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Por Rabino Isaac Cohén
Con motivo de la celebración de un nuevo año, deseo transmitirles una reflexión inherente a este gran día.
Leemos en el Midrash Rabá que de todos los días de la semana, el más precioso es el séptimo, día de Shabat, y de los meses también el séptimo, el mes de Tishrei.
Rabí Eliezer dijo (Masejet Rosh Hashaná 11): “En Rosh HaShaná fue creado el mundo y será en este día la futura redención de Am Israel a través del advenimiento del Mashiaj”. Pero también Rosh HaShaná es Yom Hadin, el Día del Juicio.
Rabí Jiá dijo (Talmud Yerushalmi Masejet Rosh HaShaná 1:3): “Entre las naciones del mundo, cuando alguien es convocado a juicio tiene miedo, por eso se angustia, se aflige y descuida su arreglo personal. Pero en Am Israel —el día de Rosh HaShaná— mujeres y hombres se acicalan, visten ropas bonitas, comen, beben y se alegran”.
¿Cómo interpretar esta conducta? Una explicación nos dice que los hijos de Am Israel confían plenamente en la sentencia de Dios, y si ésta les resulta favorable o adversa de igual modo la aceptan. Pues sucede que Am Israel asume este mundo tal como es, ya que sabe que este mundo es creación de Dios y es gobernado por él con bondad y verdad (Jésed Veemet).
Es cierto, en este mundo hay sufrimiento, miseria y maldad, pero no es Dios el culpable de todo ello sino nosotros mismos, quienes nos comportamos de manera impropia y egoísta. No es Dios el que falla sino nosotros los seres humanos. Para Am Israel el día de Rosh HaShaná es un día de alegría porque se hace patente que Dios ejerce su justicia en este mundo, y su justicia es siempre para bien.
Preguntó rabí Abahu (Masejet Rosh HaShaná 16) por qué en Rosh HaShaná se toca un shofar hecho especialmente con cuerno de carnero y no de otro animal permitido como el ciervo o el antílope. La respuesta: “Así ordenó Dios: Tocad con cuerno de carnero para que recuerden cómo fue llevado al sacrificio Itzjak, hijo de Abraham, y yo consideraré como si vosotros mismos estuvierais dispuestos a sacrificaros por mí”.
Es que en Rosh HaShaná, que es el inicio del mes de Tishrei, se llevó a cabo el memorable acontecimiento de la Akedá de Itzjak. Y cuenta la tradición que con un cuerno del carnero que Abraham sacrificó en lugar de Itzjak (Séfer Bereshit 22:13) se fabricó el primer shofar.
¿Pero acaso la relación entre Rosh HaShaná y la Akedá de Itzjak es fortuita, se debe simplemente a una coincidencia de fechas? No cabe duda de que la Akedá de Itzjak fue una forma —que todavía hoy en día nos conmueve— de demostrar al mundo el grado de Emuná (fe) que poseía Abraham. En primer lugar, Itzjak no llegó a ser sacrificado. Dios revocó su orden a último minuto, enseñándonos de ese modo que el Jésed (la misericordia) siempre está por encima del rigor y del castigo.
En segundo lugar cabe preguntarse qué motivos llevaron a Abraham a sacrificar a Itzjak. Para Abraham los motivos eran la obediencia y el amor a Dios. Itzjak, para el momento de la Akedá (tal como lo calcula Rashí), tenía treinta y siete años edad; por eso, sin el consentimiento tácito de Itzjak, el sacrificio hubiese sido impracticable.
La Akedá de Itzjak estaba marcada en el corazón de Abraham por un sentimiento de Emuná. Dios juzga todos los días nuestras acciones; ¿qué se juzga entonces en Rosh HaShaná, Yom Hadin? Precisamente lo que hay dentro de nuestros corazones, y esto solamente él puede hacerlo.
Cualquier Bet Din (tribunal) bien constituido, basándose en testimonios confiables, puede juzgar nuestras acciones y las de nuestro prójimo. Pero solamente Dios Todopoderoso es capaz de ver en lo más recóndito de nosotros si verdaderamente hay amor y Emuná, arrepentimiento y disposición para cambiar, si realmente, en el año que se inicia, seremos capaces o no de superarnos y de mejorar nuestra conducta.
La palabra Tishrei tiene cuatro letras: Tav, Shin, Resh y Yud. Las tres primeras son precisamente las tres últimas del alfabeto hebreo, pero en orden inverso; esto para decirnos que en cada mes de Tishrei tenemos la posibilidad de regresar, de hacer Teshuvá, corregir el rumbo equivocado y de ese modo acercarnos a la Yud, la última letra de la palabra Tishrei. Esta letra tiene un valor numérico de diez, que simboliza los Diez Mandamientos (Aseret Hadiberot) enunciados en el Sinaí y también la búsqueda de lo espiritual.
La letra Yud es la única que “no toca el piso”. Es una letra corta y se escribe haciéndola coincidir con el margen superior de las demás letras. Además, Tav es la inicial de Torá, Shin es la inicial de Shuvá (regreso) y Resh es la inicial de Rajamím (misericordia), lo cual significa que a través de la Torá regresamos, hacemos Teshuvá y Dios, que es misericordioso, nos perdona. Así llegamos a situarnos en la Yud que es estar nuevamente en el Monte Sinaí, renovando día a día nuestro pacto y compromiso con el Todopoderoso.
Que en este año que ahora se inicia, haya en nuestra kehilá —por encima de todo— unión (Ajdut) y paz (Shalom): donde hay Ajdut, hay Shejiná (Presencia Divina), y donde hay Shalom hay Berajá (bendición).
Que haya armonía y sosiego en nuestros corazones, en nuestros hogares, en nuestra comunidad y en Venezuela. Que haya paz para Israel y para el mundo, y se hagan realidad las palabras del profeta Isaías: “Y de sus espadas forjarán arados, y de sus lanzas harán herramientas. No alzará ya la espada nación contra nación, ni aprenderán más el oficio de la guerra” (2:4). Y de ese modo: “El lobo morará con el cordero, y el leopardo con el cabrito, y andarán juntos el becerro y el cachorro de león, y será un niño quien los conducirá” (11:6).
Que seamos todos inscritos en el Libro de la Vida. ¡Shaná Tová!
Fuente: Nuevo Mundo Israelita

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