Kurdos y judíos, destinados a reescribir la historia
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Por Augusto Manzanal Ciancaglini
Los antiguos egipcios tenían una diosa madre, Isis, a la que le confirieron la fuerza fecundadora de la naturaleza. La mitología cuenta que Isis buscó y reconstruyó el cuerpo de su amado Osiris, el cual había sido destripado por Seth, deidad de la fuerza bruta, patrón de las tormentas, la violencia y la guerra.
Es paradójico que actualmente ISIS remita a las siglas en inglés del Estado Islámico, organización que se ha convertido en el summum del radicalismo islamista, donde la sharía como ley ya no ofrece grises y hasta al-Qaeda, su matriz, se desentiende. ISIS no necesita establecer una red multinacional, sino instituciones firmes y un ejército arrollador. El terrorismo subrepticio e inesperado no es su estilo, su estandarte es más el pánico que el terror.
El fundamentalismo islámico, como alternativa política, ha tomado protagonismo desde hace varias décadas, haciéndose camino sobre otras posturas ideológicas como el nacionalismo árabe, y hoy, con el pretexto de la guerra santa en forma de un reciclado califato medieval, se ha terminado de confirmar como el amparo de criminales más importante del mundo.
El Estado Islámico es el grito más compacto de los que se criaron con los ejemplos de la efervescencia de la revolución islámica de Irán, la internacional de los muyahidines, la estricta imposición de la ley islámica Talibán y la expansión invisible de al-Qaeda. Hijos que superaron a sus padres con las herramientas que adquirieron por haber vivido muchos de ellos en Occidente.
La exacerbación que representa ISIS refleja, por una parte, el hecho de que de cada miliciano muerto brotan nuevos cada vez más extremistas; pero al mismo tiempo, pese a su organización y territorio ganado con el consiguiente usufructo de sus recursos, certifica su acorralamiento. Ellos mismos han creado su propia trampa. Las decapitaciones y las masacres solo pueden atraer lo peor de la nueva generación de terroristas fanáticos, que de todas partes van a unírseles, la red oculta de células latentes se debilita ante la impulsividad de los más intransigentes, y al-Qaeda pierde a varios frescos potenciales mártires que, ahora juntos, luchan abiertamente en una guerra imposible de ganar.
ISIS puede ser a la larga un gran golpe a al-Qaeda y al fundamentalismo en general. Al salir de las cuevas, al bajar de las montañas, al dejar Europa y otros países musulmanes, los yijadistas descuidaron el resguardo de las sombras, abandonando la esencia que los hacía ser ese imprevisible enemigo sin rostro que tuvo en vilo al mundo civilizado.
La historia de lo irremediablemente inexis­tente volverá a ubicar en la homonimia, de forma claramente diferenciada, lo mítico de lo salvaje, cuando por fin el usurpador Seth deje de atormentar a los pueblos del Levante con su pasajera distopía irracional, y le devuelva el nombre a su verdadera dueña: la diosa Isis.
Fuente: Nuevo Mundo Israelita

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