El científico más célebre del siglo XX, fallecido el 18 de abril de 1955, es también uno de los personajes más citados, pues opinaba y se le consultaba sobre todos los temas de su tiempo. Pero también es uno de los peor citados, pues algunas de sus afirmaciones se toman fuera de contexto, o simplemente se ponen en su boca frases que nunca pronunció. Aparte de la ciencia, los asuntos que más lo ocuparon durante muchas décadas fueron el Judaísmo y el sionismo. Era un judío orgulloso y un sionista apasionado, que realizó giras, dictó conferencias y escribió profusamente para apoyar el restablecimiento del hogar nacional judío en Eretz Israel. Los discursos que reproducimos a continuación corresponden a tres épocas distintas: el primero data de los días en que comenzaba el Mandato Británico en Palestina, el segundo es de vísperas del Holocausto, y el tercero lo ofreció cuando el Estado judío ya era una realidad, si bien precaria. Su elegante prosa permite apreciar cómo Einstein se sentía parte de esta epopeya, de la que siempre hablaba en primera persona.
Discurso ante una reunión sionista en Berlín, 27 de junio de 1921
Einstein pronunció esta alocución a su regreso de una gira para recaudar fondos en Estados Unidos, en la que participó con Haim Weizmann y otros dirigentes sionistas.
Durante los últimos 2000 años, la única propiedad común del pueblo judío ha sido su pasado. Dispersa por el ancho mundo, nuestra nación no poseía nada excepto su cuidadosamente mantenida tradición. Los judíos individuales sin duda hicieron grandes aportes, pero parecía que el pueblo judío como un todo ya no tuviera más fuerzas para grandes logros colectivos.
Ahora todo eso ha cambiado. La historia nos ha puesto frente a una tarea grande y noble, en la forma de la cooperación colectiva para la construcción de Palestina. Miembros eminentes de nuestro pueblo ya están trabajando con toda su fuerza en la realización de esa meta. Se nos presenta la oportunidad de establecer centros de civilización que todo el pueblo judío pueda considerar como su obra. Alimentamos la esperanza de erigir en Palestina un hogar para nuestra propia cultura nacional, que ayudará a despertar al Cercano Oriente a una nueva vida económica y espiritual.
El objetivo de los líderes del sionismo no es político, sino social y cultural. La comunidad judía de Palestina debe acercarse al ideal de nuestros antepasados tal como está escrito en la Biblia, y al mismo tiempo convertirse en una sede de vida intelectual moderna, un centro espiritual para los judíos de todo el mundo. De acuerdo con esta noción, el establecimiento de una universidad judía en Jerusalén constituye una de las metas más importantes de la organización sionista.
Durante los últimos meses estuve en Estados Unidos para ayudar a recaudar la base material para esa universidad. El éxito de esta empresa era previsible. Gracias a la energía incansable y el espléndido espíritu de sacrificio de los médicos judíos estadounidenses hemos logrado reunir suficientes recursos para la creación de una Facultad de Medicina, y el trabajo preliminar comenzará muy pronto. Después de este éxito, no tengo duda de que la base material para las otras facultades se obtendrá a cotro plazo. La Facultad de Medicina se desarrollará ante todo como un instituto de investigación, y se concentrará en hacer del país un lugar saludable, asunto de la mayor importancia para su desarrollo. La enseñanza a gran escala se convertirá en algo importante con posterioridad. Varios científicos de alta competencia ya han manifestado su disposición a asumir puestos en la universidad, por lo que el establecimiento de la Facultad de Medicina parece estar fuera de toda duda.
Puedo agregar que se ha abierto un fondo especial para la universidad, enteramente distinto del fondo general de desarrollo del país. Para este último se recaudó una suma considerable durante estos meses en Estados Unidos, gracias a la infatigable labor del profesor Weizmann y otros líderes sionistas, fundamentalmente a través del espíritu de sacrificio de las clases medias.
