Por Rabino Efraim Nisenbaum
Recientemente tuve la oportunidad de viajar con mi esposa desde Cleveland a Nueva York para asistir a la boda de un amigo. A pesar de que originalmente habíamos previsto ir en avión, después de enterarme de que el salón de la boda estaba a casi dos horas del aeropuerto, junto con mi propensión a perderme en Nueva York, decidimos alquilar un automóvil e ir manejando.
Después de llenar el papeleo, el empleado en el mostrador me preguntó si estaba interesado en alquilar un GPS por un precio adicional de diez dólares al día. Al no estar muy al tanto con la tecnología, estaba vagamente familiarizado con el GPS (o Sistema de Posicionamiento Global), pero yo sabía que podía mostrar las direcciones a cualquier destino y enviar ayuda a las personas que quedaran varadas.
Ya que haríamos un viaje de ocho horas la mañana de la boda, y mi sentido de la dirección no es muy bueno, decidí que era una inversión que valía la pena. Apreté el pequeño botón verde en el aparato tipo teléfono y le di a conocer al operador la dirección del salón de la boda. También le di el nombre del hotel, donde había hecho las reservas para quedarnos luego de la boda, y una sinagoga donde podría rezar la mañana siguiente. Todo estaba programado en el pequeño dispositivo montado en el parabrisas.
En cuanto salimos al camino, el dispositivo comenzó a hablar: “Hacer la primera a la derecha a la calle Green… Gire a la izquierda en la calle Cedar… Gire a la derecha en la calle Kennedy… Gire a la izquierda en la 271 que va al sur… Continúe por nueve millas…”.
Estaba impresionado. Parece eliminar toda la ansiedad que uno siente al manejar en largas distancias. “¿No sería grandioso si tuviéramos algo como el GPS en la vida real?”, le comenté a mi esposa. Ve a tal y tal escuela… Continúa por cuatro años… Dobla a la izquierda y conoce a tu futura esposa… Di tal y tal cosa a aquella persona… Sacaría muchas molestias del pantano de decisiones y dilemas que enfrentamos cada día.
Mi imaginación volaba y no me di cuenta que había hecho un giro incorrecto. Mis pensamientos fueron interrumpidos por la voz del GPS: “Fuera de ruta. Pulse el botón para regresar a la ruta”.
Miré el aparato con asombro. Yo sabía que trabajaba por satélite, pero la conciencia de que cada movimiento estaba siendo rastreado era un poco desconcertante. Con culpa, rápidamente apreté el botón y seguí las instrucciones hasta que el GPS me informó que estaba, otra vez, “nuevamente en camino”. Podía respirar con más facilidad.
Y luego me di cuenta: ¡Tenemos un GPS en la vida real! Hay un gran satélite que rastrea todas nuestras actividades, donde quiera que vayamos y hagamos lo que hagamos. No podemos ocultar nuestras acciones de Dios. Él también comunica los movimientos propios que tenemos que realizar a través de la Torá, guiándonos a través de cada desafío y elección difícil que enfrentamos. Sólo tenemos que prestar atención a la Torá y seguir sus instrucciones, y nuestros dilemas estarán mucho más claros; nuestras vidas serán mucho más simples y menos estresantes.
Pero a veces nos distraemos del comunicador y nos encontramos perdidos. Es posible que ni siquiera nos demos cuenta cuán lejos nos hemos desviado del camino. Pero incluso entonces el gran satélite no nos abandona. Cada Yom Kipur viene a recordarnos que nos desviamos. Tenemos instrucciones claras de cómo regresar al camino, a través de las leyes de la Teshuvá, el arrepentimiento. Teshuvá significa literalmente un regreso. Es el gran regalo de Dios a la Humanidad: la oportunidad de ser redireccionados, incluso después de que nos hayamos desviados tantas veces, para poder volver al buen camino.
El mensaje de Yom Kipur puede hacernos sentir incómodos; después de todo a nadie le gusta saber que sus movimientos son rastreados y que está “fuera de ruta”. Pero la vida es muy corta, y hay mucho por llevar a cabo; es realmente una inversión que vale la pena el esfuerzo.
Yom Kipur no es un día para temer. Si fuera así, no podría reemplazar la alegría del Shabat semanal. Ayunar como muestra de temor y luto está prohibido en Shabat. En vez de eso, Yom Kipur es un día para celebrar. Puede tomar mucho esfuerzo, pero nos muestra cómo podemos volver nuevamente al camino, y respirar con mayor facilidad.
Fuente: aishlatino.com