta el más grande, no viven en una realidad de elección entre el bien y el mal, siempre que cumplen la voluntad del Santo Bendito, la cumplen pero no porque estén recibiendo sobre ellos el yugo del Cielo por su propia voluntad. Por otro lado, el hombre fue creado a la imagen Divina: por un lado, su alma, su parte espiritual, corresponde a lo Alto, a lo Divino; por el otro, la materia con la que fue formado fue la tierra. Toda la esencia del hombre consiste en confrontar y elegir entre el bien y el mal, entre la proximidad y el apego a lo Divino y —Dios guarde— el distanciamiento y el rechazo del Creador. Con esta base, ahora queda claro por qué el primer día de Tishré, el día en que fue creado Adam, es el día en que “el propósito de la Creación fue creado”. Mientras Adam, el primer hombre, no fue creado, no hubo en el mundo una creación cuya realidad fuera la de optar por el yugo del Reino Divino; así pues, con su existencia, desde el momento en que fue creado, recibió la capacidad de poder recibir sobre sí la soberanía de Dios por su propia voluntad y elección.
“Este día Él hace comparecer en juicio a todas las criaturas del mundo”
Podemos entender, a partir del rito del rezo que establecieron los Miembros de la Gran Asamblea, que existe un vínculo entre el juicio riguroso de este día y el hecho de que en este día Adam haya sido creado. Decimos en el rezo: “Este día nació el mundo, este día Él hace comparecer en juicio a todas las criaturas del mundo”, y —como ya explicamos— este día es denominado “este día, el propósito de tu Creación fue creado” o, como se explica en otro lado: este día los seis días de la Creación alcanzaron su propósito.
Conforme penetramos y nos esforzamos para entender a fondo las enseñanzas de nuestros Sabios en la Mishná y la Guemará, bien vale la pena profundizar en el rito de la Tefilá, que también nos fue entregado con la Tradición Oral. ¿Por qué consideraron nuestros Sabios importante hacer hincapié en vínculo del Día del Juicio y el día de la creación del hombre? ¿Por qué precisamente en el día en que “nació el mundo” todas las creaciones deben comparecer en juicio?
Al buscar respuesta a estas preguntas, hallé una explicación el libro Sifté Jaim, que explica el tema según las palabras del libro de Bereshit (Parashat Vayéshev, 40:20): “Y aconteció el tercer día, cuando el cumpleaños del faraón, que ofreció un gran banquete para todos sus siervos, y contó al ministro de los coperos y al ministro de los panaderos entre sus siervos”. Aquí encontramos una incógnita muy grande: ¿Por qué el faraón consideró necesario juzgar a sus ministros precisamente en su cumpleaños, supuestamente un día de festejo y alegría? ¿Por qué en la fecha de su nacimiento? Explica el Sifté Jaim apoyándose en las palabras del Midrash: El malvado faraón se consideraba el rey del mundo, decía de sí mismo “yo soy el río y yo me creé solo”. En Egipto no había lluvias, toda la fuente de vida y sustento llegaba del río que irrigaba las tierras. El faraón creía que él daba existencia a la creación y que la mantenía con vida; y no solo eso, sino que además creía que él se había creado a sí mismo. Por lo tanto, el Santo Bendito le dijo a Moshé (Shemot 7:15) “Ve a ver al faraón por la mañana, que es cuando sale al río, y tú ponte a la ribera, delante de él”. Rashi explica, en ese versículo, que iba al río por la madrugada para aliviar sus intestinos, para que nadie lo viera, pues se hacía pasar por una especie de deidad sin ese tipo de necesidades.