Concluyo con un cálido llamado a los judíos de Alemania para que contribuyan con lo que puedan, a pesar de las actuales dificultades, para la construcción del hogar judío en Palestina. Este no es un asunto de caridad, sino una empresa que concierne a todos los judíos, y el éxito de la cual promete ser una fuente de la mayor satisfacción para todos.
Huésped en Eretz Israel
Albert Einstein visitó Palestina en 1923, donde fue huésped tanto de las autoridades del yishuv como del Mandato Británico. Recorrió emocionado los kibutzim y las ciudades; fue designado ciudadano honorífico de Tel Aviv, urbe de la que quedó admirado por su crecimiento en solo 14 años de existencia. También sembró arbolitos en la futura sede del Tejnión (hoy Instituto Tecnológico de Israel) en Haifa.
Su actividad principal en Eretz Israel fue participar en la inauguración de la Universidad Hebrea de Jerusalén, a la que dedicó tantos esfuerzos y de cuya primera Junta Directiva formó parte junto a figuras como Sigmund Freud, Ajad Haam y Judah Magnes. Mucho después, en su testamento, legó todos sus papeles a la biblioteca de esta universidad.
Einstein comenzó su discurso inaugural en hebreo, pero como conocía poco el idioma lo continuó en francés. En la parte fundamental dijo: “Considero que este es el día más importante de mi vida. Hasta ahora yo lamentaba algo del alma judía, y era su falta de memoria: falta de memoria sobre su propio ser. Hoy me siento feliz por la visión del pueblo judío aprendiendo a reconocerse a sí mismo, y haciéndose reconocer como una fuerza en el mundo. Esta es una gran época, la época de la liberación del alma judía, y esto se ha logrado a través del movimiento sionista, de forma que nadie en el mundo será ya capaz de destruirla”.
“Nuestra deuda con el sionismo”
Discurso pronunciado en el “tercer séder” del Comité Laboral Nacional por Palestina, Nueva York, 17 de abril de 1938. Publicado en New Palestine, Washington, 28 de abril de 1938.
En esta intervención, Einstein hace referencia a los disturbios árabes que se habían iniciado en Palestina en 1936, organizados por el mufti de Jerusalén con el patrocinio de la Alemania nazi, y que solo cesarían con el inicio de la Segunda Guerra Mundial.También expresaba que, en lugar de un Estado independiente,él preferiría que el pueblo judío se mantuviera como una “comunidad espiritual” dentro de un país multicultural. Los hechos posteriores le harían cambiar de opinión.
Rara vez, desde la conquista de Jerusalén por Tito, ha experimentado el pueblo judío un período de mayor opresión que la que prevalece en los tiempos presentes. En algunos respectos, de hecho, nuestra época es incluso más problemática, pues las posibilidades de emigración están más limitadas de lo que eran entonces.
Sin embargo, también sobreviviremos a esta época, no importa cuánta tristeza, no importa cuántas pérdidas de vidas ocurran. Una comunidad como la nuestra, que es una comunidad puramente por razón de la tradición, solo puede fortalecerse cuando es sometida a presiones externas. Porque hoy cada judío siente que ser judío trae consigo una seria responsabilidad, no solo hacia su propia comunidad sino hacia la humanidad. Ser judío, después de todo, significa reconocer y seguir en la práctica los fundamentos de humanidad escritos en la Biblia, fundamentos sin los cuales no puede existir una comunidad de personas sólida y feliz.
Estamos aquí reunidos debido a nuestra preocupación por el desarrollo de Palestina. En este momento debe enfatizarse una cosa sobre todas las demás: el Judaísmo tiene una gran deuda de gratitud hacia el sionismo. El movimiento sionista ha revivido nuestro sentido de comunidad. Ha realizado un trabajo productivo que supera todas las expectativas que alguien pudo tener. Este trabajo productivo en Palestina, al cual han contribuido judíos de todo el mundo con su sacrificio, ha salvado a una gran cantidad de nuestros hermanos que estaban en grave necesidad. En particular, ha sido posible dirigir a una parte significativa de nuestra juventud hacia una vida de trabajo feliz y creativo.
