Por Beatriz W. De Rittigstein
Hace poco ocurrió un suceso verdaderamente histórico en Arabia Saudita, no solo les fue permitido votar a las ciudadanas, sino que además algunas de ellas se postularon como candidatas y fueron electas para ocupar cargos públicos, como el caso de la primera concejal de dicho reino y nada menos que en la ciudad santa de La Meca.
Se trata de Salma bin Hzab al Otaibi, elegida para uno de los puestos del Concejo Municipal en la región de Mahoma. Al Oteibi compitió en su circunscripción contra siete hombres y dos mujeres. Se conoció que alrededor de millón y medio de personas, de las cuales unas ciento cincuenta mil mujeres, se inscribieron en el padrón electoral, para elegir entre casi seis mil candidatos, a sus cerca de trescientos representantes en las asambleas municipales. Estas primeras elecciones sauditas con el protagonismo de las mujeres se desarrollaron sin incidentes, aunque con baja afluencia.
En los anteriores comicios municipales que se realizaron en 2011, el rey Abdalá bin Abdelaziz, fallecido el pasado enero, anunció que las mujeres podrían votar y presentarse en los comicios de 2015. Sin embargo, la campaña fue difícil, pues debido a la ley islámica, la Comisión Electoral impuso una segregación total de géneros y proscribió que las candidatas se muestren en fotos y propaganda o pronunciasen discursos ante hombres.
Cabe destacar que las condiciones de la población femenina en las sociedades donde predomina el Islam radical como en el reino saudita, regido por una versión rigurosa de la fe, son calamitosas, pues su mundo se ve reducido por la sharia, que disciplina a fin de que la interacción entre hombres y mujeres no se produzca de forma natural y determina que la mujer esté en una situación de minusvalía y opresión. Las mujeres están sometidas a numerosas prohibiciones, por ejemplo: no pueden manejar, necesitan el permiso de un tutor masculino, ya sea el padre o el esposo, para contraer matrimonio, viajar, tener un empleo remunerado o estudiar en una Universidad.
Tal vez el hecho de que la monarquía saudita haya reconocido estos derechos civiles sea un incipiente cambio hacia una mejora en las condiciones de esclavitud que sufren las mujeres dentro de las sociedades musulmanas extremistas, pese a que todavía es una diminuta luz.