Editorial Semanario Aurora
La Primavera Árabe no ha logrado la democratización del Oriente Medio – como esperaban muchos gobernantes e intelectuales estadounidenses y europeos – sino el colapso de numerosos países de la región. Esta imprevista situación ha hecho que desaparezcan prácticamente las amenazas de ejércitos convencionales contra el Estado Israel.
El lugar de los ejércitos regulares ha sido reemplazado por las milicias sectarias y tribales, y grupos terroristas confesionales post-estatales.
El intenso deseo del gobierno estadounidense de retirarse de la región y el colapso de numerosos países árabes ha sido capitalizado astutamente por Irán, más precisamente por el Cuerpo de la Guardia Revolucionaria Iraní (CGRI).
El CGRI actúa como un fervoroso mini-estado autónomo dentro de la República Islámica y su lugar dentro de la misma es homólogo al que ocupa su socio menor, la organización extremista chií Hezbollah en el Líbano.
Los avances iraníes en Irak, Líbano, Yemen, Siria, etc., han despertado el resentimiento y la reacción en el mundo sunita árabe, una de cuyas expresiones ha sido la emergencia del Estado Islámico.
Irán ha sabido expandir con gran paciencia su influencia hacia el Mediterráneo y el Mar Rojo, a través del uso de aliados. Israel es su Némesis, es decir su rival ultimativo, pero hasta ahora Teherán ha evitado los enfrentamientos directos, y prefiere la guerra a través de sus aliados (Hamás, Hezbollah, Jihad Islámico, etc.). Se dice ocurrentemente que los iraníes – que son étnicamente persas – están dispuestos a luchar contra Israel hasta el último árabe.
El poder odia el vacío, y el colapso de las fuerzas del ejército sirio en Quneitra ha atraído a las fuerzas iraníes y de Hezbollah a las fronteras del Golán.
Es muy poco probable que los comandantes de Hezbollah y el general iraní que murieron en un presunto ataque aéreo israelí, el 18 de enero pasado, estuvieran, a pocos kilómetros de la frontera israelí, organizando un picnic. Lo más factible es que la idea de abrir un frente en la zona del Golán tenga que ver con la expectativa del régimen de los ayatollahs de arrastrar al Estado judío hacia una batalla terrestre. Los iraníes se ven a sí mismos como un pueblo sofisticado y astuto. Atraer al Estado judío al pantano del Líbano o Siria podría tener la ventaja para Irán de justificar su tan cuestionada interferencia en el Oriente Medio. No obstante, el primer ministro, Biniamín Netanyahu, se limitó a advertir recientemente que "el que juega con fuego se quema".