Por Beatriz W. De Rittigstein
Desde el triunfo de la revolución islámica en 1979, la teocracia iraní señala a Israel como su gran enemigo. De hecho, desde esos tiempos del ayatollah Komeini hasta los actuales de Kamenei, Irán constituye un importante apoyo para las campañas internacionales de animadversión hacia el Estado y el pueblo judíos y una de las principales fuentes de difusión de propaganda antisemita.
Durante sus dos períodos de presidencia, Ahmadinejad constantemente escandalizaba por sus llamados directos a la destrucción de Israel. El 26 de octubre de 2005, por primera vez asombró al declarar: "La nación musulmana no permitirá a su enemigo histórico vivir en su propio corazón" e insistió al sentenciar: "Como dijo el imán (el ayatolá Komeini), Israel debe ser borrado del mapa". Además repetía sus dudas acerca de la realidad del Holocausto y como parte del desarrollo del antisemitismo iraní, en diciembre de 2006 reunió a diversos negacionistas en una conferencia. Igualmente convocó a un concurso de caricaturas sobre ese tema.
En el actual período de Rohani, quien fue electo debido a su barniz moderado, con otro estilo, más cuidadoso y pulido, ha dado esperanzas al ingenuo mundo occidental, el cual, erróneamente, mide al régimen iraní con acomodados parámetros y está ansioso por ampliar sus límites comerciales. No obstante, el propósito anti israelí es el mismo. El propio Rohani, aunque sorprenda con un astuto ardid: felicitar al pueblo judío en sus fiestas, no tiene miramientos a la hora de burlarse, calumniar e insultar a Israel.
De tal manera que, tras la firma del acuerdo nuclear de Viena, vemos de forma cotidiana, a distintos voceros del régimen iraní que con altivez amenazan la supervivencia de Israel, hasta el punto que Kamenei le puso plazo, aseverando que "Israel dejará de existir en tres décadas" y con total desparpajo advirtió que a través de la yihad no le darán tregua a los israelíes.
Este odio demostrado hasta la saciedad, debió ser tomado en cuenta por las potencias negociadoras del G5+1, incluso en el caso que se pretenda una alianza con Irán para erradicar a ISIS y estabilizar a Siria e Irak. También tendría que ser un asunto de condena y serias exigencias por parte de los organismos del sistema mundial en cumplimiento de sus responsabilidades.