El malvado faraón creía que era dios, todopoderoso, y por lo tanto la fecha de su cumpleaños era el día en que comenzó su reinado. Su cumpleaños, según él, era el día en que su soberanía se reafirmaba sobre la tierra, pues ese día se convirtió en el rey de Egipto. El Faraón había elegido el día en que inició su reinado como el día propicio para juzgar entre sus ministros y siervos. De ahí que el ministro copero haya sido reinstaurado a su antiguo cargo y el panadero haya sido ejecutado en la horca. Así es cómo se conducen los reyes y monarcas: juzgan el día en que se renueva su soberanía, para evaluar el periodo que ha transcurrido, a fin de poder prever el futuro.
El día en que Adam, el primer hombre, fue creado es el día en que examinó el reino del Santo Bendito sobre la tierra. Y, como no existe un rey sin súbditos, con la creación de Adam surgió el concepto de “Rey”, hasta donde nuestro entendimiento nos permite concebirlo. Es conocida la enseñanza de nuestros Sabios: “El reino de la tierra es como el Reino del Cielo”, por lo tanto, una vez al año, el día en que se reveló el reino y soberanía del Santo Bendito, se lleva a cabo ese gran y temible juicio, en que todas las criaturas del mundo son llamadas a comparecer ante Él. Así pues, el Santo Bendito es el Rey Eterno, como dice el célebre poema: “Amo del mundo, que ha reinado desde antes de que todo ser fuera creado”, y sin embargo, para el hombre, por su limitado alcance intelectual, su reinado comienza a partir del momento en que Adam fue creado en la tierra.
La esencia del día
El día en que Adam fue creado concluyeron los seis días de la Creación. Con la creación de Adam quedó lista la realidad que conduciría hacia el objetivo, y ese día el Santo Bendito se convirtió en el Rey. Con la renovación de Su reino cada año, en Rosh Hashaná, el Atributo de la Justicia se extiende sobre todas las criaturas, para evaluar y determinar si cada una de ellas participó e hizo avanzar la realidad hacia su objetivo. El día en que se renueva la examinación del reino del Santo bendito sobre el hombre y todas las criaturas, todos y cada uno son enjuiciados ante el Tribunal Celestial, para ver si va por los caminos del Santo bendito y hace avanzar la realidad hacia su objetivo. Según esto, se puede entender por qué toda forma de vida es enjuiciada en este día. El hombre es juzgado sobre su sustento, para ver si el dinero y los bienes que le fueron otorgados durante el año transcurrido los usó debidamente para servir a Hashem; para ver si tuvo el mérito de dedicar todos sus medios materiales con que Hashem lo bendijo para servirlo; para ver si el hombre usó el cuerpo sano —que Él le dio— para avanzar personalmente y para hacer avanzar la realidad a fin de recibir el yugo del Cielo; para ver si el hombre se valió de su inteligencia y su poder del habla para exaltar con verdad el honor del Cielo; para ver si el hombre aprovechó bien todas las herramientas que le fueron otorgadas para servir al Creador.
Rendir cuentas es una realidad que encontramos en prácticamente todos los ámbitos de la vida del hombre, sea en los negocios, sea en el ejército, sea en cuestiones civiles, etc. A fin de que cualquier estructura social pueda funcionar debida y correctamente para conseguir sus metas, se necesita llevar un registro preciso y fiel para poder evaluar a sus integrantes con la mayor precisión posible. Los dueños de las empresas les dan a sus empleados el equipo y los medios necesarios para realizar sus trabajos. Hay quienes proveen a sus empleados con vestimenta, herramientas, automóviles, viajes con gastos cubiertos, vivienda, y hasta vacaciones; todo ello además de su sueldo mensual. El empresario que sabe dirigir a sus empleados con profesionalismo y eficacia exigirá cada cierto tiempo un informe de gastos o una evaluación de la productividad y las actividades de sus empleados. Si se entera de que cierto empleado no ha estado aprovechando todo lo que recibe para el beneficio e interés de la empresa, es obvio que será sancionado, le reducirán las prestaciones y hasta podría ser despedido. Tras este breve vistazo a la sociedad humana, ahora podemos entender mejor por qué el mundo es juzgado en Rosh Hashaná. El Santo Bendito le ordenó al hombre que obedezca Su palabra, que ande por Su camino y que se adhiera a Él, y a nadie más. Incluso el Taná del Tratado de Avot (Ética de nuestros padres) nos denomina “obreros”, como dice Rabí Tarfón: “El día es corto, el trabajo es mucho, los obreros son flojos y el Patrón presiona”.