Ahora la enfermedad de nuestro tiempo —el exagerado nacionalismo, que nace de un odio ciego—somete a nuestra labor en Palestina a una situación difícil. Los campos que se cultivan de día deben tener protección armada durante la noche para defenderse de fanáticos árabes forajidos. Toda la vida económica sufre por esta inseguridad. El espíritu empresarial languidece, y cierta medida de desempleo (modesto al compararlo con los estándares estadounidenses) ha hecho aparición.
La solidaridad y confianza con la que nuestros hermanos de Palestina enfrentan estas dificultades merecen nuestra admiración. Contribuciones voluntarias de quienes aún están empleados mantienen a flote a los parados. El espíritu se mantiene en alto, con el convencimiento de que la razón y la calma finalmente se restablecerán. Todos saben que los disturbios son fomentados artificialmente por aquellos interesados en perjudicarnos y avergonzar a Inglaterra. Todos saben que el bandolerismo cesaría si los fondos que lo mantienen desde el exterior desaparecieran.
Nuestros hermanos de otros países, sin embargo, no se quedan atrás. Tampoco ellos perderán su disposición, sino que de manera resuelta y firme apoyarán esta labor común. Eso resulta innecesario decirlo.
Solo unas palabras más sobre el tema de la partición. Yo preferiría mucho más ver un acuerdo razonable con los árabes, sobre la base de vivir juntos en paz, en lugar de la creación de un Estado judío. Aparte de las consideraciones prácticas, mi conocimiento de la naturaleza esencial del Judaísmo se resiste a la idea de un Estado judío con fronteras, ejército y una medida de poder temporal, no importa cuán modesto este fuera. Me preocupa el daño interno que el Judaísmo sufriría, especialmente el surgimiento de un nacionalismo estrecho en nuestra propias filas, contra el cual hemos tenido que luchar incluso sin un Estado. Ya no somos los judíos del período macabeo. Retornar a una nación en el sentido político del término equivaldría a alejarnos de la espiritualización de nuestra comunidad, que debemos al genio de nuestros profetas. Si las necesidades externas nos forzaran, después de todo, a asumir esa carga, asumámosla con tacto y paciencia.
Algo más sobre la actual actitud sicológica del mundo como un todo, del cual nuestro destino judío también depende. El antisemitismo siempre ha sido la forma más barata empleada por las minorías egoístas para engañar al pueblo. Una tiranía basada en ese engaño, y mantenida por el terror, debe perecer inevitablemente por el veneno que genera dentro de sí misma. Porque la presión de las injusticias acumuladas fortalece a las fuerzas morales del hombre, que llevan a la liberación y la purificación de la vida pública. Espero que nuestra comunidad, a través de su sufrimiento y su trabajo, contribuya a la liberación de esas fuerzas redentoras.
Los judíos de Israel
Discurso pronunciado en la cadena de radio NBC el 27 de noviembre de 1949, para una convención del United Jewish Appeal
No existe problema más acuciante para nosotros los judíos que consolidar lo que se ha logrado en Israel, con tan increíble energía y una inigualable disposición para el sacrificio. Que la alegría y admiración que nos llena, cuando pensamos en todo lo que ese pequeño grupo de personas enérgicas y capaces ha logrado, nos dé la fortaleza necesaria para aceptar la gran responsabilidad que nos plantea la situación actual.
Cuando evaluamos este logro, sin embargo, no perdamos de vista la causa por la que luchamos: el rescate de nuestros hermanos en peligro, dispersados en muchas tierras, para reunirlos en Israel; crear una comunidad que se conforme lo más posible a los ideales éticos de nuestro pueblo, tal como se han constituido en el curso de una larga historia.
