Por Trudy Spira (bendita sea su memoria)
Texto publicado el 18-11-2010
Hace apenas dos años festejamos los sesenta años del establecimiento del Estado de Israel. Ahora corresponde celebrar los sesenta años de la Unión Israelita de Caracas, uno de los pilares de la comunidad judía de Venezuela.
Tengo bellos y agradables recuerdos de la UIC que he compartido con mi familia y que deseo compartir con ustedes, no sólo como miembro de la institución, sino también desde el punto de vista de alguien que laboró por más de una década en la Unión.
Mis vivencias en la institución no ocurrieron sólo en las oficinas, donde compartía con mis compañeros de trabajo y donde atendía a los socios; también tuve experiencias sumamente intensas en la sinagoga de la UIC.
En mi casa, sobre la pared, tengo un diploma enmarcado, entregado el 16 de junio de 1983 a mi difunto esposo, Alfred (Z´L), por los señores Eliéser Rotkopf y José Cucher, presidente y secretario general de la Junta Directiva de la UIC, en aquel entonces. El texto del mismo reza: “En testimonio a su meritoria labor en beneficio del desarrollo de la comunidad”. Mi esposo, un hombre muy apegado a nuestras tradiciones, cumplía cabalmente con lo escrito en el Pirké Avot: “No te alejes de tu comunidad”. No solamente que no se alejó, sino que siempre buscaba de qué manera podía ser útil para que la institución a la cual pertenecía cumpliese con su cometido: ofrecer todos los servicios religiosos a sus miembros, velar por una buena educación a los jóvenes y ayudar al prójimo. Adicionalmente, transmitió a nuestros hijos lo importante que es el sentido de la identificación y la pertenencia. Hoy puedo decir con orgullo que ellos también ponen su granito de arena en pro de la comunidad.
La Unión Israelita ha sido un eslabón importantísimo en la integración a la actividad comunitaria de otras instituciones. La mejor prueba de ello es este semanario, como también el colegio, CAIV y el Vaad Hakehilot, el Beit Avot, Hebraica, el Centro Médico Yolanda Katz, y tantas otras instituciones que ofrecen servicios a cada uno de nuestros correligionarios.
Considero inolvidables los actos en la sinagoga, conmemorando Yom HaShoá, preparados y organizados por la morá Fania Lapscher (Z´L), con la participación de sus alumnos del liceo comunitario. ¡Cuánto sentimiento y solemnidad eran presentados en estos eventos!
Cómo no recordar las Bat Mitzvot colectivas que por más de tres décadas han sido organizadas por la WIZO y que llenan a plenitud la sinagoga durante dos noches. De esta manera las mujeres WIZO aseguran que las futuras madres tendrán las herramientas necesarias para transmitir a las siguientes generaciones nuestras milenarias tradiciones.
¿Qué decir de las satisfacciones personales y familiares vividas en la Unión? No puedo olvidar cómo llevábamos mi esposo y yo a nuestros hijos en la noche de Simjat Torá a la sinagoga. Mi hijo tenía una pequeña Torá que le habíamos comprado, y con ella él bailaba todas las hakafot y la compartía con sus amigos para que ellos también pudiesen participar de la festividad. También recuerdo cómo, con los demás muchachos, recitaba la brajá (bendición) cuando todos los niños, una vez al año en esta fecha, están llamados a la Torá.
En esa sinagoga se hicieron las ceremonias del Bar Mitzvá de mi hijo y mis tres nietos; también casé en ella a mis dos hijos. En el Salón Baltuch celebré con inmensa alegría todas esas bondades que Dios me concedió. Tanto las bodas como los Bar Mitzvot fueron oficiados por el rabino Pynchas Brener, quien, desde su arribo a Venezuela y hasta el día de hoy, es amigo de nuestra familia.
Nuestra amistad con la familia Brener se remonta a 1967, fecha de su llegada a Caracas. En esa época nosotros éramos una de las pocas familias que teníamos en la terraza de nuestra casa una sucá construida para cumplir con la ordenanza de la Torá para esta festividad, por lo que el doctor Jelinowski (Z´L), nos llamó por teléfono preguntando si podíamos invitar al recién llegado rabino y a su familia, acompañado por el presidente de la Unión Israelita de Caracas, León Wiesenfeld (Z´L), para la cena de la primera noche de Sucot. Por supuesto, lo consideramos como un privilegio. Varias personas acompañaron al rabino Brener a nuestra sucá para escuchar el kidush. Compartimos una cena maravillosa, la cual mis hijos y yo todavía hoy en día comentamos.
En la vida también hay momentos de gran tristeza y en esta misma sinagoga, que vio los logros de nuestra familia, también conmemoré los treinta días (shloshim) del fallecimiento de mi esposo. En dicha ocasión, mis hijos y yo fuimos acompañados por un gran número de correligionarios a quienes les estamos muy agradecidos por estar a nuestro lado cuando la ocasión lo ameritó. Su presencia nos confortó en tan triste y difícil momento.
Cuando recuerdo los años que laboré en la UIC, tengo que pensar en mi gran compañero y amigo, Benek Jelinowski. Todavía hoy, cuando camino por los pasillos, frente a lo que era su oficina, me paro un segundo en señal de respeto y de gran cariño. Las vivencias y experiencias que vivimos sirviendo a la kehilá son innumerables. Me es imposible olvidar su sencillez, pero sobre todo su gran corazón.
Me siento orgullosa de pertenecer a una comunidad unida, hasta tal punto que las dos instituciones madres festejan en este año 2010 fechas memorables. La Asociación Israelita de Venezuela, institución a la cual también pertenezco, cumplió ochenta años, y la Unión Israelita de Caracas, sus primeros sesenta años.
La comunidad entera está de fiesta y debe levantar su copa para brindar Le’jayim, pedir para que las generaciones siguientes perfeccionen lo que sus abuelos iniciaron y que sigan apoyando incondicionalmente a Medinat Israel, como se ha hecho hasta ahora.
Fuente: Nuevo Mundo Israelita / www.nmidigital.com