“Declarad los maljuyot ante Mí para coronarme como Rey sobre vosotros”
Como ya dijimos, incluso con nuestro limitado intelecto podemos concebir hasta qué grado el juicio puede ser grave y solemne. No obstante, a pesar de ello, nuestros Sabios nos revelaron la inmensidad de la misericordia del Santo Bendito. En el Tratado de Rosh Hashaná nos detallaron la forma de inclinar el juicio hacia la benevolencia y misericordia Divinas: coronando a Hashem como Rey sobre nosotros con sinceridad. Dicho en sus palabras: “Declarad los maljuyot ante Mí para coronarme como Rey sobre vosotros”. El objetivo del hombre es coronar al Santo Bendito con toda su esencia y ser, con todos sus 248 órganos y miembros y 365 nervios y tendones. Asimismo el objetivo de todo el mundo es alcanzar la realidad en que “sepa todo ser animado que Tú le das el ánimo y que entienda todo creado que Tú lo has creado, y que diga todo el que respira: ‘Hashem, el Todopoderoso de Israel, es el Rey y Su reino se extiende sobre todo’”. También el profeta nos explica cómo será en el futuro: “Y será Hashem Rey sobre toda la tierra, en aquel día, será Hashem Uno, y Su nombre Uno”. Cuando el hombre manifiesta su voluntad de ser parte de este sublime proceso, cuando el hombre se presenta delante del Santo Bendito y reza pidiendo que la luz de Su reino sea revelada sobre todo el mundo, cuando el hombre suplica ver que se manifieste el reino de Hashem, con ello atrae sobres sí una soberanía diferente. Nuestros Sabios nos enseñaron que los rezos de Rosh Hashaná son la forma y el medio para coronar a Hashem como nuestro Rey en este día sagrado, que es fundamental para todo el año. En la expresión “hoy nació el mundo” hay quienes interpretan “nació” (harat) como ‘gestación’, es decir, en este día el Santo Bendito “gesta” todo lo que sucederá en el mundo para el siguiente año.
Es importante entender que coronar al Santo Bendito no es algo trivial. Uno de los grandes Sabios posteriores nos enseña que cuando la persona lee la Shemá puede meditar en que Hashem es Único, que Él gobierna los siete cielos y la tierra, y que gobierna los cuatro vientos del mundo (véase Shulján Aruj, Óraj Jaim 61:6), aunque se olvide de coronar a Hashem como su Rey. Dado que la coronación de Hashem no es una declaración que el hombre pronuncia de los labios hacia fuera, en los rezos de Rosh Hashaná es necesario desarrollar con veracidad esa voluntad y anhelo. La coronación de Hashem debe consistir en la anulación del ser, del “yo” del hombre y de la voluntad de someter toda su esencia ante la voluntad del Rey de todos los reyes. Ahora nos queda claro por qué no se dice el viduy (confesión) ni el rezo para expiar los pecados en los rezos de Rosh Hashaná, porque el servicio que se necesita ese día es un servicio interno, un servicio que conduzca al hombre a recibir el yugo del Reino Celestial, por voluntad sincera y con la esperanza de que sea revelada la luz del Santo Bendito.