Uno de esos ideales es la paz, basada en la comprensión y el autocontrol y no en la violencia. Si estamos imbuidos de este ideal, nuestro gozo se mezcla de algún modo con la tristeza, porque nuestras relaciones con los árabes están actualmente lejos de ese ideal. Es muy probable que lo hubiéramos alcanzado si se nos hubiese permitido forjar, sin la interferencia de otros, las relaciones con nuestros vecinos, porque queremos la paz y estamos convencidos de que nuestro desarrollo futuro depende de ella.
Fue mucho menos por causa nuestra o de nuestros vecinos, que del poder del Mandato, que no logramos una Palestina indivisa en la que judíos y árabes pudieran vivir como iguales, libres y en paz. Si una nación domina sobre otras, como fue el caso del Mandato Británico sobre Palestina, difícilmente puede evitar seguir la notoria divisa Divide et Impera. En lenguaje llano, eso significa: crea discordia entre los pueblos gobernados para que no puedan unirse y sacudirse el yugo. Bueno, el yugo ha sido removido, pero las semillas de la discordia han dado fruto y aún podrían hacer daño durante un tiempo, esperemos que no muy largo.
Los judíos de Palestina no lucharon por la independencia política en sí misma, sino para lograr la libre inmigración de los judíos de muchos países en los que su propia existencia estaba en peligro; libre inmigración también para todos los que aspiraban a vivir entre los suyos. No es una exageración decir que ellos lucharon para hacer posible un sacrificio quizá único en la historia. No me refiero a la pérdida de vidas y propiedades, luchando contra un oponente numéricamente muy superior, ni al agotador trabajo de los pioneros en un país árido y abandonado. Pienso en el sacrificio adicional que una población que vive en semejantes condiciones ha tenido que hacer para recibir, en el curso de 18 meses, un flujo de inmigrantes que equivale a más de un tercio de la población judía total del país. Para comprender lo que eso significa, solo hay que imaginar una hazaña semejante para los judíos estadounidenses. Asumamos que no existieran leyes que limitaran la inmigración a Estados Unidos; imaginen que los judíos de este país se ofrecieran como voluntarios para recibir a más de un millón de judíos de otros países en el curso de año y medio, cuidar de ellos e integrarlos a la economía nacional. Ese sería un tremendo logro, pero aún estaría muy lejos del de nuestros hermanos en Israel. Porque Estados Unidos es un país grande y fértil, escasamente poblado, con un alto nivel de vida y una capacidad productiva altamente desarrollada, que no puede compararse con la pequeña Palestina judía cuyos habitantes, incluso sin la carga adicional de la inmigración masiva, llevan una vida difícil y frugal, todavía amenazada por ataques enemigos. Piensen en las privaciones y sacrificios personales que este acto voluntario de amor fraternal representa para los judíos de Israel.
Los medios económicos de la comunidad judía de Israel no son suficientes para llevar esa formidable empresa a un final feliz. A 100 mil de las más de 300 mil personas que inmigraron a Israel desde mayo de 1948 no se les pudieron ofrecer viviendas ni trabajo. Debieron ser concentradas en campamentos improvisados, en condiciones que son una desgracia para todos nosotros.
No es posible que este magnífico trabajo fracase porque los judíos de Estados Unidos no ayuden suficientemente, o de manera suficientemente rápida. Aquí, en mi opinión, hay un regalo precioso que se le ofrece a todos los judíos: la oportunidad de asumir un papel activo en esta maravillosa tarea.
FUENTES
Françoise Balibar (1999). Einstein – El gozo de pensar. Barcelona: Ediciones B.
Albert Einstein (segunda edición, 1982). Ideas and Opinions (basado en Mein Weltbild). New York: Crown Publishers.
Fred Jerome (2009). Einstein on Israel and Zionism: his provocative ideas about the Middle East. New York: St. Martin’s Press.
www.zionism-israel.com
Wikipedia.org
Recopilación y traducción: Sami Rozenbaum