El mundo moderno carece de temor de Su Reino
En la actualidad es más difícil imaginar cómo se siente el temor que infunde un rey. Es un sentimiento que ha desaparecido casi por completo, sobre todo en el mundo occidental. Es difícil encontrar a un rey cuya palabra y voluntad basten para dictar que alguien viva o muera. Y no solo eso, sino que además actualmente los gobiernos están sujetos a todo tipo de escrutinios, desprecio hacia su desempeño y cunde una sensación de que el hombre tiene la libertad de actuar a su antojo. Anteriormente explicamos que el reino de la tierra es similar al Reino Celestial. El Santo Bendito creó una realidad con reyes y gobernantes en el mundo para que el hombre pueda concebir, hasta cierto grado, quién es el Rey de los reyes, y cómo hay que temerle. No obstante, en la actualidad nos hemos alejado mucho de esas situaciones y conceptos. Si bien podemos reconocer los lados positivos y las ventajas que estos cambios han significado para el hombre, igualmente vemos que la desventaja es que se ha fortalecido la esencia de Amalek, y se ha desarrollado una tendencia de burla y desprecio hacia los valores y consensos. Por lo tanto, nos resulta difícil sentir ese temor que debe apoderarse de nosotros cuando nos acercamos al Santo Bendito. Hoy es más difícil identificarse con las sensaciones de anulación y temor frente a un “alto poder” o el gobierno. Por lo tanto, debemos meditar con mayor profundidad para desarrollar esos sentimientos, para lograr coronar al Santo Bendito como nuestro Rey con nuestros rezos en Rosh Hashaná, con todas las fuerzas espirituales que poseemos.
Los grandes Sabios de la generación mucho nos han señalado la importancia de rezar en Rosh Hashaná con la debida preparación. El Rav Shaj en varias ocasiones abordó este tema. Una de las razones de que nuestros Sabios hayan escrito el rito del rezo de los Días Solemnes diferente al del resto del año fue para que la persona se espabile y medite, en lugar de sólo leer las palabras del rezo mecánicamente, para acabar rápido. Como ya dijimos, hay que analizar y profundizar en las enseñanzas de nuestros Sabios de la Mishná y el Talmud, de modo que debemos analizar y estudiar el significado de los ritos de los rezos: ¿Por qué decidieron nuestros Sabios fijar fórmulas de expresión determinadas? ¿Qué hizo que nuestros Sabios eligieran precisamente esos diez versículos en cada una de las bendiciones, Zijronot, Maljuyot y Shofarot? ¿Por qué se ha dividido así el rezo del Musaf? Entre muchos otros puntos fundamentales, si el hombre se expone a ellos antes de disponerse a rezar en los Días Solemnes, tendrá el mérito de cumplir mejor lo que nuestros Sabios han establecido, además del mérito especial que le darán los rezos de esta celebración sagrada y el recibimiento del yugo celestial gracias a la concentración apropiada. Por lo tanto, la persona debe fijarse horarios para profundizar y estudiar con antelación los ritos de los rezos y el servicio especial de Rosh Hashaná.
La coronación del Santo Bendito tanto con Shofarot como con Zijronot
Tosfot, en el Tratado de Rosh Hashaná, se apoya en el Talmud Yerushalmi para enseñarnos que el sonido del Shofar confunde al satán, y a raíz de ello se ha desarrollado la costumbre de confesarse entre las veces que se toca el Shofar. Es una costumbre que también recomendó el Rabino Mordejay Eliáhu, de bendita memoria.
Rabí Seadia Gaón nos explica diez razones de tocar el Shofar en Rosh Hashaná. Una de ellas es que así se conducen los reinos: se hacen sonar las trompetas y los cuernos a la hora de coronar a un rey de las naciones. Partiendo de esta explicación, nosotros manifestamos con el sonido del Shofar que el Santo Bendito es nuestro Rey, a Quien deseamos. En el sonido del Shofar existe el aspecto de coronar a Hashem como nuestro Rey, y quien profundiza para entender esta razón, definitivamente se llena de miedo y temor al comparecer en esa hora sagrada, cuando se hace sonar el Shofar. Además, explica el Rambam, que a pesar de que el Shofar se haga sonar por ley de la Torá, su sonido transmite un mensaje oculto, sirve para despertar al hombre y recordarle que no debe dejarse confundir con las vanidades del tiempo.
El Shofar infunde miedo en la persona, como dice el versículo “¿Se puede hacer sonar el Shofar en la ciudad sin que el pueblo se estremezca?”. El Shofar hace que el hombre se vuelva consciente de que hay Alguien que está por encima de él. Con base en esto, podemos decir que la enseñanza del Tosfot sobre confundir al satán a la hora de tocar el Shofar no es solo una cuestión metafórica, sino que este suceso y elevación surten un efecto espiritual en Israel en esos momentos sagrados. Cuando los “gemidos” del Shofar truenan, llenan el espacio del Bet Knéset, los corazones que los escuchan se llenan de miedo y exaltación por el sublime suceso que están viviendo. Cuando el pueblo de Israel se presenta en comunidades y se une como un mismo hombre con un solo corazón, definitivamente desaparecen de la realidad todas las fuerzas de burla, el desprecio y la frivolidad que atentan contra lo sagrado. En una realidad tal, el satán no puede abrir la boca y acusar, por lo tanto, resulta fácil entender por qué es el momento propicio para que uno se confiese.
También en la bendición de Zijronot la persona debe atraer sobre sí la luz del reinado del Santo Bendito. En el rito de la bendición mencionamos las buenas acciones de nuestros ancestros, los de Nóaj y el pacto de nuestros Patriarcas. En medio de un mundo de depravación y corrupción, Nóaj logró resguardar tanto a su familia como a sí mismo. Similarmente, nuestros sagrados Patriarcas actuaron con cuerpo y alma para aumentar el honor de Hashem en el mundo. Con la lectura de los versículos de la bendición es posible despertarse y ver hasta qué grado el hombre puede adherirse a Hashem, y la inmensidad de lo que representa entregarse en cuerpo y alma por el honor del Hashem.
“Hashem es mi luz y mi salvación, ¿de quién he de temer?”
Nuestros Sabios nos enseñan sobre este versículo, que “mi luz” se refiere a Rosh Hashaná y “mi salvación” a Yom Kipur. ¿Por qué “mi luz” se relaciona con Rosh Hashaná? Podríamos explicarlo de la siguiente forma: La realidad de la oscuridad es una realidad de confusión, tristeza y lamento. Por otro lado, la realidad de la luz es una realidad de claridad, alegría y confianza. El tiempo consagrado a Rosh Hashaná tiene la capacidad de iluminar el camino del hombre para que ascienda. Al igual que un faro ilumina en medio de la penumbra para que los extraviados lleguen a su destino, los días sagrados de Rosh Hashaná pueden despertar al hombre y recordarle cuál es su verdadera aspiración en la vida, cuál es la perspectiva correcta sobre el mundo y cómo se debe definir el orden de prioridades en la vida.
Por otro lado, la confusión, la tristeza y el lamento que recordamos al definir la oscuridad pueden penetrar incluso en el corazón del estudioso de Torá. En un mundo materialista, en una realidad de vida rutinaria sin enlazarse a la fuente de la fuerza espiritual para fortalecerse, el hombre podría verse —Dios guarde— en una realidad oscura. Incluso dentro del mundo de la Torá el hombre se puede olvidar de cuál es su meta en la vida y cuál es la finalidad de su estudio, a tal grado que parece que gente más simple, que trabaja y se fija horarios para el estudio de la Torá, tienen una forma de vida espiritual más sana que la del avrej que, si bien pasa todo el día en el Kólel, se la pasa en la oscuridad.
Por lo tanto, y sobre todo en estos días, que son tan útiles para el fortalecimiento espiritual, debemos captar la luz especial que desciende sobre el mundo, en lugar de adherirnos y dedicarnos a cosas secundarias, a las que nos inclina el instinto maligno. En estos días, la luz cobra fuerza y se intensifica, y queda dentro de nuestras capacidades poder recibir fuerza y fortaleza, y la de recordarnos la definición correcta sobre una vida dedicada con esfuerzo a la Torá en honor de Su Nombre.
Los rezos los establecieron los Patriarcas
Hemos visto que el hombre puede caer en la frivolidad. Hemos hablado de conceptos sumamente sublimes relacionados con la aceptación del yugo del Reino del Cielo, la coronación del Santo Bendito como nuestro Rey y nuestra adhesión a Él. El hombre, en teoría, podría argüir que no tiene la capacidad de entender bien y a fondo el significado de estos temas, que el Santo Bendito es eterno y cómo se podría asimilar una relación con un concepto tan abstracto y sublime.
Es importante entender que con el cumplimiento de las leyes y costumbres que nos señalaron nuestros Sabios, particularmente las del rezo, nos adherimos a la vía de comunicación que cimentaron y establecieron nuestros sagrados Patriarcas, Abraham, Itzjak y Yaakov. Alegóricamente podríamos decir que es como la persona que le marca, desde su teléfono celular, a un conocido en una parte remota del mundo. Con el simple hecho de marcar está logrando hacer que el aparato cumpla las funciones que el fabricante tuvo en mente a la hora de diseñarlo y fabricarlo, aunque la persona que marca no posea ningún conocimiento previo de ingeniería electrónica, campos celulares o programación. Lo que podemos aprender de este ejemplo es que la forma en que el rezo ha sido “diseñado” es la vía de comunicación del pueblo judío con su Padre que está en el Cielo. Nuestros Sabios nos enseñan que “los rezos los establecieron los Patriarcas”, y por lo tanto, incluso si se carece de un entendimiento profundo de la estructura del rezo o de los secretos de la Torá y de la influencia espiritual que el hombre consigue con el acto de rezar, a fin de cuentas se enlaza y une al Santo Bendito con los mismos medios que cimentaron sus Patriarcas. Es la infraestructura de la vía de comunicación que le ha servido al pueblo de Israel a lo largo de las generaciones, y así es como nuestros padres, a lo largo de toda la historia han sabido coronar al Santo Bendito cada Rosh Hashaná.
“Servid al Eterno con temor y alegraos con estremecimiento”
Al parecer existe una contradicción entre la realidad del juicio que se lleva a cabo durante el día y la forma en que el pueblo de Israel se conduce durante estas festividades. Por un lado, explica el Rambam que no tenemos la costumbre de decir el Halel en Rosh Hashaná y Yom Kipur, a diferencia de las demás festividades, por el juicio que se está llevando a cabo. Por el otro, por la santidad del día, el pueblo de Israel rinde honor a esta celebración con platillos y señales de bendición en la mesa, como la manzana con miel, con ropa nueva y alegrías familiares, etc.
En la práctica, la persona que es llamada a juicio para determinar si su sentencia será de vida o muerte, se pone nerviosa, pierde el apetito y la sed, y no se le ocurre siquiera pensar en ponerse alegre. ¿Cómo se podría explicar el ambiente festivo en las casas de Israel el día de Rosh Hashaná? La pregunta cobra más fuerza si nos fijamos en las palabras del Profeta “comed grosuras y bebed vino dulce… porque santo es el día para nuestro Dios” (Nejemiá 8:10).
Como hemos ya explicado, además de que Rosh Hashaná sea el día del juicio, también es la celebración de la coronación del Santo Bendito, el día en que lo coronamos como el Rey del pueblo de Israel, como dice el versículo: “Y fue Rey en Yeshurún, cuando se juntaron los jefes del pueblo, y las tribus de Israel se unieron”. Por lo tanto, sentimos una inmensa alegría de tener el mérito de poder rezar delante del Santo Bendito para manifestar que Su reino domina sobre todo. El Rey David nos mostró cómo nos debemos alegrar mientras sentimos temor del juicio; cuando dice en el versículo “alegraos con estremecimiento”. Es decir, uno se puede alegrar delante del Creador del universo a pesar de estar sintiendo un gran temor. Esto se podría explicar con el ejemplo de un padre que baila con su hijo en los hombros el día de su boda. Por un lado el baile es la manifestación de la alegría del padre, por el otro, el padre no deja de sentir cierto temor de que su hijo se le vaya a caer. En Rosh Hashaná, el pueblo de Israel siente gran alegría, sin embargo, al mismo tiempo se posa sobre sus hombros la inmensa preocupación de salir del juicio con una buena sentencia. Estos son los dos aspectos que se incorporan en la esencia del día de Rosh Hashaná.
La lectura de la Torá en Rosh Hashaná
Al principio citamos las palabras que decimos en el rezo de Rosh Hashaná “este día el propósito de tu creación fue creado, recuerdo del día primero”, para luego explicar que Rosh Hashaná marca el día de la creación del mundo. Por lo tanto, lo correcto hubiera sido que en la lectura de la Torá para Rosh Hashaná se leyera lo relacionado con lo que aconteció en esa fecha, o sea, los capítulos sobre la creación del mundo y del hombre. Sin embargo, lo que leemos es la parashá que habla sobre el nacimiento de Itzjak, sobre Hagar e Ishmael, sobre cuando Abraham Avinu ató a Itzjak sobre el altar, etc. Por lo tanto, debemos entender cuál es la relación entre la lectura de la Torá, las acciones de nuestros Patriarcas y la esencia del día.
El hecho de que el hombre crezca intelectualmente y logre entender que todo lo que le sucede es porque así fue determinado según la Providencia de Hashem, es en sí una forma de recibir sobre sí el yugo de Su reino. Cuando la persona acepta con fe todo lo que le sucede, consciente de que todo es parte de un propósito, y de que todo lo que hace el Misericordioso es por su bien, es una forma de aceptar sobre sí el yugo del Reino de Hashem y de santificar Su Nombre en el mundo. La historia de cómo Sará fue recordada, el nacimiento de Itzjak, y también el rezo de Ishmael nos muestran cómo se elevaron nuestros Patriarcas y analizaron y aceptaron todo lo que les ocurría con fe, con rezos y con adhesión a Hashem.
Otra explicación la podemos hallar en el hecho de que los descendientes de Adam, el primer hombre, no lograron perpetrar la coronación continua del Santo Bendito como Rey de la humanidad. Así lo explica el Rambam en el primer capítulo de las Leyes de Avodá Zará: A partir de la generación de Enosh comenzó a disminuir en todo el mundo la consciencia de la existencia de Hashem, hasta que las bocas de los hombres olvidaron el Nombre del Santo Bendito. Mientras tanto, Abraham Avinu se convirtió en el “soporte del mundo”, y él les heredó a Itzjak y a Yaakov el conocimiento sobre el Reino de Hashem sobre el mundo, y así se convirtieron en los pilares de la Merkavá (Carroza Divina). Desde entonces, el pueblo de Israel, con el paso de las generaciones, no ha perdido el contacto con el Santo Bendito. Desde el pacto que Hashem hizo con Abraham, la relación se fortaleció y cobró forma con la Entrega de la Torá en el Monte Sinai, donde todo el pueblo de Israel vio la grandeza y majestuosidad del Creador, desde entonces y hasta el día de hoy, generación tras generación, la conciencia sobre el Reino de Hashem ha sido transmitida de maestro a alumno, de padre a hijo, junto con los preceptos que recibió el pueblo de Israel y el resto de los descendientes de Nóaj. Visto así, lo más apropiado es leer la historia de los patriarcas, que echaron los cimientos de nuestra fe para que nunca la abandonen sus descendientes.
Que tengamos el mérito de recibir con buena voluntad el Reino de Hashem gracias a nuestra meditación y preparación para estos días sagrados.